¿Cuántas veces buscamos la aprobación de las demás personas de esta manera, insistiendo para que digan que nos aman, que nos aprueban? Al buscar la aprobación por lo que hacemos estamos de alguna manera ejerciendo una forma de idolatría. Sí, porque la idolatría no es solamente amar a un becerro de oro como hicieron los judíos en el desierto. Idolatría no siempre tiene que ver con amar a una estatua, a una figura, a un símbolo o a una persona famosa. Existen otras formas de idolatría. En nuestra sociedad, nuestros mayores ídolos son ciertamente el dinero y el poder (no sé en qué orden), y después, tenemos los ídolos que de ahí derivan: los objetos de deseo y las personas deseadas, que son en su mayoría creaciones de bien sucedidas campañas de marketing.
Sí, este tipo de idolatría es ciertamente condenable cuando no es solamente una expresión del ‘querer bien’, del cuidar y del derecho a amar y ser amados. Porque nosotros normalmente cuidamos de aquello que amamos, visto que queremos conservarlo, y esto es bastante saludable, a mi modo de ver. Por otro lado, cuando buscamos desesperadamente la aprobación para nuestros actos, para nuestro comportamiento, estamos sorbiendo la energía del otro para rellenar nuestros agujeros negros. Explico. ¿Conocéis estas palabras?
¿Qué tienen en común estas cosas? Todas son resultantes de alguna forma de idolatría. La dependencia creada por la búsqueda de la aprobación de los demás o en la satisfacción generada por un objeto de deseo, es una forma de idolatría y es causa de toda depresión, vicio o tristeza. Buscamos en el otro el colmar nuestro vacío interior. Buscamos en el otro el aplauso, el elogio, la adoración. Buscamos en los objetos la satisfacción para nuestro EGO. Queremos tornarnos ídolos. Y lo hacemos especialmente porque tenemos un gran vacío en nuestro interior, o, al menos, algunos agujeros negros que necesitamos rellenar.
Todos nosotros necesitamos aprobación, es un sentimiento inherente al ser humano. Ser amados y elogiados es una aspiración legítima. Pero ese amor debe proceder desde dentro hacia fuera y no desde fuera hacia dentro. Debemos buscar esa satisfacción íntima de dentro, sabiendo que todos nuestros actos son ‘contabilizados’ de alguna manera y servirán para nuestra evolución espiritual. Aunque las demás personas que nos rodean no los noten o incluso no los aprueben, debemos tener la seguridad de actuar de manera correcta, buscando la Luz Interior y no la aprobación externa.
No os engañéis: la búsqueda de la aprobación es la mayor droga jamás inventada. Si buscamos la energía de los demás para sentirnos bien, aunque momentáneamente, continuaremos buscándola cada vez más y seremos enviciados. ¡Es decir, nuestro EGO nos hará enviciados! Es ahí donde reside la cuestión. Si haces una buena acción, o si actúas con generosidad solamente buscando la aprobación externa, sentirás que el efecto de esta aprobación se acaba rápidamente, dejándote otra vez carente, en busca de más y más aprobación.
Pero existe un medio para liberarse de esta dependencia. Debemos recordar que NADA DE LO QUE HACEMOS SERÁ OLVIDADO. Y cuando digo esto, hablo de la contabilidad que se lleva ‘allá arriba’, y es válida para nuestra evolución espiritual. Si sabemos, si sentimos en nuestro íntimo que estamos haciendo lo mejor posible en cada momento de nuestra existencia, podemos estar seguros de que nos liberaremos de esa dependencia. Los cabalistas explican que Dios se acuerda las cosas buenas que hacemos solamente después de que nosotros las olvidamos. Porque mientras nos acordamos de nuestros actos bondadosos estamos aún en busca de la aprobación y del elogio. Dios solamente contabilizará esos actos de amor cuando ya no sean recordados.