Es voz corriente que en las relaciones afectivas los opuestos se atraen. Ante este hecho nos posicionamos de manera curiosa: como siempre hemos oído hablar de eso, consideramos que esa afirmación es absolutamente verdadera. No dudamos de su lógica para conducirnos a un “puerto seguro” y acabamos considerando que el fenómeno es inevitable.
¿Por casualidad alguien se ha cuestionado ya al respecto? A fin de cuentas ¿por qué los opuestos se atraen? ¿Se trata de una fatalidad, de una ley de la naturaleza que nos conduce a buenos resultados? Considero muy importante asumir una actitud crítica y de reflexión en torno a los problemas del amor, ya que es la emoción que más dolor y sufrimiento nos viene causando. Son raras las personas realmente felices y realizadas en ese campo. Debe haber muchos errores e ignorancia en relación al amor. Mejor dicho, solamente desde hace algunas décadas a esta parte los profesionales de psicología – e incluso hoy, pocos de entre ellos – han comenzado a interesarse por el asunto, hasta entonces reservado a los poetas.
Me gustaría plantear de modo categórico mi opinión, fundamentada en más de 26 años de experiencia como psicoterapeuta: los opuestos se atraen, pero no por eso se combinan bien. El resultado de ese tipo de unión no es obligatoriamente un éxito. Personas muy diferentes viven peleando e irritándose una contra la otra. Temperamentos y gustos antagónicos dificultan la vida en común. Durante el período de noviazgo, los obstáculos existen, pero no son tan importantes, ya que son raras las cosas prácticas compartidas. Después de la boda, sin embargo, las divergencias amargan el cotidiano. ¿Cómo encaminar la educación de los hijos, si los puntos de vista son tan diferentes? ¿Cómo planear la economía doméstica, el orden dentro de la casa, los viajes de vacaciones?
En la práctica ocurre lo siguiente: los opuestos se atraen, pero en la rutina de la vida en común las contradicciones se empecinan. Comienza entonces la tarea de cada uno intentando modificar al otro. El marido quiere amoldar a la mujer de conformidad a su modo de ser; la mujer desea que el marido la comprenda y se aproxime a sus puntos de vista. ¿Será eso posible? ¿No deberían disminuir las discrepancias con la convivencia? Deberían, pero no disminuyen, tal vez a causa del miedo de ver desaparecer el encantamiento amoroso. Sí, porque a fin de cuentas los enamorados se han sentido atraídos exactamente por ser polos opuestos. Si se vuelven parecidos, ¿no se acabará el amor? Las parejas conviven durante años, siempre desentendiéndose, siempre procurando hacer del otro un semejante y sólo consiguen agravar las diferencias y empeorar las peleas.
No deja de ser ironía el sentirnos fascinados por personas con las cuales no vamos a tener una buena convivencia. Ese fenómeno es responsable por un enorme número de uniones infelices, que hoy acaban en divorcio. Cabe indagar: la atracción por opuestos ¿es inevitable? Considero que no, a pesar de que sea muy común, especialmente en la adolescencia. Considero fundamental que entendamos las razones que conducen a ese tipo de encantamiento. Conociéndolas, podremos evitar el error y nuestras oportunidades de éxito en el amor aumentarán bastante.
La principal causa del magnetismo entre opuestos es, sin duda alguna, la falta o disminución de la autoestima. Cuando no me encuentro satisfecha con mi modo de ser, buscaré a alguien que sea completamente diverso. Si yo soy introvertido y tímido, la tendencia será enamorarme de una persona extrovertida y sin inhibición. Con el tiempo, aquello que suscitaba mi admiración y era una “cualidad” se convertirá en fuente de irritación, pero al principio me sentiré encantado. Al “tener” al otro, “tengo” la extroversión que me faltaba. Me siento más completo. Todo muy lógico en teoría. En la práctica, las diferencias nos desagradan, dificultan nuestras vidas, crean barreras y resistencias cada vez mayores. Ellas son responsables por los roces constantes y por las peleas “normales” entre marido y mujer. ¿Serán de veras normales?