1. El amor es un sentimiento que forma parte de la “felicidad democrática”, aquella que es accesible a todos nosotros. Es democrática la felicidad que se deriva de sentirnos personas buenas, valerosas, osadas, etc. La “felicidad aristocrática” se deriva se sensaciones de placer posibles solamente para unos pocos: riqueza material, fama, belleza extraordinaria. La felicidad aristocrática tiene que ver con la vanidad y es generadora inevitable de violencia, en virtud de la envidia que la gran mayoría sentirá de la ínfima minoría.
2. Es difícil definir la felicidad: podemos, de modo simplificado, decir que una persona es feliz cuando es capaz de disfrutar, sin sentir culpa, de los momentos de placer y de aceptar con serenidad las inevitables fases de sufrimiento. Es imposible sentirnos felices todo el tiempo, pero los períodos de felicidad corresponden a la sensación de que nada nos falta, de que el tiempo podría detenerse en aquel punto de la película de la vida.
3. A pesar de ser accesible a todos, el hecho es que son muy raras las personas que tienen éxito en el amor. O sea, debe haber un gran número de requisitos que cumplir para que un buen encuentro tenga lugar. No tiene sentido pensar que la felicidad sentimental va a ocurrir por casualidad; no es bueno subestimar las dificultades que podemos encontrar para llegar a lo que pretendemos; las simplificaciones forman parte de las estrategias de engañar a personas crédulas.
4. El primer paso para la felicidad sentimental consiste en que aprendamos a permanecer razonablemente bien estando solos. Se trata de un aprendizaje y requiere entrenamiento, ya que nuestra cultura no nos estimula a eso. Tenemos que esforzarnos mucho, ya que los primeros días de soledad pueden ser muy sufridos. Con el paso del tiempo aprendemos a entretenernos con nuestros pensamientos, con lecturas, música, películas, internet, etc. Aprendemos a aproximarnos de personas desconocidas e incluso a comer en soledad. Las personas que son capaces de estar bien consigo mismas son menos ansiosas y pueden esperar con más sabiduría la llegada de amigos y compañeros sentimentales adecuados.
5. Hemos de aprender a definir con precisión nuestros sentimientos. Pensamos por medio de palabras y si las utilizamos con más de un sentido podremos engañarnos con gran facilidad. Cito, a continuación, algunos de los conceptos que vengo usando y el sentido que a ellos atribuyo. Amor es el sentimiento que tenemos por alguien cuya presencia nos reporta la sensación de paz y cercanía protectora. Esta cercanía protectora representa la neutralización del vacío, de la sensación de desamparo que vivenciamos desde el momento del nacimiento. La cercanía protectora es un “placer negativo”, o sea, la neutralización de un dolor que existía –nos conduce desde una condición negativa hasta la de neutralidad. Amistad es el sentimiento que tenemos por alguien cuya presencia nos reporta cierta cercanía protectora y cuya conversación y modo de ser nos encanta. Según esa definición, la amistad es sentimiento más rico que el amor, ya que la persona que nos reporta la cercanía protectora – a pesar de ser menos intensa y, por eso mismo, generadora de menor dependencia – es muy especial y despierta nuestra admiración por el modo como se comporta moral e intelectualmente. Sexo es una agradable sensación de excitación derivada de la estimulación de las zonas erógenas, de estímulos visuales e incluso de devaneos que envuelven juego de seducción e intercambio de caricias táctiles. Es evidente que la sexualidad envuelve cuestiones muy complejas, que no cabe discutir aquí. Quiero apenas enfatizar que sexo y amor corresponden a fenómenos completamente diferentes, siendo que el amor está relacionado con el “placer negativo” de la cercanía protectora y el sexo es “placer positivo”, ya que nos excitamos y nos sentimos bien, aun cuando antes no estábamos mal; el amor nos conduce desde lo negativo hasta el cero, al paso que el sexo nos lleva desde el cero a lo positivo. Amor, sexo y amistad pueden existir separadamente y también pueden coexistir. La misma persona puede reportarnos cercanía protectora y deseo sexual, aun sin encantarnos intelectualmente; en ese caso, hablamos de amor y de sexo. Podemos establecer un vínculo de amistad y sexo sin que se envuelva mayormente el amor. Podemos vivenciar el sexo en estado puro, así como el amor – como es el caso del amor que podemos sentir por nuestra madre, que no depende de sus peculiaridades intelectuales y no tiene nada que ver con el sexo.
6. La elección amorosa adecuada se hace cuando el otro despierta en nosotros el amor, la amistad y el interés sexual. A esa condición la he denominado +amor, más que amor. Se eligen los amigos de modo sofisticado y con arreglo a las afinidades de carácter, temperamento, intereses y proyectos de vida (hablo de los pocos amigos íntimos y no de los innumerables conocidos que tenemos). La elección amorosa deberá seguir los mismos criterios, siendo que la elección depende también de un ingrediente desconocido e indescifrable - ¿por qué elegimos a ese y no a aquél compañero? No es raro que al comienzo del proceso de intimidad la sexualidad no se manifieste en toda su intensidad. Eso no debe ser motivo de preocupación, ya que forma parte de los miedos que todos tenemos cuando estamos ante alguien que nos encanta de modo especial.
7. El miedo relacionado con el encantamiento amoroso es lo que determina el estado a que llamamos pasión: ¡pasión es amor más miedo! Sentimos miedo de perder a aquella persona tan especial y del sufrimiento que, en esa condición, tendríamos. Nos da miedo aproximarnos mucho a ella y diluirnos, y perdernos de nosotros mismos en virtud de sus encantos. Tenemos un miedo enorme a la felicidad, ya que en todos nosotros los momentos extraordinarios se asocian inmediatamente a la sensación de que alguna tragedia nos irá suceder – lo cual, afortunadamente, corresponde a una fobia, o sea, un miedo sin fundamento real. Las fobias existen en función de condicionamientos pasados y deben ser enfrentadas de manera respetuosa, pero determinada.
8. Para ser feliz en el amor es preciso tener coraje y enfrentar el miedo que a él se asocia. Ese es un ejemplo de la utilidad práctica del conocimiento: al saber que el amor – aquel de buena calidad, que determina la tendencia hacia la fusión y provoca una enorme sensación de felicidad – siempre viene asociado al miedo, no nos vemos débiles y anormales por sentirnos así. Al mismo tiempo, adquirimos los medios para, poco a poco, ir ganando terreno a los miedos y acrecentando la intimidad con aquella persona que tanto nos ha encantado.9. Cuando el miedo se atenúa, desaparece la pasión. Esto no debe ser entendido como el debilitamiento o el final del sentimiento amoroso pleno. Ha subsistido “apenas” el amor. Lo que termina es el tormento, la “película de suspense”. Queda claro que el coraje es requisito básico para la victoria sobre el miedo y la realización del encuentro amoroso. El encuentro es menos amenazador cuando somos más independientes y capaces de permanecer solos; nuestra individualidad mejor establecida nos hace menos disponibles para la tendencia a la fusión que es frecuente al comienzo de las relaciones más intensas. Cuando el miedo se atenúa, suele aumentar el deseo sexual. Si el compañero elegido es también un amigo, no faltarán ingredientes para la perpetuación del encantamiento. Desaparece el miedo, pero no desaparecerá el encantamiento, a menos que la única cosa interesante sea la “película de suspense” – y si fuese este el caso, es mejor que la relación termine ahí. En el +amor así constituido, el encantamiento solamente desaparecerá si desapareciese la admiración.
10. La admiración solamente desaparecerá si hubiese deterioros graves en la confianza o si hubiese grave equivocación en la evaluación del compañero. Es evidente que a lo largo de una convivencia íntima con una persona con la que tenemos mucha afinidad habrán de surgir también diferencias de todo tipo. No existen “almas gemelas”, de modo que no siempre los puntos de vista estarán en acuerdo, no todos los hábitos serán compatibles, etc. Es el momento en que surgen cierta decepción y dudas acerca del acierto de la elección. Es en ese punto cuando nos damos cuenta de que la elección amorosa se efectúa tanto con el corazón como con la razón: la admiración deriva de una evaluación racional del otro, aunque lo hagamos de modo camuflado porque hemos aprendido que el amor es una magia determinada por las flechas de Cupido. La evaluación de la importancia de las diferencias que finalmente se han revelado, determinará la evolución, o no, de la relación. La serenidad en el análisis de situaciones de esa naturaleza sólo puede tener lugar entre personas portadoras de buena tolerancia a frustraciones y contrariedades. Así, la madurez emocional que se caracteriza por la capacidad de soportar bien los dolores de la vida, es requisito indispensable para la felicidad amorosa.
11. Hay que poner mucha atención, pues el miedo tiende a esconderse tras las dudas que derivan de las diferencias en el modo de ser del otro, del menor deseo sexual inicial y también de las eventuales dificultades prácticas derivadas de las circunstancias de la vida de aquellos que se han encontrado y se han encantado. El miedo está siempre presente y, si somos más honestos con nosotros mismos, sabremos separarlo mejor de sus disfraces. Por ello el conocimiento, que determina crecimiento y fortalecimiento de la razón, es tan útil para que podamos avanzar incluso en las cuestiones emocionales. El coraje es la fuerza racional que puede oponerse y vencer al miedo. El coraje crece con el saber y las convicciones y también con la madurez emocional que nos hace más competentes para correr riesgos y eventualmente tolerar algunos fracasos.
12. La madurez moral de los que se aman es indispensable para que se establezca la magia de la confianza, indispensable para que tengamos coraje para enfrentar el miedo de ser traicionados o engañados, lo cual generaría uno de los más grandes sufrimientos a que los humanos estamos sujetos. No podemos confiar a no ser en personas honestas, constantes y consistentes. Siendo así, este es un requisito más para que podamos ser felices en el amor. Hemos de poseer esta virtud moral y valorarla como indispensable en el ser amado. No se puede establecer un vínculo sólido e verdadero con un compañero no confiable, a no ser que queramos vivir sobre la cuerda floja.
13. Son tantos los requisitos básicos para que el +amor se establezca, que no asombra que éste sea tan poco común, aun siendo una felicidad posible para todos. Hemos de desarrollarnos emocionalmente hasta alcanzar la madurez que nos permita ser competentes para lidiar con las frustraciones. Hemos de avanzar moralmente para tornarnos confiables. Hemos de adquirir conocimiento más sofisticado y útil acerca del amor para que podamos tener una razón generadora del coraje necesario para osar entrar en esa aventura. Hemos de ser competentes para permanecer a solas, a fin de que podamos desarrollar mejor nuestra individualidad y no dejarnos seducir por la tentación de la fusión romántica y la excesiva dependencia, además de facilitarnos el esperar con paciencia la llegada de un compañero adecuado. Las virtudes necesarias para la felicidad sentimental son todas “virtudes democráticas”, o sea, accesibles a todos y cuya presencia en unos no impide que surjan en los otros – y siempre está bien recordar que lo mismo no sucede, por ejemplo, con el dinero: para que unos tengan bastante es inevitable que muchos otros tengan poco. Las virtudes democráticas pueden existir en todos aquellos que se empeñen en el camino del crecimiento interior. Lo que ocurre es que no es fácil conquistarlas, y tampoco se puede llegar a ellas si no es a través de larga y persistente andadura. No existen atajos y el trayecto puede prolongarse durante años. El camino es a veces penoso, pero aún así, fascinante. Se trata de un denso viaje hacia el interior de nosotros mismos, en dirección al auto-conocimiento.
14. Cuando estamos preparados, el compañero adecuado acaba apareciendo ante nuestros ojos. No tenemos necesidad de esforzarnos, ni de salir de nuestras rutinas de vida para buscar activamente el encuentro amoroso. Todo vendrá a suceder una vez sea llegado el momento, y es siempre bueno tener paciencia, ya que esperar con serenidad es una de las condiciones más difíciles de vivenciar para nosotros.
15. Si todo esto te ha parecido muy racional, lógico y frío, te equivocas. Todos esos pasos nos van sucediendo bajo la forma de emociones y vivencias que se dan espontáneamente, siendo que las reflexiones deberán servir apenas de hoja de ruta para que no nos sintamos tan perdidos. Desde la adolescencia experimentamos varios tipos de relación y deberemos ir aprendiendo a entender todo cuanto nos está pasando y todas nuestras acciones y reacciones. En primer lugar vivenciamos y después debemos reflexionar sobre lo que sucedió. De ese modo, no existe real antagonismo entre emociones y razón; una complementa a la otra. Reflexiones adecuadas y consistentes determinan avances emocionales, que permiten reflexiones más sofisticadas, generadoras de avances emocionales todavía más amplios y así sucesivamente. Se establece un círculo virtuoso que deberá establecer las condiciones de felicidad sentimental para todos aquellos que se empeñen realmente en la ruta del crecimiento emocional. La felicidad sentimental es la recompensa accesible a todos cuantos hayan completado el ciclo mínimo de evolución emocional.