Mirando por la TV la Copa del Mundo de fútbol, y más específicamente el partido de Brasil con Croacia… ha sido muy bonito ver como todo un país viste la misma camiseta… es hincha de un mismo equipo… Claro que, como todo el mundo, me he quedado algo decepcionada con la actuación del equipo porque yo había creado una expectativa diferente de aquello que de hecho ocurrió… pero siempre sirve de recordatorio para lo que ya sabemos, pero no nos cansamos de repetir: nos decepcionamos solamente cuando creamos expectativas y creemos en ellas como si fuesen verdad absoluta.
Más tarde, leyendo el periódico, algo me ha conmovido. La aglomeración de los jugadores brasileños en el campo, conversando… mientras un jugador de Croacia estaba siendo atendido por el equipo médico. Y el reportero decía que aquel momento había establecido toda la diferencia, porque enseguida ha llegado el gol de Brasil…
Tal vez allí ellos se hubiesen dado cuenta de que jugaban en el mismo equipo y podían contar los unos con los otros… No se bien si ha sido exactamente eso lo que ha ocurrido… pero… me pareció así y de alguna forma mágica aquella escena hizo que yo me despertase al día siguiente con la sensación de que cada uno de nosotros… como moradores del planeta Tierra y habitantes del Universo, jugamos en el mismo equipo…
Me he visto recordando a personas que conozco, y sintiendo que cada una de ellas forma parte del mismo equipo, aunque muchos todavía no se hayan enterado de esto y por ello no actúen así… pero de alguna manera he entendido que… si quien tiene esa conciencia… actúa de acuerdo con ella, eso hace que la cosa sea muy diferente… como en aquella teoría del mono número cien.
Más tarde, cuando iba en taxi, miraba a las personas pasando apresuradas por las calles y me di cuenta de que las miraba de una manera diferente ahora, porque pensaba que cada uno, en su forma única y especial de Ser y de hacer, jugaba en el mismo equipo que yo y que todos trabajábamos por el mismo objetivo… para que nuestro planeta ganase el partido… no porque jugase contra adversario alguno, sino porque tendría una misión en el Universo que depende de la participación de cada uno de nosotros, ciudadanos planetarios.
Es increíble la diferencia que establece un simple cambio de punto de vista. Ahora miraba para todos a partir de otra perspectiva, desde la cual trabajábamos todos por el bien común…
Pasamos la vida aprendiendo que pertenecemos a equipos distintos y jugamos contra ellos, que pasan a ser considerados como adversarios. Defendemos nuestro país… nuestro estado… nuestra ciudad… nuestra familia y otros grupos menores; y cada uno compite contra el otro siempre con el mismo espíritu de división…
Casi nunca recordamos que todos formamos parte de un mismo equipo… el de los habitantes del Planeta Tierra y más todavía… viajeros del Universo, donde nuestro planeta es uno entre billones.
Sería bueno si cada uno de nosotros tuviese conciencia de nuestro papel, único y especial, pero jugando todos en el mismo equipo, y de que en él podemos siempre contar con los compañeros, toda vez que… todos trabajamos por un mismo objetivo… la constante evolución…
Para que nuestro equipo… la Tierra, gane el partido que es cumplir su misión en el Plano Mayor, sería muy bueno que cada uno (país, estado, ciudad e individuo) ayudase a su compañero de equipo, porque sabe que del éxito de cada uno depende el resultado del juego.
Sin embargo parece que muchos, habiéndose olvidado de que juegan en el mismo equipo, han terminado por creer que juegan en equipos diferentes… los unos contra los otros… Han comenzado a luchar entre sí y a disputar posiciones, cuando… en realidad… cada uno tiene su papel y nadie tendría que pelear por el lugar del otro, porque sabría que en ese gran equipo existe un lugar preciso para cada cual… pues somos todos uno.
EL MONO NÚMERO CIEN
Érase una vez…
Había un archipiélago en el Pacífico poblado apenas por monos. Se alimentaban de raíces que extraían de la tierra. Un día, no se sabe por qué, uno de esos monos lavó las raíces antes de comerlas. Los otros lo observaron, intrigados, y comenzaron a imitarlo. Cuando el mono número cien lavó su raíz, todos los monos de las otras islas comenzaron a lavar sus raíces antes de comerlas. Y entre las islas no había ninguna comunicación aparente.
Esta historia ejemplifica una teoría creada por el fisiólogo inglés Rupert Sheldrake, denominada teoría de los campos morfogenéticos. Ella dice que todo átomo, molécula, célula u organismo que existe, genera un campo organizador invisible y no detectable todavía por ningún instrumento, que afecta a todas las unidades de ese tipo. Así, siempre que un miembro de una especie aprende un comportamiento, y ese comportamiento es repetido un determinado número de veces, el tal campo es modificado y la modificación afecta a la especie por entero, aunque no haya formas convencionales de contacto entre sus miembros.