No hay brasileño (¡bueno, puede que haya alguno!) que no se pregunte la razón del fracaso de nuestra selección de fútbol que tras tanta expectativa nos ha dejado a todos tan decepcionados. Yo misma había hecho un pronóstico favorable (astrológicamente optimista) para la tan soñada conquista del ‘hexa campeonato’.
Y precisamente por esa razón hago algunas reflexiones al respecto.
Me ha llamado la atención el hecho de que, de un día para otro nuestros jugadores se han caído del pedestal y han pasado de ídolos a seres despreciables, dignos de la ira de los seguidores. Pero ¿no eran ellos esos mismos ídolos que nos habían encantado en partidas anteriores? (No muchos, a decir verdad…) ¿No eran ellos esos seres que los medios de comunicación y el marketing inflaban hasta el punto de convertirlos en ‘cuasi dioses’? Bueno, yo creo sinceramente que todos nosotros, y especialmente nosotros, los brasileños, estamos carentes de verdaderos ídolos. Necesitamos de seres ‘cuasi dioses’ para admirarlos, para que sirvan de ejemplo y estímulo a nuestros modelos interiores. Y, debido a esa carencia, forjamos ídolos con pies de barro (aunque calcen costosas botas de fútbol) que se caen al primer tropezón. Pero ¿qué dioses son esos, los que nos brindan todos los días los medios de comunicación, con palabras e imágenes bellísimas, preparadas para seducir nuestros corazones tan carentes? ¿Serán ellos dioses verdaderos o falsos ídolos?
La idolatría está condenada en el primer mandamiento de la Biblia cristiana: “No amarás a otro Dios que a mí”. Así, solamente Dios debe ser considerado digno de nuestra adoración. Pero ¿por qué necesitamos de ídolos?
La razón de esa necesidad es que nuestra sociedad ha perdido los valores verdaderos. Nuestra sociedad fabrica falsos ídolos que nos hacen sentir carentes y frustrados todo el tiempo. ¡Nuestros ídolos son los accesorios y ropas de marca, los coches importados, las joyas caras, el dinero y el poder! Pero ¿dónde están los valores, como la honestidad, la perseverancia, la bondad, la tolerancia, la caridad, y más todavía, dónde están aquellas virtudes que servían de norte en la vida de nuestros padres y abuelos?
Cuando veo a la gente insultando a los jugadores, gritando “¡Vergüenza! ¡Vergüenza nacional!”, me pregunto si no estarían esas personas equivocadas.
¿Cuántas de ellas han gritado “Vergüenza nacional” a aquellos políticos corruptos que nos han robado y que continúan robando nuestros bolsillos? ¿Cuántos han ido hasta Brasilia a exigir más transparencia, más honradez a nuestros políticos? ¿Cuántos han ido frente a la cárcel para gritar “Vergüenza” a ex banquero Ademar Cid Ferreira (ex dueño del Banco Santos)? ¿Cuántos de ellos se acordarán de esa verdadera vergüenza nacional que es nuestra política, en el momento de la próxima votación? No os engañéis, nuestro pueblo olvidará todo eso, porque los medios de comunicación no enaltecen las cualidades del hombre honrado y trabajador que ama a su familia y respeta a su prójimo y a la cosa pública. ¡Los medios enaltecen y exhiben las hazañas de los bandidos y colocan a éstos en las portadas de las más importantes revistas de este país! ¿Para qué? ¿Para qué necesitamos saber, tú y yo, qué cara tiene un bandido que mata sin escrúpulos? ¿Por qué las novelitas globales enaltecen a los que “se les da bien la vida” manipulando la vida de los demás, robando y matando?
¿Por qué no existen novelas que muestren a las personas de bien?
Se debe a que estas personas de bien no ‘venden’ marcas famosas y no pueden convertirse en ídolos ¡ni siquiera con el mejor marketing! Esas personas de bien son gente corriente, como tú y como yo, que no podrían servir de ejemplo para nadie (¡según esa óptica distorsionada que ellos tienen!), y no pueden ser personajes de novelas. No obstante, todos nosotros –los que tenemos un mínimo de discernimiento- sabemos que se fabrican ‘¡presidentes paz y amor!’ con una sencilla (y cara) campaña de marketing. El pueblo es fácilmente manipulable porque está carente de ejemplos mejores. ¡Carente incluso dentro de casa, donde los padres pobres no consiguen vencer el influjo de las TVs, que estimulan el consumo desenfrenado en sus hijos, y generan más frustración y rabia! Que desembocan en la violencia y en la rebelión.
No se trata de añoranza por mi parte, pero ¡las personas tenían antes otros valores, otros ejemplos que admirar! Admirábamos – y yo he aprendido con mis padres – a aquellas personas honradas y trabajadoras que no hacían daño a nadie, que respetaban al otro ser humano, que sentían aprecio por la cosa pública y que no ambicionaban robar o cometer tropelías. Respetábamos a la persona bondadosa que hacía el bien sin recibir nada a cambio. Respetábamos al político honesto porque cumplía con su deber, ya que había sido elegido para eso. Respetábamos a nuestro maestro, que nos enseñaba a mirar la vida de modo a obtener de ella el mejor provecho. Buscábamos nuestra felicidad de forma más íntima, más interiorizada. Buscábamos en la religiosidad aquellos valores morales y éticos que podían convertirnos en seres humanos mejores a cada día.
Pues, sí. Pero todo cambia. Y cambia bastante rápidamente. Es la Era de Acuario acercándose a galope. Y con ella llega la globalización, la excentricidad, la rebeldía. Pero no hay que perder las esperanzas. La Era de Acuario nos enseñará cómo ejercer la solidaridad, la fraternidad, la igualdad social, el respeto a la naturaleza y a la libertad ajena. Por esa razón, personas de bien que formamos parte de esta maravillosa comunidad, vamos a darnos la mano y a difundir por ahí que ¡Brasil no está perdido por el hecho de que nuestra selección haya desperdiciado la oportunidad de ganar una copa más! Brasil necesita de gente consciente que respete los verdaderos valores morales y éticos y que genere las posibilidades para que surjan otros ejemplos dignos de ser admirados. ¿Será cierto que nos movilizaremos entonces para exigir a nuestros políticos un mínimo de transparencia y honestidad? ¿Nos movilizaremos para demandar a aquellos que nos han robado y ahuyentarlos de la vida pública a fin de que no continúen ejerciendo su bandidaje impunemente?
La vida está llena de buenos ejemplos, basta con buscarlos. No son muchos, pero existen, cerca y lejos de nosotros. En la vida privada, en nuestro círculo de amigos, entre nuestros familiares, basta con buscar. En la vida pública son pocos, es cierto, pero algunos existen, en Brasil y fuera de él.
Y nosotros ¿no podríamos también convertirnos en buenos ejemplos? ¿No podríamos, sencillamente ‘hacer nuestra parte’? Recordemos que somos parte del TODO, pues al fin y al cabo, ¡SOMOS TODOS UNO!