¿Te has fijado en como hay cada vez más bebés gemelos por ahí?
Cierto… ya sabíamos que esas modernas técnicas de fertilización – las fecundaciones in vitro – aumentaban muchísimo la probabilidad de un embarazo múltiple. Pero me espanta descubrir que, si en un embarazo natural la posibilidad de que tengas gemelos es de 1 para 80, en el caso del embarazo resultante de una fertilización in vitro ¡las posibilidades saltan a 4 de cada 10!!!
El Inserm, Instituto Nacional de Salud de Francia, avisa de que allí las estadísticas señalan un aumento ¡del 30%!!! Y mi espanto crece todavía más cuando leo que muchos padres ya llegan al médico “encargando” gemelos para evitar el trabajo y el esfuerzo económico que representan varias gestaciones de laboratorio… Tiene sentido ¿verdad?
Parece que en los EUA eso ya está en la rutina de las reflexiones de las revistas semanales. El tema de la portada de la “New Cork” de esta semana, por ejemplo, habla exactamente de esa proliferación de partos múltiples. Yo no me había parado a imaginar un mundo poblado de gemelos… Tampoco había pensado en lo que eso podría significar.
E incluso considerando la información de nuestra lectora Anik, de que sólo la proporción de gemelos bivitelinos, o sea, no idénticos, ha aumentado, y que los gemelos univitelinos todavía son “un raro capricho de la Naturaleza” , me he preguntado: ¿será cierto que estamos preparándonos internamente para lidiar con esa historia de dobles, de únicos, de diferentes y de semejantes, de yo y de otros? En ese momento, he viajado para muy lejos de las estadísticas…
La fascinación de los gemelos
Desde que los clones han entrado en la agenda de discusión del mundo, siempre que pienso en gemelos imagino cómo la naturaleza es más osada que nosotros: ningún clon es más clon que los gemelos idénticos. La Naturaleza ya había previsto criaturas absolutamente iguales. ¿Absolutamente? Ahí es donde está el problema. ¿Hasta qué punto nosotros, cualquiera de nosotros, es realmente único? ¿Y hasta qué punto somos un colectivo que nadie todavía entiende muy bien? ¿De qué manera estamos acostumbrados a lidiar con las diferencias y semejanzas entre nosotros?
Los gemelos son una de las más poderosas expresiones de estas indagaciones y siempre han provocado el asombro de los pueblos primitivos. Entre los indios de América del Sur, por ejemplo, son muchas las historias de gemelos – héroes que dan origen al Universo. A pesar de eso, algunas tribus exigían que el segundo gemelo fuese muerto al nacer, pues de esta manera el alma no tendría que dividirse entre los dos. En los mitos y leyendas de tantos pueblos, ora aparecen como enemigos mortales – uno luminoso y otro oscuro, uno bueno y otro malo, como los hermanos bíblicos Caín y Abel – ora son amigos inseparables y ayudan a crear la civilización, como los griegos Cástor y Pólux, o los alegres Ibejis del candomblé.
El fenómeno de los gemelos ha dado bastante qué pensar a nuestros ancestros… ¿Qué imagen mejor de nosotros mismos partidos al medio, escindidos entre nuestros conflictos más íntimos, indecisos entre el cielo y el infierno? El poder y la fascinación que los gemelos ejercían sobre nuestros bisabuelos nacían no sólo de su semejanza, sino de sus diferencias. Por eso eran símbolos vivos de la situación humana ante la dualidad: iguales y diferentes, a un tiempo el Mismo y el Otro.
Nuestra aflicción ante la dualidad que vemos en el mundo y en nosotros mismos se ve avivada cuantas veces nos hallamos colocados ante polaridades. En la práctica, interminables veces al día. Incluso el lenguaje que usamos está impregnado de antítesis: nadie dice “bueno” sin imaginar, aunque inconscientemente un “malo”. Y no hay vida sin muerte.
Los chinos, hace milenios, han expresado visualmente la dualidad de la existencia humana en el símbolo del ta’i chi. Es un círculo dividido al medio por dos formas curvas, una oscura y otra clara. A las dos formas que se abrazan, los sabios de China han dado los nombres de Yang y Ying, los opuestos que contienen en sí a todos los otros, los que conocemos y aquellos que aún no hemos siquiera imaginado que existen, los que ya hemos domesticado y aquellos que asombran nuestras noches, para los cuales no tenemos otra respuesta más que nuestro espanto. La noche y el día, arriba y abajo, el bien y el mal, todas son polaridades que sirven como combustible para el motor del Universo. Pecados y virtudes, aciertos y equivocaciones, todo nace en ese círculo.
El símbolo del ta’i chi, sin embargo, a pesar de absurdamente no complicado, tiene la marca de la sabiduría china. Dentro de la forma oscura existe una gota clara y la forma clara abriga una gota negra.
Todas las cosas contienen en sí a su contrario y esto es lo que permite la mutación de la una en la otra. Dicen que fue Confucio el que, ante un río, dijo: “Todo sigue fluyendo como ese río, sin cesar, día y noche”. Quien percibe esto, según Richard Wilheim, que ha traducido el I Ching chino al idioma inglés, “fija su atención no ya sobre los entes transitorios e individuales, sino sobre la inmutable y eterna ley que actúa en toda la mutación. Esa es la ley del Tao”.
Al fin, ¿yo soy yo o soy el otro?
Con este telón de fondo simbólico, se puede sentir que como mínimo es difícil establecer reglas para comprender la manera de relacionarse entre sí los hermanos gemelos… como sugiere la terapeuta francesa Christiane Charlemaine, autora de un libro recién lanzado en Francia, Guide des Jumeaux, “nacer en un mundo de ‘únicos’ que no comprenderán nunca qué significa realmente ser ‘múltiples’ no es nada fácil.
Los gemelos ya nacen sabiendo que existe el ‘otro’, los ‘otros’…” ya llegan inmersos en la dualidad de todas las cosas…
Con independencia de los aspectos pedagógicos que, seguramente, deben reflejar esas peculiaridades, en un mundo de gemelos encargados y de clones, en tiempos de cambios de paradigmas y de vacíos enormes de valores compartidos, vale la pena parar cinco minutos para reflexionar acerca de nuestra capacidad de convivir con diferencias y semejanzas. Si el otro nos asusta o nos amenaza tal vez debamos buscar en nosotros las razones. Seguramente vamos a encontrar en nuestro interior la gota oscura (o clara) que refleja al otro. Vamos a encontrar humildad para equilibrar arrogancia, vamos a encontrar tolerancia para compensar nuestra ignorancia, vamos a ejercitar la compasión para neutralizar nuestro miedo.
Tal vez sea esa nuestra única oportunidad de hacer las paces con ese otro, ese doble de nosotros mismos que nos fascina y nos asusta, tan igual, tan diferente… y quien sabe por ahí, podamos preparar un mundo más acogedor para los bebés únicos, gemelos, trillizos, múltiples y multitud que están llegando…
Adília Belotti é jornalista e mãe de quatro filhos e também é colunista do Somos Todos UM. Sou apaixonada por livros, pelas idéias, pelas pessoas, não necessariamente nesta ordem...
Em 2006 lançou seu primeiro livro Toques da Alma. Email: [email protected] Visite o Site do Autor