Hace algún tiempo, escribí un artículo que llamé “Saliendo de la concha”. En él defendí que, en ciertas ocasiones, la vida nos invita a una exposición, más que necesaria, ya que es una oportunidad de brindar amor.
Este es un tiempo de mostrarse, de zambullirse de cabeza en aquello que cada uno sabe que quiere, es un sentimiento en el cual la gente consigue percibir tan bien, tan palpable y tan fuerte que lo más inteligente no es huir ¡sino entregarse!
A pesar que la vida es cíclica: así como hay un tiempo de exponerse y arriesgar todo en nombre de este sentimiento, también llega el tiempo de hacer una introspectiva y recoger su corazón, aún que el mismo sentimiento continúe pulsando o que usted esté en la misma relación.
El hecho es que, en determinados momentos, el alma precisa de ¡reposo absoluto! Tal vez por algunos días, meses o hasta años. Cada uno es el que sabe la magnitud del desgaste vivido y de cuanto necesita rehacerse y reconstituirse. Solamente cada uno puede evaluar cuánto fue distanciándose de sí mismo en nombre del otro, o cuanto ha perdido la dirección de su propia vida en busca de respuestas que no son las suyas...
Además de eso, estar en reposo es un óptimo estado para rever sus deseos y cuestionarse sobre lo que realmente está haciendo de su vida. Porque algunas veces la gente simplemente pierde la referencia y queda tan confusa que ya no consigue percibir que es lo que está buscando, para donde va, para donde quiere llegar.
En principio, “reposo absoluto” significa una inmovilidad física, un estado inerte del cuerpo, pero cuando propongo reposo absoluto al corazón, hablo de la capacidad que todos tenemos de ser introvertidos, cerrar los ojos para la recurrente confusión externa y abrirlos para el alma, con el fin de conseguir ver que está obscurecido dentro de cada uno. Por lo tanto, precisamos de silencio interior; precisamos, por encima de todo, ¡de paz!
Porque lo que nos conduce a esta necesidad es, generalmente, un encuentro, una relación o un sentimiento que nos roba la tranquilidad y consume nuestra energía de manera tan nefasta y lo que resta es angustia, aflicción y cansancio. Y entonces llega el tiempo de acogernos y, afectuosamente, recoger los pedazos que fuimos dejando a lo largo del camino.
Claro que eso no significa negar la vida y si abstenerse de la risa y de la alegría que pueden ser experimentadas en cualquier momento. Hay muchas maneras de estar en reposo, aún rodeado de amigos y personas queridas. Nadie precisa encerrarse en un cuarto o viajar para una montaña de Nepal para ofrecer al propio corazón la mínima paz necesaria para recomponerse.
Pero, sobretodo, es preciso estar solo por algunos instantes. Es preciso permitirse el descanso, la entrega a sí mismo, hasta que se consiga percibir cuales son los sentimientos que te hacen bien y cuales los que te hacen mal. Más que eso, descubrir cuanto vale la pena continuar invirtiendo en un sentimiento ¡cuando no es reciproco!
Al final de cuentas, un corazón precisa de reciprocidad para completar la dinámica que nos torna enteros y felices de verdad: ¡amar e ser amado!
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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