En torno a 1976 yo formaba parte de un pequeño grupo que realizaba sesiones mediúmnicas, en el barrio de Santa Terezinha. Coordinaba y atendía a espíritus que se comunicaban a través de médiums de incorporación. Un día, tuve una experiencia interesante y algo dolorosa. Conversaba con el Espíritu procurando pasarle informaciones e indicar caminos, cuando él me pidió, con energía, que me callase. Permanecí quieto, aguardando su pronunciamiento. Y entonces él se despachó a hablar sobre mi vida, mis deslices, dificultades, omitiendo apenas detalles más graves, tal vez por respeto a mi persona o por interferencia de Espíritus Amigos, que, con ese control, me ahorraban el mal trago.
Cuando hubo terminado, le dije con calma que estaba en lo cierto, era todo verdad. No obstante, no estaba allí para acusarlo ni para mostrarme mejor que él. Era mi función y procuraba desempeñarla dentro de lo que yo sabía, con el interés de auxiliar a criaturas del mundo espiritual o del mundo físico que estuviesen sufriendo asedios. Le agradecí por el toque de atención. El Espíritu se marchó y nunca más he sabido de él; a partir de entonces, hice una reflexión seria sobre esta tarea, la de doctrinador o persona que atiende a los espíritus. Tras este acontecimiento, sentí que no me encontraba preparado para este tipo de función. Me dediqué a otras actividades.
En otra ocasión, estaba coordinando una sesión de experimentación mediúmnica. Otra persona atendía a los Espíritus, en el fenómeno de incorporación. Un Espíritu conversaba con el que lo atendía, cuando se comunicó otro más a través de una médium que estaba al lado. Y éste, con firmeza y respeto, me llamó, diciendo: “Tú eres el dirigente de esta reunión; entonces, entérate de que yo voy a llevar para nuestro Templo a este hermano en la fe; él no puede permanecer aquí escuchando todo esto. Voy a llevarlo para Jesús.” Y los dos Espíritus se marcharon. Expliqué al grupo y principalmente a los dos médiums que debían enfrentarse a esto con naturalidad, porque el Espíritu era un Pastor evangélico y estaba protegiendo a un hermano suyo de creencias.
El término doctrinador, normalmente utilizado en los Centros Espíritas, puede ser impropio. Aquél no se encuentra allí investido de esa función; no es esa la meta, pues el Espiritismo no pretende que las personas se hagan espíritas y tampoco que los Espíritus que se comunican se conviertan a la Doctrina Espírita.
Hay casos, incluso, en que la persona conversa con este y aquel espíritu y acaba no hablando siquiera de la Doctrina Espírita. A veces, ni de la muerte habla, a pesar de estar conversando con una “alma del otro mundo”, como se dice popularmente.
Hay personas y doctrinas que impugnan la validez de ese proceso, el de la comunicación con Espíritus desencarnados, principalmente cuando el Espíritu se encuentra muy ligado al mundo material. Lo que sé sobre eso es que hay criaturas que, a pesar de vivir en el mundo espiritual, piensan y sienten “terrenamente”, o sea, la mente está en la Tierra. Entonces, el contacto con la energía de un cuerpo físico, la permanencia, aunque rápida, en los horizontes de la vida física, causa un impacto al Espíritu, haciéndole notar que él se encuentra en otra dimensión. Hay muchas más razones que en otra oportunidad podremos abordar.
Los inconvenientes de ese proceso se deben más bien a la calidad de intenciones y control energético de los médiums que se prestan a ese tipo de experiencia. He actuado como médium de incorporación en actividades de desobsesión en la Penitenciaría del Estado, en Sanatorios de enfermos del Mal de Hansen, a la orilla de las carreteras, cuando los Centros Espíritas no permitían el acceso, en varios Centros Espíritas, y también en reuniones domésticas (en mi casa o en la residencia de amigos) y nunca me he sentido mal. Al contrario, he aprendido mucho y tuve muchas alegrías y sorpresas, como las mencionadas más arriba.
En el Espiritismo y en el Centro Espírita, el que atiende tiene las mejores herramientas y el ambiente apropiado, además de las más útiles informaciones para estas criaturas que han transitado hacia esa otra dimensión denominada espiritual y todavía se encuentran sin tener conciencia o noción de su estado presente. Pero adoctrinar, en el sentido de definir caminos, puede no ser preciso u oportuno.
En verdad, cada encuentro entre el que atiende y el espíritu comunicante, es un viaje singular. Sería interesante si el que atiende fuese consciente de que el amigo atendido es un pedacito de su propia alma que él necesita escuchar, comprender, integrar y, principalmente, bendecir. “Bendecir al otro es decirle una buena palabra. Es privilegiar y cuidar de lo que, en él, no está enfermo”, enseñaban los Terapeutas de Alejandría.
En toda acción terapéutica, atendimiento o conversación, este encuentro puede operar una transformación o facilitar el encuentro del Espíritu consigo mismo.
El que atiende es siempre un creador de puentes y el abordaje que hace, en el diálogo, tiene que abarcar luz/sombra, bien/mal, en fin, todas las polaridades de la existencia. Es importante también que él consiga transitar por las polaridades sin fijación ni preferencia, para en algún momento, trascenderlas. Encarar lo diverso con levedad y de manera ecuánime.
Se equivoca quien piensa que el que atiende, o que un atendimiento, puedan, como en un pase de magia, iluminar al Espíritu. Pueden, eso sí, facilitar caminos, indicar direcciones. Recordemos, además, que solamente se puede facilitar a otro el crecimiento que ya hemos logrado en nosotros mismos; sólo podemos conducirlo hasta el punto a que hemos llegado. No es posible iluminar para el otro una parte que, en nosotros, es oscuridad.Y, para finalizar, enumero a continuación algunos apartados que considero importantes para el desarrollo de esa actividad en una Casa Espírita:
-Meta: tener bien definido aquello que se busca y lo que el otro necesita.
-Requisitos: estar preparado para escuchar, perdonar y acompañar, acompañar y acompañar. Te podrás olvidar del Espíritu, pero no siempre él se olvidará de ti, de tus palabras…
-Quien dirige el proceso: tú, Dios, el propio atendido, los Espíritus Mentores y todos cuantos integran el grupo de trabajo.
-Grupo: debe estar en sintonía y en apoyo, dejando los cuestionamientos para otros días, en encuentros para la evaluación de la tarea desarrollada.
-Mediumnidad: contar con esta herramienta como apoyo, no como una muleta. Las cualidades y el desarrollo personal son imprescindibles.
-Catarsis: es el proceso que permite hacer fluir desde los sótanos del alma los dolores, dudas y resentimientos que dominan el corazón de la criatura que sufre. Pero es preciso tener cautela en ese proceso, ya sea mediante sugestión, regresión u otra técnica. ¿Estás tú preparado y en condiciones para allanar la intimidad de esa criatura? Acerca de esto, C. G. Jung elucida que para obtener éxito en acciones de este tipo “es necesaria una preparación filosófica totalmente diferente de aquella basada en los presupuestos científicos corrientes. Aquel que penetra en el inconsciente como simple hecho biológico estará condenado a detenerse en la esfera de los instintos”. Y Lama Govinda también, en el Libro Tibetano de los Muertos, dice que: “Aquel que no tenga la mente preparada puede sucumbir si son abiertos los portones de su subconsciencia”.
-Escuchar: es una ciencia y un arte. Si consigues escuchar con el corazón, sin enjuiciamientos, ni miedos o perjuicios, podrás realizar un proceso de transformación en el propio diálogo, pues devolverás transformada la energía irradiada por la criatura.
-Percepción: poner en acción esta herramienta a través de la mirada, de la videncia, de la clarividencia, sin oprimir, inmovilizar o aturdir al Espíritu.
-Instrumentos: regresión (inducción), choque por acción fluídica (pase), aplicación de chips (monitorización), telón mental (trabajar la imaginación), condensador ectoplasmático (aparato citado por André Luiz), etc. El más eficaz instrumento, sin embargo, es la comprensión, el respeto y la sencillez con que tú descortinas el Universo de la criatura, siempre consciente de que aquel no es el momento de juzgar, de exhibirse, ni de derrotar el Mal, sino de rescatar a un hermano para el Bien.
El atendimiento de espíritus es apenas un episodio; representa una parcela de un gran proceso en que nos encontramos todos nosotros para realizar nuestra propia transformación.
Wilson Francisco é Terapeuta Holístico, escritor e médium espírita. Desenvolve o Projeto Mutação, um processo em que faz a leitura da alma da criatura e investigação do seu Universo, para facilitar projetos, sonhos e decisões, descobrindo bloqueios, deformidades e medos que são reprogramados energeticamente.
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