¿Usted ya reparó, que cuando alguien gusta mucho de una persona, acostumbra usar un modo extraño de expresar los sentimientos? Parece que de repente, la gente comienza a hablar el “lenguaje contrario”.
Creo que esta manía viene de una creencia alimentada hace mucho tiempo: la de que debemos parecer ambiguos en el amor, con el fin de que el otro nunca se sienta seguro. La regla es más o menos así: no muestre cuanto gusta del otro, si no él va a abusar de sus sentimientos y jugar con su corazón.
Así, muriendo de miedo de salir lastimados, vamos actuando y, especialmente, verbalizando lo que deseamos y lo que esperamos del otro a través de situaciones muchas veces contradictorias. Suponiendo que el otro debe saber leer nuestro corazón y satisfacer nuestras expectativas sin que precisemos ser claros, transparentes.
Insistimos en creer que el juego precisa ser mantenido y, así, de error en error, vamos minando nuestra relación sin decir nunca lo que exactamente estamos sintiendo – sin ruidos, sin estrategias.
Pero ¿será que es mejor fingir y economizar afecto? ¿Será que no demostrar más amor es garantía de ser más amado? ¿Será que cuanto el otro, menos se sienta correspondido, más va ha gustar de uno? Todo esto ¿no le parece cosa de gente extravagante? ¿No le parece que demanda mucha más energía y causa mucho más desgaste?
Es verdad que al expresarse con fidelidad, hablando sobre lo que siente, de la manera que lo siente y en la intensidad que lo siente, significa exponerse y correr el riesgo de no ser correspondido o – ¡peor! – de herirse. Pero solamente así puede valer la pena, porque solamente así habrá sido verdadero.
De que sirve hacer como en la música “Evidencias”, de Roberta Miranda: “Cuando digo que dejé de amarte, es porque yo te amo. Cuando digo que no te quiero más, es porque yo te quiero (...)”?!? En la música aún tiene confesión, pero en general, lo que vemos son personas usando expresiones inclinándose más para agresivas que para amorosas sólo para no evidenciar cuán apasionadas están y cuán intensamente desean vivir la relación.
Se entregan al ego, como si disputasen quien va a conseguir esconder por más tiempo lo que siente, como si ésta fuese la gran ventaja del amor. Tal vez, como en la música, justifiquen: “Yo tengo miedo de darte mi corazón y confesar que estoy en tus manos, pero no puedo imaginar lo que va a ser de mí si yo te pierdo un día (...)”.
Es ahí la a cuestión: será que al no entregar su corazón al otro significa de hecho ¿que ya lo está perdiendo? O lo que es peor, significa ¿que nunca lo ha tenido de verdad? Al final, la ganancia en el amor sólo acontece en el intercambio y en la reciprocidad.
Cuando la entrega viene desde el corazón, la verdad prevalece: “Pero para que vivir fingiendo si yo no puedo engañar a mi corazón. Yo se que te amo. Basta de mentiras, de negar mi deseo, yo te quiero más que todo, yo preciso de tu beso (...)”
Esta es mi sugerencia: ¡pare de complicarse y usar el “lenguaje del contrario”! Sepa que si, por acaso, él funcione, es porque la relación no está madura, no hay espacio para la confianza, el respeto y la libertad de expresión sin que haya el riesgo de ser herido deliberadamente.
Sea claro. Sea evidente. Sea todo corazón... para que el amor pueda ser, en fin, no un juego, ¡y sí, una agradable evidencia!
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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Publicado dia 10/1/2006 10:45:40 AM em STUM WORLD
