La más conocida definición de timidez es la que se refiere al tímido como aquel que tiene temor, receloso, retraído, cobarde. Persona que siente vergüenza, sensitiva, persona a la que todo le afecta o de gran susceptibilidad, aquel que fácilmente se ofende. La definición de temor es también descrita en algunos diccionarios como acto o efecto de temer - susto, sentimiento de reverencia o respeto.
Prefiero decir simplemente, tímido es aquel que tiene miedo. En la infancia el comportamiento en relación al miedo es explicado y comprendido por la capacidad de la criatura para distinguir la fantasía de la realidad. Al mismo tiempo que esta capacidad va siendo perfeccionada en su relación en el mundo, el miedo naturalmente se va adaptando a lo que es esperado, o sea, pasa a ser un parámetro de auto-protección.
Las personas más tímidas tienden a supervalorar los posibles riesgos, así, lo nuevo y desconocido se vuelve asustador. El tímido está siempre muy preocupado con transmitir buena imagen a las otras personas, se vuelve extremadamente exigente consigo mismo, presentando por eso más dificultad para relacionarse, ligar, cortejar, expresar lo que siente y lo que piensa acerca de las cosas.
La inhibición generalmente es resultado del miedo de fallar, y con eso sentirse ridículo e incapaz. La timidez está directamente relacionada con el sentimiento amplio de la competencia. Nuestra auto-imagen es la percepción de aquello que consideramos ser, y cuando es negativa, nos encontramos en una prisión interna que nos lleva a distorsionar la realidad y como consecuencia, nos retraemos.
El ser humano tiene una demanda de amor, necesita ser amado para desarrollarse, necesita sentirse visto, percibido y aceptado. Existen muchos estudios que relatan que la falta de amor o el desamor, principalmente en los primeros años de la vida, interfieren en el desarrollo y en la madurez emocional del ser humano. Nuestro sentimiento de seguridad y de auto-confianza se configura todavía en esa fase, por medio de las vivencias de afecto y confirmación por que pasamos.
Acostumbro a decir que nosotros pasamos por dos úteros, uno físico y otro psicológico. Ambos nos gestan para el mundo. El psicológico está formado por nuestra matriz social, o sea, por nuestra familia, por las personas con quienes nos relacionamos y con las cuales aprendemos y comprendemos cómo debemos comportarnos. La educación es la vía de este proceso. Y por su intermedio aprendemos quienes somos, qué somos y cómo somos. Nuestra individualidad va siendo cincelada por la visión del mundo de nuestros padres, sus creencias, sus mitos y sus verdades.
De la comprensión de estas cosas proviene el desarrollo de nuestra AUTOESTIMA. La autoestima es el resultado del afecto que aprendemos a darnos a nosotros mismos a través del respeto y de la aceptación de aquello que pensamos, sentimos y somos. Por medio de ella conquistamos nuestros espacios y nos reconocemos merecedores de felicidad. Es el resultado del amor que hemos recibido, no el amor gratuito, sino aquel que enseña a retribuir, que enseña la noción de respeto al otro y a uno mismo. En la primera infancia necesitamos de la aprobación externa, y la reacción de las otras personas ante nuestros actos también constituye fuente formadora de nuestra auto-imagen y puede modificar o influenciar nuestro auto-concepto, el que habremos de llevar con nosotros toda la vida.
Este auto-concepto, esta percepción de uno mismo, de los propios potenciales, de nuestros límites, y principalmente de nuestros deseos, estará siendo estimulado durante toda nuestra vida, mediante las diversas relaciones que establecemos. Esto significa que nuestra familia influye en la manera de percibirnos, pero no la determina. La madurez psicológica puede ser medida también por nuestra capacidad de auto-alimentarnos emocionalmente, pasando entonces de la necesidad de confirmación a solamente el deseo de ser aceptados.
Ello no significa que somos como la arcilla, moldeados apenas por las experiencias externas. Hemos nacido con características físicas y con algunas psicológicas, heredadas. Traemos con nosotros en nuestro nacimiento un potencial de salud, aunque necesitado de esas provisiones externas para desarrollarse.
En resumen, la auto-estima es la capacidad del ser humano para sentirse bien en relación a sí mismo, lo bastante para aceptar el rechazo no como una afrenta personal, sino como parte inevitable de la vida. El individuo que tiene autoestima posee la capacidad de dejar atrás el rechazo y continuar. Quienes se aceptan proceden libremente, permitiendo a sí mismos actuar al máximo, o casi, de su potencial. Expresarse es contar acerca de uno mismo, relacionarse, asumir que se forma parte del mundo.
El TÍMIDO tiene su AUTOESTIMA baja, frágil, siempre considera que todos le están mirando, que el mundo gira en torno a su actuación. Está preocupado con el modo en que los demás van a evaluar sus actitudes y comportamientos y de este modo no tiene coraje para asumir sus propios deseos.
La timidez vuelve a las personas propensas a interpretar los acontecimientos de manera amenazante, con lo cual su autonomía se ve perjudicada, necesitando de algo o de alguien para sentirse seguro y tranquilo.
En nuestra actuación en el mundo trabajamos siempre en dos campos, el de la ilusión (fantasía, creencias) y el de la realidad (mundo objetivo). Nuestras opciones y formas de entender y de ser en el mundo nacen de estos focos de atención. Si tenemos una buena noción acerca de quienes somos y de lo que somos capaces, o sea, de nuestros potenciales y de nuestras posibilidades, actuamos en el mundo de forma más autónoma y segura. El conocimiento de uno mismo, aliado a la autoestima son los factores determinantes para modificar nuestra forma de relacionarnos con el mundo.
La timidez incomoda cada vez más. En nuestra sociedad competitiva, aquel que no se atreve, aquel que teme ser visto, ser percibido o cuestionado en sus opiniones, tiene más dificultades para relacionarse, conquistar su espacio profesional y con ello alcanzar el éxito esperado por la sociedad y muchas veces por él mismo. Es invariablemente frecuente recibir en mi consultorio personas que buscan librarse de ese sufrimiento. Desde los jóvenes que no consiguen expresarse en clase, a pesar de saber el tema, hasta los que no consiguen hacer amistades, pertenecer a un grupo, o arriesgar un ligue, sintiéndose excluidos y rechazados.
O bien, adultos muchas veces ya profesionales, que sienten dificultades para expresar sus conocimientos, liderar grupos, actuar con autoridad, establecer límites. Los tímidos sufren y pierden oportunidades profesionales, relaciones personales, vivencias, experiencias, porque no se lanzan en el mundo. La sociedad prefiere a aquel que sepa defender sus ideas y sus puntos de vista.
Sirley Bittú é Psicóloga Especialista Clínica pelo Conselho Federal de Psicologia
Psicodramatista Didata Supervisora
Terapeuta em EMDR pelo EMDR Institute/EUA
Consultório (11) 5083-9533 Email: [email protected] Visite o Site do Autor