Aquella noche no conseguía dormir...
Muchas cosas imprevistas habían ocurrido en los últimos días, que hacían que mi rutina se transformase completamente... nuevos quehaceres que se tornaron más urgentes reclamaban mi atención y las cosas que hacía antes, también continuaban existiendo... al fin y al cabo, cuando un acontecimiento nuevo desvía los rumbos de nuestro día-a-día, los otros quehaceres no dejan de existir como por magia...
Por esas y por otras cosas mis pensamientos habían decidido no dejarme pegar ojo hasta un buen trozo de la noche...
Las cosas que reclamaban solución decidieron permanecer bailando en mi mente en pensamientos cada vez más rápidos.. Cuanto más intentaba alejarlos, más fuerza cobraban... y mi cabeza se fue calentando a punto de casi entrar en ebullición...
Caramba... yo sé que el camino para solucionar todo esto no pasa por la repetición de las mismas cosas, buscando soluciones solamente en los dominios de la razón... repetirlas así sólo hace que ellas parezcan cada vez mayores y más asustadoras... pensé con un restito de lucidez que mi mente me permitió...
Pero los pensamientos no me dan ni una pequeña tregua para relajarme...
Sé que la solución viene de otro punto y de una forma que yo siquiera imagino... por ello, no sirve de nada permanecer pensando sobre todas esas cosas... eso sólo hace quitarme el sueño y calentar mi cabeza, además de alejarme cada vez más del centro... aquel punto donde nada nos afecta y donde son encontradas todas las soluciones, en el silencio.
Pero, solamente saber... no sirve de nada... especialmente en esos momentos en que los pensamientos aflictivos ya casi se han adueñado de la situación...
Fue cuando, como una tabla de salvación... desde lo más hondo de mi corazón... una voz ha comenzado a decir suavemente una palabra mágica... tan suavemente que la fuerza de los pensamientos casi no me ha dejado prestar atención... pero la fuerza de la suavidad ha sido mayor y he podido escuchar a mi corazón repetir...
Entrega... entrega... entrega...
Una entrega profunda es el camino... he recordado lo que ya sabía...
Pero ¿cómo entregar si mi cabeza insiste en recordarme tantas cosas?
En el mismo momento, como una respuesta a mi pregunta, se me ha aparecido un inmenso caldero... e instintivamente arrojé allí todos los pensamientos.
Ahora... ya a distancia... sintiendo un gran alivio, he podido ver cómo ellos giraban y giraban en el caldero, como una sopa de letritas... observaba las frases y más frases entremezclándose... separándose en palabras y después en letras... hasta que todo se disolvió, generando una gran energía... como en una olla a presión...
Vacía de los pensamientos, he entrado en un espacio de silencio... y en ese espacio he podido sentir profundamente mi corazón y sentir cada vez más el silencio... desde el silencio un hilo me ha conducido a lo Sagrado...
Agarré aquel inmenso caldero burbujeante de pensamientos ya transformados en energía... y lo “entregué” al Gran Misterio...
Yo sabía que de toda aquella energía vendría la solución... y no analizándolo todo y colocándolo en compartimientos para encontrar racionalmente el mejor camino... sino como un ‘insight’ precioso... que habría de transformar todo aquello en una certeza que procede del Alma y que por ello no requiere grandes explicaciones...
Hice una entrega muy profunda y verdadera... nada de mi deseo importaba ahora, porque tuve, una vez más... la certeza absoluta de que de esa conexión con lo Sagrado... vendría la respuesta que necesito...
Y a la mañana siguiente ya no me acordaba siquiera de todos los motivos que tuve para perder el sueño, porque sabía exactamente cómo actuar de forma simple y natural... con una aceptación tranquila de todo lo que estaba ocurriendo.
La entrega del control a nuestro “Yo” que sabe... opera verdaderos milagros donde todos los otros caminos ya han sido pensados y repensados...
Por eso, cuando no sepas qué hacer... entrega tus caminos al Gran Misterio... Él, ciertamente, sabe...