Desde pequeños hemos sido acostumbrados a identificarnos con los héroes de los cuentos infantiles, de las historietas, del cine. Toda la literatura que ha formado parte de nuestro imaginario está repleta de figuras heroicas, que nos han compelido a querer demostrar también, a lo largo de la vida, nuestro coraje y valor.
No obstante, en nuestra sociedad, la figura arquetípica del héroe, que defendía principios elevados y nobles, ha venido siendo, cada vez más, identificada y confundida con la imagen del vencedor en el mundo corporativo, en el cual alcanzar una posición de destaque es una batalla cada día más encarnizada.
No en balde la mayoría de nosotros se ve en la obligación de coleccionar, desde muy pronto, gran cantidad de signos exteriores que atestiguan esta condición de vencedores en la selva social: prestigio, status, riqueza material y poder social.
Está claro que tener una situación económica confortable, que nos garantice vivir con dignidad y poder realizar algunos sueños es lo que todos deseamos, y nada hay de equivocado en ello.
Sin embargo, cuando colocamos este objetivo como única meta de nuestra vida, estamos abriendo la puerta a una postura excesivamente competitiva, que fácilmente nos llevará a abrir mano de principios y valores para alcanzar ese objetivo.
La agresividad en el mundo del trabajo, tan valorada y estimulada actualmente, hace que los jóvenes se conviertan en blanco fácil de la ilusión material, visto que todavía no están lo suficientemente maduros para conocer qué es lo que realmente les hará felices, dejándose, por tanto, enredar con gran facilidad por los reclamos de la industria del consumo.
Para consumir cada vez más es necesario ganar cada vez más. Para alcanzar tal objetivo, la competición se torna cada vez mayor y, demostrar que se es mejor que el otro, se convierte no solamente en una obligación, sino en una verdadera obsesión.
En estos tiempos de masificación exacerbada, es imprescindible reflexionar acerca de la especie de héroe que queremos encarnar. ¿Aquel que tiene como objetivo la defensa de ideales elevados, que miran no sólo a su propio beneficio sino también al de sus semejantes, o el que busca apenas el poder, la dominación y la obtención permanente de ventajas individuales, como forma de compensar su indigencia espiritual?
Todo ser humano anhela un estado de satisfacción interior que sea resultado de sus conquistas. Sin embargo, esta satisfacción es todavía mayor cuando las conquistas no son apenas de naturaleza material, sino principalmente aquellas que se alcanzan sobre nuestros miedos, debilidades y limitaciones. Esta es la mayor y más valiosa batalla de la cual necesitamos salir vencedores.
Sin tal consciencia, continuaremos siendo presa fácil de las ilusiones y de la presión por la búsqueda de resultados meramente materiales, que si no tienen como base la seguridad y el equilibrio interior, pueden, al desaparecer, llevar consigo nuestra sanidad.
Una parte más del comentario de Osho sobre la obra “El Secreto de la Flor Dorada”, que versa sobre el florecimiento de la visión taoísta acerca de la vida y de la existencia:
“Esto es lo primero que debe ser entendido. Una vez que tomes la decisión de seguir el camino hacia dentro, una vez que tomes la decisión de ser un sannyasin, de ser un meditador, una vez que tomes la decisión de que ahora el interior está llamando y vas a emprender la búsqueda de la cuestión ‘¿Quién soy?’, entonces lo primero que debes recordar es: no te muevas de manera tensa. Muévete de manera muy relajada, certifícate de que tu jornada interior está confortable. Esto ahora es de inmensa importancia.
Normalmente este primer error le ocurre a todo el mundo. Las personas comienzan a hacer su jornada interior innecesariamente complicada, incómoda. Esto ocurre por cierta razón. Las personas están rabiosas con los demás en su vida normal. Están violentas con los demás. En sus extrovertidas jornadas normales, son sádicas: gustan de torturar a los otros, de derrotar a los otros, de competir con los otros, de conquistar a los otros. Todo su placer está en cómo hacer que los otros se sientan inferiores a ellas. Esto es su jornada extrovertida.
Esto es la política. Esta es la mente política, constantemente intentando tornarse superior a los otros, legal o ilegalmente, pero manteniendo el constante esfuerzo para derrotar a los otros, a toda costa. Si el otro tiene que ser destruido, entonces que sea destruido. Pero hay que salir vencedor: ser el primer- ministro, ser el presidente, ser esto o lo otro, a toda costa. Y todos son enemigos, puesto que todos son competidores.
…Siempre que hay competición, es muy probable que exista enemistad. ¿Cómo vas a ser amigable con personas que están compitiendo contigo, que son peligrosas para ti y para las cuales tú eres peligroso? O ellas vencerán y tú serás derrotado, o tú serás el vencedor y ellas habrán de ser derrotadas. Así, todo cuanto vosotros llamáis amistad, es simplemente una fachada, una formalidad… Este mundo se ha vuelto un campo de guerra debido a la educación orientada hacia la ambición y la política.
…Toda especie de estupidez se ha vuelto posible debido a un simple error. El error es: mientras tú vives externamente, intentas hacer que la vida sea difícil para los demás; y cuando comienzas a volverte hacia dentro, existe una posibilidad de que la vieja mente trate de hacer que tu vida sea difícil.
Recuerda que el buscador interior tiene que estar cómodo, porque solamente en una situación confortable, en un estado relajado, alguna cosa podrá ocurrir. Cuando tú estás tenso e incómodo, nada es posible. Cuando tú estás tenso e incómodo, tu mente está preocupada, tú no estás en un espacio de silencio.
… Ponte cómodo, relajado. No hay necesidad alguna de torturarse, ni de crear problemas innecesarios. Abandona esa mente de rabia, violencia y agresión; y solamente entonces conseguirás moverte hacia dentro. Porque solamente en una conciencia relajada es posible flotar internamente, cada vez más hondo. En completa relajación se alcanza el centro más interno. (…)”
OSHO – The Secret f Secrets (El Secreto de los Secretos) – vol II – Cap. 1 – Traducción: Sw. Bodhi Champak