Me he despertado y he visto que todavía estaba oscuro... pronto me he acordado de que estaba en las montañas y eso me ha dado una gran alegría... pero al mismo tiempo he recordado que al día siguiente estaría de vuelta para casa y a ese pensamiento han seguido otros recordándome las cosas que haría al día siguiente... y al otro... y a la semana siguiente... Y sin darme cuenta he ido llenando mis días de quehaceres. El sueño se fue pasando y con él, el encantamiento de estar allí en aquel lugar... distante de todo...
Luego una voz muy conocida, que siempre viene en mi auxilio en los momentos en que casi me pierdo de mí misma, me ha hablado mientras me mostraba una hoja de papel en blanco.
-Tú estás pintando el futuro con los colores del pasado...
Era todo cuanto yo necesitaba oír.
En el mismo instante he visto cómo marcaba en el papel en blanco cada cosa que programaba y así he notado que hacía un dibujo en el papel basado en mis experiencias pasadas... pintaba el papel a medida que programaba cosas que pensaba tener que hacer.
He limpiado todo muy deprisa dejando el papel blanquito nuevamente... y he ido volviendo al presente para disfrutar de lo que estaba viviendo en el momento...
He recordado que cada día puede siempre traer lo inesperado si no lo llenamos hasta el final con nuestras expectativas y con las cosas que pensamos que tienen necesariamente que suceder en cada día.
He visto claramente cómo estaba usando el precioso “presente” para pintar el futuro con los colores del pasado y de lo ya vivido.
Nosotros recibimos de regalo una hoja de papel en blanco juntamente con cada día que llega y si no estamos atentos podemos pintar ese papel con tantas cosas que ya han pasado... y no dejar siquiera que el presente traiga todos los colores que el Gran Misterio nos puede revelar...
Colores nunca imaginados pueden llegar así inesperados y brillantes, en un día cualquiera... y darnos la certidumbre de que, mucho más allá de lo que podemos pensar... el Universo “sueña”...