La travesía desde la corporalidad hacia la espiritualidad es un desafío atrayente y altamente benéfico para la salud espiritual de quien lo realiza.
De la animalidad a la humanización, hemos pasado por varias experiencias existenciales y hoy atravesamos un período en que, según nos enseña Lama Govinda en el Libro Tibetano de los Muertos, ha llegado el momento de romper el silencio.
La raza humana se encuentra en una encrucijada: subyugarse a la vida material o buscar la conquista del mundo espiritual.
Sometida a los caprichos y devaneos de la corporalidad inconsciente, la criatura acaba deteriorándose y se ve asolada por acontecimientos que hacen de este tránsito encarnatorio un período áspero y difícil. Tanto es así, que hoy el índice de depresión y violencia es alarmante, mientras que la pedofilia y el acoso sexual aumentan asustadoramente.
El hombre teme a todo ello, pero se ve impotente y sin muchas alternativas, porque el remedio para curar estos males no está disponible en los anaqueles de las farmacias ni en manos de la medicina convencional.
La solución surge de los caminos alternativos y esta es la propuesta que está contenida en la vivencia que desarrollo bajo el título de El Arte de Vivir sin Miedo.
Somos seres inacabados corporalmente, pero preparados y con atributos divinos en desarrollo desde el punto de vista de la esencia espiritual.
Mudra es la ciencia psíquica que relaciona las manos con el cerebro, los gestos con el estado de conciencia. Ella elucida que “el hombre es un organismo que ha desarrollado una íntima relación entre manos y cerebro”.
En verdad estamos descubriendo que nuestro cuerpo habla, que él no miente, expresando siempre lo que va en el alma. Carlyle dice que el cuerpo humano es el milagro de los milagros.
Examinando nuestro cuerpo aprendemos que en las manos, en el cerebro, en el oído, en cada órgano, en fin, están contenidos recursos amplios que desarrollados pueden dar al Espíritu, el ser inteligente del Universo que lo habita, habilidades y canales para que éste pueda tener acceso con claridad y calidad al Universo, garantizando a si mismo una ‘multivivencia’.
Multivivencia significa el tránsito que el ser realiza tras conocer, experimentar, disciplinar y espiritualizar, todo el instrumental disponible en el cuerpo, emergiendo, entonces, desde la corporalidad hacia la espiritualidad.
Ahí entonces, el ser inteligente, la esencia, estará seguro y consciente de sus acciones terrenas, practicando la espiritualidad a través de la mirada, del lenguaje, del oído y de las manos.
En fin, él habrá intelectualizado la materia, como informa Allan Kardec, el pedagogo francés que organizó, con la ayuda de los Espíritus, la Doctrina Espírita; o bien educará a su caballo, de acuerdo con los fundamentos de la Umbanda; o también, habrá adiestrado su instrumento existencial, conforme al concepto holístico.
Y ya no sentirá miedo de elegir caminos ni de tomar decisiones, porque tendrá bajo su dominio facultades y herramientas que le garantizan la tranquilidad en el pensar y en el obrar. ¿Estará inmune a las enfermedades, a las contingencias de la vida terrena? Todavía no.
Preguntaron a un indio, que caminaba por la selva al lado de un hombre blanco:
-¿Estás perdido? Y él respondió:
-No. Mi casa es la que está perdida, yo no.
El ser humano, que conoce y practica el arte de vivir sin miedo, que da calidad a sus acciones a través del desarrollo y apertura de canales corporales para que su esencia espiritual actúe con calidad en este período existencial, aún estará sujeto a las leyes causales de la vida terrena y acarreará en el cuerpo y en el alma ingredientes kármicos e imperfecciones naturales.
No obstante, no se somete al sufrimiento, no se desvía de su itinerario y no se fragiliza ante los obstáculos.
Se sirve de todo y de todos como apéndices para realizar con éxito su aventura existencial, ejecutando cada acto de su vida con la calidad, la profundidad y la intrepidez de los hijos de la victoria.
Este ejercicio ha sido creado por Leo Artese. Es de gran utilidad siempre que se realice de modo consciente. Antes de realizarlo, ejercita bastante la respiración y conquista plena conciencia de que tú eres un ser/esencia conectado con el Universo.
COMO TRANSFORMAR LA ENERGÍA DEL MIEDO
Respira e inspira.
Concéntrate en tu respiración, observa tu inspirar y el expirar, haz esto hasta sentir que tu mente ha dejado de conversar y hay silencio en ti.
Tu atención está centrada en tu respiración.
Si alguna imagen o percepción surge en tu mente, centra nuevamente tu atención hacia tu respirar.
Observa ahora dónde, en tu cuerpo, hay alguna sensación de miedo, dónde se encuentra tenso.
Al identificar el lugar, o lugares, dirige la respiración hacia ese lugar (siempre uno de cada vez, caso haya más de un lugar tenso)
Coloca toda tu respiración en el centro de tu miedo. Siente el nudo de la tensión deshaciéndose poco a poco.
Percibe el miedo como si fuera un músculo retorcido y tu respiración como un suave y curativo masaje que deshace el nudo.
Estás siendo tocada con cariño. Siente como te liberas de ese nudo.
Inspira una energía luminosa proveniente de la naturaleza y expira esta luz a través del lugar del miedo. Observa: el calor de la luz afloja la tensión y abre el nudo, no hagas fuerza – apenas respira calmamente y “mira” la respiración, cómo disuelve el “nudo”, y el miedo, cómo se esfuma.
Siente cómo la energía luminosa deshace el miedo, escucha el sonido de la luz, como una cascada de aguas puras y frías que está limpiando el miedo de tu cuerpo.
Permite a la respiración que haga un remanso en tu cuerpo y tu alma.
Afirma en voz alta: ¡Yo soy luz! ¡Yo soy coraje! ¡Yo soy libre!
Gracias, Madre Naturaleza.
Paz, salud y prosperidad a todos.
Wilson Francisco é Terapeuta Holístico, escritor e médium espírita. Desenvolve o Projeto Mutação, um processo em que faz a leitura da alma da criatura e investigação do seu Universo, para facilitar projetos, sonhos e decisões, descobrindo bloqueios, deformidades e medos que são reprogramados energeticamente.
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