Por ironía del destino, yo acababa de recibir mi primer teléfono, después de largos años de espera, y aquella sería la primera llamada de él para mí.
Todavía es necesario esperar al tiempo hábil para hacer el análisis que compruebe mi estado. Es la espera más angustiante de mi vida. Si no hubiese cometido la imprudencia de compartir una sospecha que podría no confirmarse, no tendría que estar sufriendo tanto por anticipado. Pero estaba tan feliz con la posibilidad, y tan segura de los sentimientos de él, que no me pasó por la cabeza que él podría tener aquella reacción asustadora.
Pero este silencio aterrador es la prueba más elocuente de sus verdaderas intenciones.
Cuando el resultado del análisis confirma mis sospechas, y es más que evidente que él no va a telefonearme, es como si despertase bruscamente de un sueño. Estoy ante un hecho concreto de la mayor gravedad, y me corresponde sólo a mí decidir qué rumbo dar a mi vida.
La distancia que siento de mis familiares es demasiado grande, no tengo condiciones para recurrir a ellos a fin de que me aconsejen. La decisión que voy a tomar tiene que ser rápida, el tiempo corre en contra de mí.
La angustia es tanta, que acabo revelando mi situación a alguna amiga, pero ahí también queda claro que nadie puede ayudarme en esta hora.
Cada minuto que pasa acerca más la espada a mi cabeza.
En el colmo de la desesperación, tragándome el orgullo, decido telefonear para comunicar a M. mi estado y decir que, aun sin contar con su apoyo, he decidido arcar con las consecuencias de asumir sola a esta criatura. Temblando como una hoja, marco el número tan familiar y la voz, tan familiar, que me responde dice con todas las letras: “No, no es aquí”.
El dolor que siento es exactamente como si alguien me clavase un puñal en la barriga.
Digo algunas cosas sin nexo al teléfono y comienzo a vomitar sin parar. Cuando me calmo, es para constatar que aquel sentimiento de orgullo que yo sentía, por poseer un bien precioso que era sólo mío, se ha transformado en un sentimiento desconocido, muy ruin, e imposible de soportar. No me siento con derecho de implicar a una criatura inocente en otra más de mis colosales equivocaciones. Tengo miedo de haber ya comenzado a envenenar a ese embrión inocente. Después de tantas dudas angustiantes, la verdad con que me deparo es que no tengo la menor estructura para cargar con una responsabilidad tan grande. No soportaría poner en el mundo una reproducción de mí misma, ya marcada de antemano por el estigma del rechazo.
Como una autómata, y con una lucidez espantosa, tomo todas las providencias para acabar lo más deprisa posible con esta agonía, es como si fuese a amputar un miembro gangrenado.
Ahora que todo está consumado es cuando tengo la nítida sensación de haberme transformado en una rama seca.
Exactamente nueve meses después de lo ocurrido, M. llama nuevamente a mi puerta, pidiendo para entrar. Siguiendo el primer impulso, casi le hago rodar escalera abajo. Yo misma me asusto con mi reacción irracional.
Con la esperanza de encontrar algún alivio, planeo un viaje a Europa con una amiga.
Todos los lugares familiares, en vez de traerme paz, han perdido completamente su encanto, nada tiene la menor gracia.
Es preciso encontrar un nuevo escenario para que mi alma reciba un poco de refrigerio.
Es en Asís donde la piedra de odio que acarreo dentro de mí consigue explotar como un absceso que revienta. En el convento de Santa Clara, tengo un encuentro emocionante con una hermana clarisa, que habla conmigo detrás de un biombo, cubierta por un velo, y me promete orar por mí y por el Brasil.
Desciendo sola hasta la cripta donde reposa el cuerpo embalsamado de la santa, y ante aquella presencia que me proyecta a otra dimensión, dejo finalmente disolver el bloque de piedra que me sofoca, en un llanto irrefrenable y liberador.
Comprendo finalmente que si no consigo extirpar de mi este odio que entraña todo mi ser, todos los sufrimientos de mi vida habrán sido en vano.
Lo que ocurre en presencia de la santa es el primer paso para mi desintoxicación.
Sobre o autor Angela Li Volsi é colaboradora nesta seção porque sua história foi selecionada como um grande depoimento de um ser humano que descobriu os caminhos da medicina alternativa como forma de curar as feridas emocionais e físicas. Através de capítulos semanais você vai acompanhar a trajetória desta mulher que, como todos nós, está buscando... Email: [email protected] Visite o Site do Autor