De vuelta a la rutina del día-a-día, la decisión irreversible que he tomado, con espantosa lucidez, comienza a cobrarme su precio. Como si estuviese volviendo de una anestesia, aquel miembro imaginario que he amputado comienza a doler de manera insoportable.
La catarsis en Asís fue sólo la primera toma de conciencia de la violencia que he acabado de cometer sobre mí misma. Aquel antiguo, oscuro miedo de una punición sobrenatural comienza a tomar cuerpo. Me siento como la última de las criminales, una maldita que ya no merece encontrar la paz.
Mi vida necesita continuar aparentando normalidad, pero sólo Dios sabe el infierno que estoy preparando para mí misma.
Los dolores que siento por todo el cuerpo son insoportables, pero me niego a tomar remedios paliativos. Continúo dando todas las clases, que, además, son mi única fuente de energía.
Todos los días voy a almorzar a casa de mis padres, me siento como una condenada, nada consigue alegrarme. Percibo cada vez más el peso de mi soledad, porque nunca he podido compartir con ellos mis verdaderos problemas.
También percibo que aquellos almuerzos siempre han sido un pretexto para que mi madre pudiese desahogar toda su decepción y amargura con la vida que lleva.
Ella está cubierta de razón, pero yo no tengo ya estructura para dejarla hablar fingiendo que está todo muy bien, intentando poner paños calientes, como siempre hice. Acabo sintiéndome, en vez de nutrida, envenenada por aquella comida. Por otra parte, sé que este es el único modo que mi madre conoce de demostrarme su afecto.
Mi deseo de expiación me hace reaproximarme a la iglesia católica, pero no tengo coraje de confesarme con un cura, no soportaría palabras de censura o condenación. Mi pecado es tan grande, que no consigo expresarlo verbalmente a nadie. En el fondo, mi orgullo no me permite considerar a ningún ser humano suficientemente preparado para entender mi problemática. Por eso, prefiero dirigirme directamente a Dios, sin intermediarios.
Por la misma razón, ya no me siento en condiciones de continuar mi tratamiento homeopático, porque esto significaría revelar al médico lo que me ha sucedido.
Ahora sé que era exactamente lo que debería haber hecho, pero mis bloqueos en aquella época me hicieron ir en la dirección opuesta.
Por suerte, como siempre en los momentos cruciales de mi vida, mis guías espirituales me hicieron encontrar el antídoto de que estaba necesitada en aquel momento.
“Por casualidad”, me enteré de la existencia de un movimiento espiritual de ámbito internacional que, independientemente de la religión profesada por sus seguidores, funciona como vehículo de elevación espiritual.
Ese movimiento se llama SUBUD, ha sido recibido en una iluminación fulgurante por un indonesio conocido como Bapak (que, en indonesio, quiere decir “padrecito”).
Me agarro a esta novedad como a una tabla de salvación. Antes de recibir la denominada “apertura” los postulantes necesitan estar durante un período de tres meses teniendo encuentros semanales con los “ayudantes”, quienes explican en qué consiste esta práctica, y responden a todas las eventuales preguntas. Es muy bueno saber que alguien, sin cobrarme nada, se dispone a compartir mis dudas, mis angustias, con el único afán de ayudarme a disolverlas.
Recibo la “apertura”, que consiste en ser admitida a formar parte del “latihan” (que quiere decir ejercicio) el cual se practica de la siguiente forma:
En presencia de por lo menos una ayudante, las mujeres (separadas de los hombres, que practican en una sala al lado) permanecen de pie, con los ojos cerrados, hacen una entrega mental al poder de Dios, y dejan que su cuerpo reciba todo aquello que aparezca, sin censura y sin enjuiciamiento. Las manifestaciones son las más variadas, dependiendo de aquello que cada cual necesita recibir.
Desde el primer momento, experimento con enorme sorpresa la acción de una fuerza interna, misteriosa, que hace mover mi cuerpo en movimientos involuntarios, absolutamente imprevisibles, y hace que él pare inmediatamente cuando el ejercicio termina. Ser guiada por esa fuerza interna desconocida me trae un enorme alivio y un sentimiento de gratitud por esta especie de confirmación de mi naturaleza divina...
Como de costumbre, me lanzo en cuerpo y alma a esa nueva promesa de encontrar finalmente la tan deseada paz interior.
A partir de la apertura, puedo frecuentar la sede de una a tres veces por semana, para practicar el latihan. El objetivo de esta práctica, según me fue explicado, y tal como lo entendí, es el de purificar cada vez más todas las capas del ser, hasta conseguir ser guiada únicamente por la voluntad de Dios.
Dicho así, parece muy sencillo y bonito, pero está claro que en la práctica las cosas no pasan con tanta sencillez. En primer lugar, comienzo a sentir cada vez más dolores. La explicación que recibo es que esto forma parte de la purificación que el propio ejercicio promueve.
Como todo el énfasis se da a la capacidad de que cada uno se entregue a Dios, y como mi tendencia es la de llevar todo al pie de la letra, tomo muy en serio las obligaciones que pertenecer al movimiento comporta. Acabo formando parte del comité de la directiva, asumo varias tareas, lo cual aumenta mis responsabilidades.
Después de seis meses desde mi ingreso, voy a participar en un congreso mundial en Toronto, con la presencia de Bapak y sus familiares. Es una experiencia muy fuerte sentir que formo parte de esta inmensa familia espiritual, sin fronteras de idioma, raza, color o religión.
Algunos años más tarde participo también en otro congreso en Londres, siempre con la presencia de Bapak. Las demostraciones del poder espiritual interno de cada cual, que los ejercicios proporcionan, son absolutamente exaltadoras y nos hacen entrar en contacto con insospechadas capas de nuestro ser.
Pero, invariablemente, el retorno a mi realidad del día-a-día, hace doler todavía más todas mis carencias.
Sobre o autor Angela Li Volsi é colaboradora nesta seção porque sua história foi selecionada como um grande depoimento de um ser humano que descobriu os caminhos da medicina alternativa como forma de curar as feridas emocionais e físicas. Através de capítulos semanais você vai acompanhar a trajetória desta mulher que, como todos nós, está buscando... Email: [email protected] Visite o Site do Autor