El deseo de ser perfecto genera una eterna insatisfacción con aquello que somos, con nuestra propia vida, y es uno de los principales obstáculos para la felicidad.
Si reflexionamos seriamente acerca de las expectativas y deseos que nutrimos respecto de nosotros mismos, podremos sorprendernos al constatar que la mayoría de ellos se funda en patrones establecidos por los demás, inicialmente por nuestra familia y más tarde por la sociedad.
Aquellos que nunca están satisfechos con su propio modo de ser, examinan sus problemas con una lente de aumento, ampliándolos enormemente y censurándose por no ser capaces de corresponder a aquello que, imaginan, el mundo espera de ellos.
Para que nos libertemos de esa armadilla, de la cual muchos se tornan verdaderos prisioneros, debemos aceptar nuestras limitaciones como algo inherente a la especie humana.
Aceptar que podemos ser felices incluso con nuestras imperfecciones es el primer paso para el desarrollo de nuestra autoestima. Amarse es la condición esencial para que los demás también nos amen.
Si no nos consideramos dignos de admiración y respeto, nos colocaremos ante el mundo en una condición de inferioridad, contentándonos con las migajas de atención que nos ofrezcan, como si no fuésemos dignos de algo mejor.
Siempre que el sentimiento de insatisfacción nos domine, debemos buscar en nuestro interior las raíces de ese descontentamiento, identificar el momento en que han sido plantadas en nuestra mente, y qué las hizo convertirse en verdades absolutas.
Solamente el cuestionamiento permanente de nuestra negatividad puede desmantelar las estructuras en que ésta se apoya y traer a la superficie la Luz que habita nuestro ser.
Sin esto, continuaremos exigiéndonos a nosotros mismos un modelo de perfección ilusorio, determinado por el ego, y que, por tanto, jamás podrá ser alcanzado.
“Amado Osho,
Constantemente estoy criticándome y enjuiciando a los demás. Esto me hace sentir dividido y tenso, y no puedo establecer un contacto verdadero con las personas o la naturaleza. Deseo abrir mi corazón y no sé cómo hacerlo. Por favor ¿puedes decir algo acerca de esto?”
…este es nuestro mundo… donde todos están juzgándose equivocados y juzgando a los demás como equivocados. ¿Cómo puedes tú ser amoroso, amigable, confiado? ¿Cómo puedes abrir tu corazón? Permanecerás aislado, completamente encerrado, vivirás en un mundo que tú condenas y que te condenará.
No es esta una bella situación, pero tienes que comprender; preguntarme “¿Cómo abrir mi corazón?” No es la pregunta verdadera. La verdadera pregunta es saber cómo has conseguido cerrarlo.
Deja de juzgar.
Sea lo que fuere que estés haciendo, si te gusta lo que haces, hazlo. No existe la cuestión del enjuiciamiento; ninguna otra persona tiene el derecho de decir que lo que estás haciendo está equivocado. Si te gusta hacerlo y no estás hiriendo a nadie, no estás perturbando a nadie…
Pero este es un mundo muy raro…
…Poco a poco la persona tiene que afirmarse, dejar clara su posición. A menos que yo pisotee el derecho de otra persona… - si estoy haciendo algo que me gusta y no veo que sea perjudicial de ninguna manera, entonces, no permitiré a nadie juzgarme, porque no se trata apenas de la cuestión de este acto, se trata de una cuestión de toda mi vida.
“Estás enseñándome una muy sutil enfermedad del enjuiciamiento”. Y, cuando yo me condeno a mí mismo ¿cómo podría dejar a alguien sin condenación?
…En primer lugar, naturalmente, te juzgas a ti mismo de todos modos. Ningún hombre es perfecto, y ningún hombre jamás puede ser perfecto – la perfección no existe – así, el enjuiciamiento es muy fácil. Eres imperfecto, y por ello, hay cosas que ponen de manifiesto tu imperfección. Y, después, sientes rabia, rabia de ti mismo, rabia del mundo entero: “¿Por qué no soy perfecto?”
Después miras apenas con una sola idea: descubrir imperfecciones en todo el mundo. Y después, quieres abrir tu corazón… naturalmente… porque, a menos que abras tu corazón, no hay ninguna celebración en tu vida; tu vida es casi muerta. Pero no puedes hacerlo directamente: tendrás que destruir toda esa educación, desde sus verdaderas raíces.
Así, lo primero es esto: deja de juzgarte. En vez de juzgar, comienza a aceptarte con todas tus imperfecciones, todas tus debilidades, todos tus errores, todos tus fracasos. No te pidas a ti mismo ser perfecto – esto es, simplemente, pedir lo imposible y, después, tú te sentirás frustrado. Eres un ser humano, a fin de cuentas.
…Así, lo primero es una profunda aceptación de ti mismo.
…lo primero es esto: no te juzgues. Acepta humildemente tu imperfección, tus fracasos, tus errores, tus faltas. No hay necesidad alguna de fingir otra cosa. Sé tú mismo: “Así es como soy, lleno de miedo. No puedo andar en la noche oscura, no puedo ir a la espesura del bosque”. ¿Qué hay de equivocado en ello? – Es humano.
Una vez te aceptes, serás capaz de aceptar a los demás, porque tendrás una clara visión interior de que ellos están sufriendo la misma dolencia. Y tu aceptación hacia ellos les ayudará a aceptarse.
Podemos revertir todo el proceso: acéptate. Esto te vuelve capaz de aceptar a los demás. Y porque alguien los acepta, ellos aprenden la belleza de la aceptación por primera vez - ¡cuánta tranquilidad se siente! – y comienzan a aceptar a los otros.
…El enjuiciamiento es feo – hiere a las personas. Por una parte, las vas lastimando, hiriéndolas; y por otra, deseas su amor, su respeto. Eso es imposible.
Ámalas, acéptalas y, tal vez, tu amor y tu respeto puedan ayudarlas a modificar muchas de sus debilidades, muchos de sus fallos – porque el amor les dará una nueva energía, un nuevo significado, una nueva fuerza. El amor les dará nuevas raíces para alzarse contra los vientos fuertes, un sol ardiente, la fuerte lluvia.
Si apenas una única persona te ama, esto te hace tan fuerte como ni siquiera lo puedes imaginar. Pero si nadie te ama en este vasto mundo, permaneces simplemente aislado; entonces, piensas que eres libre, pero estás viviendo en una celda aislada en una cárcel. Una celda aislada invisible; la que llevas a cuestas.
El corazón se abrirá por sí mismo. No te preocupes con el corazón. Haz el trabajo preparatorio.
OSHO, The Transmisión of the Lamp