Hubo un tiempo en que fuimos iniciados en las artes del espíritu.
Habíamos penetrado en las brumas de los misterios y levantado el velo de las ilusiones.
¡Habíamos quedado frente a frente con la Luz!
Y descubierto el misterio de nosotros mismos.
El ojo espiritual franqueó los Planos Invisibles y nos mostró la Luz Perenne.
Nos fue revelada la Sabiduría Arcana, y Ella era puro amor sereno.
En su presencia solemne, nuestras posturas equivocadas y nuestras emociones oxidadas se han muerto... disueltas en la Luz.
Despojados de nuestra antigua arrogancia, ¡hemos renacido... dorados de Amor Sereno!
El hierro sucio (el Yo antiguo, miedoso y tristón) se disolvió...
Y, en su lugar, ha surgido el Ser Dorado (El Nuevo Hombre) renacido de las entrañas de sí mismo e iniciado en la Conciencia Universal.
Expuestos a la Luz Suprema, desnudos, en Espíritu y Verdad, hemos jurado seguir los designios Superiores de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Sí, hubo un tiempo en que fuimos iniciados juntos, en Espíritu y Verdad.
Sin embargo, no hemos conseguido aplicar en la vida y en nuestras relaciones con los demás, aquello que la Luz nos ha enseñado.
Hemos permitido que nuestro discernimiento se embotase con las emociones pesadas y las energías mezquinas.
Gradualmente, bajo el dominio de las ilusiones, hemos ido oxidándonos nuevamente...
Entonces, nuestros ideales espirituales han sido manchados por la sangre de nuestras espadas.
La senda iniciática, que tanto apreciábamos, ha sido inundada de sangre y violada por nuestros actos violentos y sin méritos.
Lentamente, esa Luz ha ido desvaneciéndose dentro de nuestras emociones violentas.
Felizmente, la Justicia Cósmica nos ha sujetado inexorablemente en su inmensa tela kármica.
Bajo su acción depurativa, el dolor se hizo presente en nuestros caminos.
Espoleados por los desengaños y posturas equivocadas, lamemos nuestras heridas y lloramos el dolor de la caída en lo profano.
En realidad, hemos profanado a nosotros mismos y hemos pisoteado nuestros ideales, llenos de engreimiento y de vanagloria.
Con todo, la Luz no estaba muerta dentro de nosotros.
Paciente, ella nos ha esperado en secreto.
Ella sabía que en nuestra caída estaba el embrión de una gran lección y la posibilidad de recomenzar.
Serenamente, ella ha visto al tiempo y al karma (del sánscrito: es la Ley universal de causa y efecto) operar su trabajo de regeneración en nosotros...
La Rueda de la Vida ha girado, el tiempo ha pasado, y estamos juntos nuevamente.
Las enseñanzas herméticas del Antiguo Egipto y de la Grecia Antigua, la Espiritualidad de los Rishis (del sánscrito: sabios espirituales; maestros espirituales; mentores de la sabiduría contenida en los Upanishads) de la Vieja India, la Sabiduría del Tíbet y de la China inmemorial, la honra y la lealtad de los iniciados celtas de la Vieja Europa, los amores y los dolores del pasado, todo esto vive en nosotros.
Ojalá que, esta vez, seamos dignos de los valores espirituales que hemos desposado.
Ojalá que la herrumbre se disuelva nuevamente, y que brille en nosotros aquel amor sereno, como antes, en aquel tiempo bueno, en nuestros pensamientos, sentimientos y actitudes.
¡Sí, estamos juntos en la Luz!
Una vez más...
(Estas líneas van dedicadas al maestro búlgaro Omraam Mikhael Aivanhov).
¡Paz y Luz!
P.D.: Mientras yo escribía estas líneas, estaba presente en el ambiente el sabio mentor espiritual Ramatís, inspirándome con sus energías sutiles y su postura serena, amorosa y universalista. A ese gran amparador espiritual, nuestra admiración y gratitud.
Este texto ha sido encaminado originalmente para los 130 participantes del grupo de estudios y asistencia espiritual del IPPB