La vida no es algo fácil... ni para un padre, ni para un hijo. Ambos han de estar aprendiendo todo el tiempo. En “algunos casos” el tiempo trae la experiencia, que a su vez aporta el conocimiento; pero ¿cómo utilizarlo? He aquí las variables:
-Momento correcto;
-Lenguaje apropiado;
-Apertura necesaria.
Como puedes ver, las posibilidades de equivocarse son mayores que las de acertar.
Muchos padres se preocupan mucho, natural del instinto paterno. Otros entran en conflicto por no saber quién tiene la mejor “teoría” para poder enseñar. Otros se implican tanto, que acaban privando al hijo de pasar por una experiencia que sumaría puntos a su personalidad “estando él en lo cierto o equivocado”.
La súper protección, sin duda, afecta mucho a la personalidad. Se debe dejar al hijo lo más expuesto posible a las verdades del mundo, ser impreciso al explicar para que él mismo se sienta motivado para cuestionar, creando así la apertura. Dejar de hablar cuando percibas el silencio, pues en ese momento el mensaje puede estar “pasando de una oreja a la otra”, y volver cuando sientas que es el tiempo o el momento adecuado. Y por encima de todo, estar siempre actualizado, para poder usar el lenguaje apropiado y no permanecer hablando como un “carcamal” pelma y majadero. Permanece muy atento para no cometer los mismos errores que tus padres han cometido contigo. ¡Esa es la verdadera evolución!
Bueno, cuando todas las tentativas mencionadas fracasen, la solución es dejar que la cosa ocurra y así el infeliz acabará por aprender a base de “tortas”. Evita cualquier tipo de violencia, pero no pierdas el respeto jamás y acepta la maravillosa cualidad de único que tiene tu hijo.