En la primera parte hemos hablado de la necesidad de auto-conocimiento, con que poder rescatarnos a nosotros mismos y proporcionarnos paz de espíritu. Y para poder rescatarnos, necesitamos recuperar, poco a poco, varias de nuestras cualidades innatas, como por ejemplo, la honestidad y el coraje, que se han perdido en medio del proceso de nuestra educación recibida.
Así, ¿cómo conseguir rescatarnos?
¿Cómo conseguir emprender tarea tan hercúlea?
Un camino bastante válido es la meditación.
El ejercicio de la meditación nos ayuda a desconectarnos poco a poco del mundo que está por fuera de nosotros. A través del ejercicio de prestar atención a nosotros mismos desarrollamos el discernimiento y el coraje.
Otra cosa que tenemos que recuperar es la capacidad de concentración. Precisamente debido a que nuestra educación ha sido dirigida hacia "fuera" de nosotros hemos aprendido a dispersar nuestra atención.
Volvernos hacia dentro de nosotros mismos exige también un gran esfuerzo. La amplia mayoría de las personas tiene seria dificultad para "hacer silencio". Siempre está en medio del ruido: o es la televisión, que está continuamente encendida, o a todas horas se está al teléfono conversando con alguien... tratando de algún asunto "importante"... ahora entonces, con el advenimiento del teléfono móvil, la persona tiene acceso y todos tienen acceso a ella fácilmente... además de varios otros "artificios" para no estar en silencio.
Y todo ese ruido en que está envuelta hace que la persona mantenga su mente siempre dispersa y así se deje llevar por las situaciones... continuando en aquel patrón de simplemente seguir la dirección de lo que le dicen que debe ser... de hacer lo que tiene que hacer.
La capacidad de concentración nos ayuda a centrar el enfoque, a discriminar lo que pensamos y lo que sentimos, o sea, lo que sucede en nuestro mundo interior, y así, su ejercicio nos ayuda a desarrollar la capacidad de discriminar.
Sólo conseguimos desarrollar la capacidad de discriminación con el ejercicio de concentración sobre nuestro mundo interior.
Y en este sentido, la meditación es un poderoso instrumento para el desarrollo de la auto-consciencia. Pues es con el ejercicio de la meditación - diaria - como aprendemos a desarrollar la concentración: aprendemos a desconectarnos del mundo del lado de afuera y a atenernos a lo que sucede dentro de nosotros.
Podemos comenzar sintiendo nuestra respiración. Percibiendo el recorrido que hace el aire al entrar en nuestras fosas nasales y al salir de nuestros pulmones.
Podemos observar cómo tiende nuestra respiración a ser corta y entonces aprendemos a respirar más profundamente.
Al concentrarnos en nosotros mismos, podemos también aprender a relajarnos físicamente... y descubrimos lo cuánto estamos siempre tensos... ¡siempre en "estado de alerta" para atender a los requerimientos externos!
Cuando, durante el ejercicio de meditación, comenzamos a aprender a relajarnos físicamente comenzamos también a percibir cuál es la postura que nos resulta confortable. Descubrimos a través de la sensaciones físicas de confort - que vivenciamos durante el ejercicio de meditación - que en algunas situaciones nos colocamos de tal manera que tales sensaciones físicas están ausentes y en otras, presentes... He ahí la discriminación anunciándose.
La discriminación comienza a surgir cuando, además de percibir el confort físico con ocasión del ejercicio de meditación, aprendemos también, en ese momento, a escuchar lo que nuestro corazón dice.
Nuestra mente habla mucho - puesto que es de su naturaleza producir tantos pensamientos - y no conseguimos fácilmente permanecer sin pensar en nada...
Por tanto... para escuchar nuestro corazón, primero precisamos aquietar nuestra mente charlatana y esto nos exige mucha paciencia, además de también necesitar de coraje para escuchar lo que va dentro de nuestro corazón, pues no siempre éste nos dice aquello que nos gustaría escuchar.
Escuchar nuestro corazón es entrar en contacto con nuestra realidad concreta; es entrar en contacto con nuestras creencias efectivas sobre nosotros mismos. A veces, puede ser más o menos de lo que pensábamos. Conseguimos, entonces, conocer un poco quién habita nuestro cuerpo.
El ejercicio de la meditación nos ayuda, en un primer momento, poco a poco, a hacer una verdadera limpieza interior; y, del mismo modo que cuando hacemos una buena limpieza general en nuestra casa o en nuestros armarios y cajones, percibimos qué cantidad de basura guardábamos... cosas inútiles que considerábamos de utilidad... Con esa limpieza general también percibimos que cuando tiramos cosas inútiles de nuestros armarios y cajones o de nuestra casa, nuestra calidad de vida mejora: sobra más espacio y se acumula menos polvo.
Así ocurre con el ejercicio de la meditación: esta limpieza psíquica, provocada por la técnica, airea nuestra mente y quedamos más aliviados con la disminución del peso emocional que arrastrábamos, y en consecuencia, promovemos más calidad en nuestra vida.
Implementamos más levedad, más calma, más relajamiento y la presión externa disminuye (¿o seremos nosotros, que hemos cambiado la frecuencia?), pues no nos sentimos ya obligados a corresponder a exigencias exteriores.
¡Podemos adecuarnos, sin encuadrarnos! Descubrimos, de este modo, que ni necesitamos de tanto coraje para decir no, cuando es no, y sí, cuando es sí. Entonces, conseguimos sentir cierta satisfacción en ocupar nuestro cuerpo o en vivir nuestra vida.
Así, con la mente no sobrecargada y con un cuerpo menos tenso por tener que atender a los requerimientos externos, comenzamos a prestar más atención a nosotros mismos, con el objetivo de "buscar" nuestros potenciales.
Con el ejercicio de la meditación nos sumergimos en nuestro interior, nos concentramos en nuestro mundo interno y allí encontramos nuestros potenciales, donde siempre han estado presentes, esperando que los "descubriésemos".
A través del ejercicio de la meditación, según vamos "descubriendo" nuestros potenciales, comenzamos a utilizarlos en nuestra vida personal y los ofrecemos a quienes están a nuestro alrededor. Aprendemos más a amar que a intentar ser amados y sentimos nuestro verdadero valor personal. Poco a poco, vamos comprendiendo nuestra valía de forma más amplia y descubrimos lo que verdaderamente da sentido a nuestra vida, a nuestra existencia.
Colocamos, así, calidad real en nuestra vida. Nuestras relaciones mejoran, nuestro desempeño profesional mejora y nuestra paz de espíritu también mejora.
Entonces, con este proceso de auto-conocimiento, utilizando la meditación como instrumento, desenvolvemos alto nivel de calidad en nuestra vida y alcanzamos, así, paz de espíritu (¡popularmente conocida como felicidad!).
Maria Aparecida Diniz Bressani é psicóloga e psicoterapeuta Junguiana,
especializada em atendimento individual de jovens e adultos,
em seu consultório em São Paulo.