Nuestra historia personal es una secuencia de memorias resultantes de nuestras vivencias internas y externas. Muchas veces nos acordamos de pequeños detalles, como un perfume, un sonido, una escena, una palabra, un gesto, opciones muy particulares y muchas veces inexplicables que funcionan como referencias en nuestra vida.
Para entender cómo un trauma se instala en nuestro sistema de informaciones, necesitamos primeramente conocer un poco sobre la memoria. Nuestro cerebro tiene la capacidad de guardar toda información a que tenemos acceso, de forma directa o indirecta; digo de forma indirecta porque tenemos la capacidad de guardar informaciones incluso sin tener conciencia de ello.
Las memorias pueden ser compuestas de imágenes, sonidos, nombres partes del cuerpo, sentimientos y sensaciones vivenciadas, olores, sabores, texturas, temperatura, lugares, clima emocional, etc., tanto podemos tener varias de esas informaciones sobre un determinado acontecimiento, o apenas una de ellas guardada en la memoria.
El ser humano es extremadamente rico en su forma de relacionarse con el mundo, experimenta una gama enorme de sentimientos, emociones y percepciones en sus vivencias, que son decodificadas por el cribo de sus creencias culturales y elaboradas por el bies de su madurez emocional.
Un crío, por ejemplo, puede asistir a una disputa entre sus padres y sentirse culpable por entender que es él la causa de aquel desentendimiento, porque, desde su perspectiva emocional, el mundo está todavía muy centrado en sus deseos. La misma riña puede ser entendida por los padres como una búsqueda de entendimiento entre la pareja y ser debida a una divergencia de opiniones, no estando para nada relacionada con el crío.
Nuestro cerebro busca procesar todas nuestras vivencias durante la fase más profunda de nuestro sueño, caracterizada por movimientos oculares rápidos (Rapid Eye Movements - sueño REM), traduciéndolas para que las entendamos como fuente de información y experiencia, confirmando o no valores y creencias acerca de nosotros mismos y acerca del mundo que nos rodea. Cuando la vivencia trae consigo una carga emocional muy fuerte, como una situación de estrés intensa, el cerebro puede no conseguir elaborar de forma apropiada aquella situación, y la información adquirida en el momento del acontecimiento - incluyendo imágenes, sonidos, afecto y sensaciones físicas - es mantenida neurológicamente en su estado perturbador, causando lo que denominamos nudo neurológico. De esta forma ese contenido traumático continúa siendo deflagrado por una variedad de estímulos internos y externos, expresándose de diferentes formas, como, sueños repetitivos, pesadillas, flashbacks y pensamientos intrusivos - los así llamados síntomas positivos del TEPT - Trastorno del Estrés Pos-Traumático - dificultades para relacionarse afectivamente y profesionalmente, fobias, etc.
Lo que define si el cerebro conseguirá o no procesar aquella información es la carga emocional de la situación y la capacidad del individuo para lidiar con esta carga.
Esta información que ha sido guardada de forma disfuncional, pasa a interferir en la vida del individuo, acarreándole sufrimiento, limitando sus relaciones afectivas y la capacidad de lidiar con las más diversas situaciones en su vida.
Una propuesta de tratamiento para el trauma emocional es el EMDR - Eye Movement Desensitization and Reprocessing - que busca, a través de los movimientos bilaterales, activar el sistema de procesamiento de información, permitiendo acceder a aquella memoria traumática para que pueda ser elaborada.
La hipótesis es que los movimientos bilaterales utilizados en el EMDR deflagran un mecanismo fisiológico que activa el sistema de procesamiento de informaciones, alcanzando la red de memoria que guarda la información disfuncional; de esta forma el trauma puede ser procesado y liberado, la memoria continúa, pero la perturbación, no.
El modelo del procesamiento acelerado de informaciones ofrecido por el EMDR es una hipótesis neurofisiológica de trabajo, pues el conocimiento actual de la fisiología cerebral es todavía insuficiente para que sea verificada su precisión. Uno de los principios básicos del EMDR es la noción de la existencia de una tendencia dinámica de nuestro cerebro en dirección a la salud mental. De la misma forma que nuestro cuerpo tiene la capacidad de cicatrizar una herida física, tiene también la capacidad de cicatrizar heridas emocionales. El EMDR ayuda en este proceso. Lo que sabemos es que la resolución del trauma se alcanza mediante la estimulación de los procesos inherentes de auto-cura del cliente.
Sirley Bittú é Psicóloga Especialista Clínica pelo Conselho Federal de Psicologia
Psicodramatista Didata Supervisora
Terapeuta em EMDR pelo EMDR Institute/EUA
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