Preguntaron a un pastor, a un cura y a un rabino cuándo comienza la vida. El cura inmediatamente dijo: “En el instante de la concepción”. El pastor se rascó la cabeza y respondió: “En el momento en que se nace. El rabino entonces se dio la vuelta y dijo: “La vida comienza cuando los hijos se van de casa y el perro se muere”…
¡Me encanta esa anécdota! Ella desencamina nuestras respuestas preparadas, siempre tan en la punta de la lengua y lanza un desafío: la vida, la inventamos, cuando se va acercando su final… pero ¿cuándo comienza la vida, eh? ¿Lo sabrá alguien con seguridad?
Hubo un tiempo, hace mucho, mucho tiempo, en que se pensaba que las mujeres fabricaban la vida dentro de sí, con su sangre. Los seres humanos desconocían el papel de los hombres en la fecundación.
Imaginaban que la interrupción de la menstruación durante el embarazo sólo podía significar que las mujeres usaban de esa sangre para fabricar la nueva vida. La expresión “sangre de mi sangre” proviene tal vez de esa recordación primitiva…
Qué respuesta darían esos nuestros primitivos ancestros a la pregunta que trae de cabeza a los 34 científicos reunidos en Brasilia para ayudar al Supremo Tribunal Federal a juzgar si la ley que autoriza investigaciones científicas con embriones es o no constitucional – o sea – lesiona o no el derecho a la vida. Ello porque el derecho a la vida es una de las ideas sobre la cual apoyamos nuestra civilización: “Todo hombre tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad individual”, reza la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948.
Y es en esa frase tan cortita donde nacen muchos de los grandes problemas de nuestra época; entre sujeto y predicado viven puntos de interrogación colosales, abiertos a discusiones sin fin… si no decidimos cuándo comienza la vida, ¿cómo protegerla y garantizarla?
Aborto, eutanasia, pena de muerte y, más recientemente, las investigaciones que envuelven células-madre y el uso de embriones humanos, son temas que incluyen, de alguna forma, una respuesta a esa cuestión. Una respuesta posible y frágil…
La Ley de Bioseguridad (Lei de Biossegurança) ha sido aprobada en 2005. El artículo 5º de la ley habla acerca de la utilización de células-madre obtenidas de embriones humanos para investigaciones científicas. Ese es el artículo que está siendo discutido, porque la Fiscalía General de la República ha abierto una acción alegando la inconstitucionalidad de la utilización de esos embriones. La vida, a todos los efectos, comienza en la concepción, religiosos y científicos están de acuerdo sobre eso. El uso de células-madre extraídas de embriones, aun de embriones inviables, o sea, que tienen pocas posibilidades de desarrollarse en una gestación, lesiona el derecho a la vida… ¿o no?… ¿o sí, pero?… ¿o tal vez…???
O bien, expresándolo al modo de Aristóteles: Está moralmente equivocado destruir la vida humana
Los embriones son seres humanos vivos
Luego está mal destruir embriones…
No hay mucho por donde salir, ¿no os parece? Y, sin embargo…
Cuando la ley fue aprobada, en 2005, el médico Dráuzio Varella, uno de los invitados ilustres para ese debate, decía en una entrevista publicada en el cuaderno de Educación del portal UOL: “Las células madre son las únicas con potencial para transformarse en cualquier tejido del cuerpo, desde músculos hasta neuronas, siendo que cada una puede multiplicarse en millones de otras células: nosotros tenemos millares de óvulos ya congelados en las clínicas de fertilización que no serán utilizados para nada más, porque ya no sirven para la fertilización, pero sí para hacer trabajos con células-madre. La cuestión es arrojarlos a la basura o permitir que los científicos los utilicen para aliviar el sufrimiento humano”…
El más que polémico filósofo Peter Singer, representante del pensamiento Utilitarista, doctrina que atribuye el valor moral de una acción a sus consecuencias (groseramente hablando, ¿OK?), propone que “La vida comienza cuando existe consciencia”. Sin embargo, para el investigador y profesor australiano, considerado por la revista TIME como una de las 100 personas más influyentes del mundo en 2005, la cuestión ni siquiera es saber cuándo comienza la vida, sino cuándo, en qué momento, ella merece ser protegida. En una conferencia en la UCLA, él dice: “No digo que un embrión no sea humano y vivo ni tampoco que no tenga potencial para tornarse un ser humano completo. Pero eso no es razón suficiente para garantizar su derecho a la vida. Es necesario para esto más desarrollo del que posee un embrión.”
Y explotando la idea hasta sus últimas consecuencias, el filósofo, en un artículo sobre la Santidad de la Vida, afirma: “…el concepto de persona es distinto del concepto de miembro de la especie, que es lo más significativo a la hora de determinar cuándo está mal quitar la vida. Vamos a entender que, aunque la vida de un organismo humano comience en el momento del nacimiento, la vida de la persona, o sea, de un ser con un mínimo de autoconciencia no comienza tan pronto.”
Sé que esa es otra historia, y que este artículo está enorme, pero sólo para que sepas que – si se lleva hasta lo extremo – el pensamiento de Peter Singer coloca en las manos de los humanos “conscientes” de la especie el destino, tanto de los muy jóvenes como de los muy mayores como de los todavía no nacidos… brrrrr, ¡que haya responsabilidad!!!
El Supremo todavía no tiene fecha para tomar una decisión, pero esa discusión promete cambiar la forma en cómo nosotros nos definimos y las bases sobre las que vamos a asentar nuestros derechos y obligaciones de aquí al futuro. No se puede permanecer ajeno, es de nosotros de lo que están hablando…
Adília Belotti é jornalista e mãe de quatro filhos e também é colunista do Somos Todos UM. Sou apaixonada por livros, pelas idéias, pelas pessoas, não necessariamente nesta ordem...
Em 2006 lançou seu primeiro livro Toques da Alma. Email: [email protected] Visite o Site do Autor