En la mano de Dios, en su mano derecha
Ha descansado por fin mi corazón.
Del palacio encantado de la ilusión
He bajado paso a paso la estrecha escalera
Como las flores mortales, con que se adorna
La ignorancia infantil, despojo vano
He depuesto del ideal y de la pasión
La forma transitoria e imperfecta
Como una criatura en lóbrega jornada,
Que la madre lleva cobijada en sus brazos
Y sonriendo vagamente atraviesa
Selvas, mares, arenas del desierto,
Corazón liberto, duerme tu sueño
¡Duerme en la mano de Dios eternamente!
Antero de Quental (1842-1891)
La mano que apoya
Una señora cuenta que desde niña, cuando dejaba colgar la mano por el lado de la cama, otra mano afectuosa sujetaba la suya. El toque era tan tierno y suave que ella se sentía siempre tranquilizada, por más ansiosa que estuviese.
La presencia y toque de ese ángel protector se repite desde la infancia, pasando por la juventud hasta los días actuales.
Se casó y no le comentó al marido acerca de tal ocurrencia, por considerarla infantil y no queriendo parecer ridícula, ocultó el hecho.
Quedó embarazada y en ese tiempo la mano desapareció. Fue desagradable, sentía la falta de la mano que sujetaba la suya con tanto amor.
El bebé nació, era una linda niña. Cuando la cría comenzaba sus primeros movimientos, sucedió algo inusitado. Un día, mientras la mujer estaba acostada al lado de su hija, la niña sujetó tiernamente su mano.
Una fuerte emoción surgió en su corazón, al sentir nuevamente y reconocer en aquel toque de la hija, la afectuosa mano que durante tantos años le había transmitido seguridad y cariño.
Una sensación de gratitud y alegría se adueñó de su cuerpo y de su alma. Su ángel protector había retornado.
Adaptado del libro Tan sólo el amor es real, de Brian Weiss
La mano que protege
El diputado Edson Aparecido, en una entrevista en la que tejía comentarios sobre Mário Covas, su historia y sus éxitos, dice que había oído de él este caso. Estaba el gran político visitando un barrio muy pobre, totalmente devastado por la riada, cuando encontró a un hombre que le contó llorando un suceso interesante: - Señor Mário, mi vida es difícil, trabajo duro durante el día y por la noche duermo con mi mano extendida fuera de la cama, para sentir en la piel la crecida del agua, si por acaso hay lluvia y riada por la noche, de manera inesperada. Actuando así, protejo a mi familia.
La mano que restaura
La Dra. Gene Sackim, cirujana plástica, tenía una clínica en Nueva York y se trasladó a Río de Janeiro. Un periódico carioca así se refirió a ella, al tiempo de su llegada a Brasil: Río hospeda a un hada. Un hada rubia y bondadosa, casi igual a las que imaginamos en los cuentos de nuestros abuelos. El poder de las manos de la doctora Gene es mágico, eliminando complejos, dramas inmensos y dando, en fin, nuevo aliento a las personas que hasta conocerla, vivían marginadas. Con un toque divino, esa cirujana plástica transforma fisonomías, deshaciendo horrendas cicatrices, atrofias impresionantes, para rescatar el brillo en las almas.
Y lo hace todo por un sentimiento de bondad, de compasión. Nada cobra y se pasa todo el día hasta bien entrada la noche implicada en el drama interior de aquellos que acuden a ella.
Según el Dr. Gabriel Lucena, “la Dra. Sackim no es tan sólo una perfecta cirujana plástica. Es una perfecta modeladora, inspirada por dones que más parecen sobrenaturales, tal es la precisión de sus movimientos, la pericia y la seguridad con que opera.”
Wilson Francisco é Terapeuta Holístico, escritor e médium espírita. Desenvolve o Projeto Mutação, um processo em que faz a leitura da alma da criatura e investigação do seu Universo, para facilitar projetos, sonhos e decisões, descobrindo bloqueios, deformidades e medos que são reprogramados energeticamente.
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