Para hablar de psicoterapia me gustaría, como buena psicóloga junguiana que soy, usar de un mito griego a fin de dejar lo más claro posible sus beneficios.
Un mito consigue, con su narrativa simbólica, aclarar mucho más una idea que multitud de conceptos.
Se trata del Laberinto del Minotauro.
En Creta, una isla de Grecia, había un Laberinto, que era un palacio. Allí estaba preso, en su centro, un ser monstruoso, que era mitad hombre y mitad toro, y que sólo comía carne humana, llamado Minotauro.
Así, de nueve en nueve años, su rey arrojaba al Laberinto a siete muchachas y siete muchachos, para ser devorados. Eran chicas y chicos de Atenas, a la que, por haber perdido una guerra frente a Creta, le fue impuesto ese tributo.
El rey y el pueblo de Atenas tendrían entonces, por tercera vez, que mandar a sus jóvenes para que fuesen devorados por el Minotauro, y estaban ya indignados con esa “deuda” que les parecía eterna e injusta.
Esa vez, le había tocado a Teseo, príncipe y héroe de Atenas, y a otros trece jóvenes más, formar parte del pago de ese tributo cruel para Creta. Teseo se había ofrecido a ir, pues tenía una misión: la de matar al monstruo.
Al llegar, Teseo conoce a Ariadna, hija del rey de Creta, que se enamora de él. Ariadna es quien le instruye acerca de cómo entrar y salir ileso del Laberinto.
Él iría hasta el centro del Laberinto sujetando el extremo de un hilo, mataría al monstruo devorador y retornaría por el mismo camino, siguiendo el hilo desenrollado, hasta donde estaría ella, Ariadna, en el otro extremo, por el lado de fuera.
Y así exactamente es como sucedió: Teseo entró en el Laberinto con sus compañeros, mató al monstruo y retornó a Ariadna, con quien huyó de Creta.
A través de esta narrativa podemos percibir algunos elementos que nos ayudan a comprender la psiquis humana y cómo la psicoterapia puede ser benéfica y liberadora.
El propio Laberinto puede ser usado como la representación de la psiquis humana. Nuestro cerebro incluso físicamente parece un laberinto; pero mucho más lo es nuestra psiquis.
Teniendo en cuenta que hay una parte de nuestra mente que para nosotros es inconsciente, donde hay tantas curvas y rincones oscuros e inalcanzables, de los cuales ni siquiera tenemos idea de que existan dentro de nosotros, podemos imaginar, entonces, nuestro inconsciente como un laberinto.
Forma parte de la naturaleza humana temer aquello que no conoce. Por tanto, tememos a nuestro propio inconsciente. Nos parece que allí habitan monstruos.
Pero está claro que ni siquiera admitimos esto ante nosotros mismos, por ello, los vemos desde el lado de fuera a través de nuestras simpatías y antipatías (para decir lo mínimo) con relación a los demás, lo que la psicología ha denominado “proyección”.
En la psicoterapia observamos nuestras proyecciones como contenidos propios.
Teseo es el Ego, nuestro héroe. Es él quien va, juntamente con otras partes suyas, a combatir al “monstruo devorador”.
Él va, porque su reino ya no soporta más perder tanta gente joven – energía consumida para nada – aunque sea para pagar un tributo.
Su reino ha perdido la guerra y debe pagar una indemnización al vencedor, que tiene un monstruo voraz de carne humana fresca.
El mito no cuenta si Teseo tenía alguna estrategia o si fue sencillamente con la cara y el coraje. No obstante, de cualquier manera que fuese, Teseo decidió ir.
Así es como sucede: la persona (ego) tiene que “desear” hacer la psicoterapia. Es su voluntad lo que la mueve. Se siente frustrada por los acontecimientos esperados que no se realizan, se siente débil y sin energía para la vida y por ello necesita resolver todo esto. Va así, deliberadamente, a solucionar su “problema”.
Entonces, el primer paso en dirección a la psicoterapia es el deseo de resolver sus problemas. El segundo es tener la creencia, a priori, de que lo va a conseguir. Ha de confiar y pedir ayuda.
Teseo y sus compatriotas avanzan, provistos de un hilo que les sirve de salvoconducto, hacia dentro del Laberinto y en el otro extremo, por el lado de fuera, está Ariadna.
Ariadna es quien proporciona las condiciones para que obtenga éxito. Ella ofrece ayuda.
Ariadna, aquí, representa el psicoterapeuta que se queda por el lado de fuera – no está implicado emocionalmente con su paciente ni con sus cuestiones y puede ayudarlo a entrar en su inconsciente y enfrentar sus monstruos, pues tiene instrumentos específicos para ello.
Para que un trabajo de psicoterapia dé buenos resultados y alcance su objetivo, es preciso algo fundamental: la empatía y confianza entre paciente y psicoterapeuta. Teseo creyó en la sinceridad de Ariadna, en que realmente lo ayudaría y en que estaría allá, por el lado de fuera, esperándolo.
¿Cómo confiar en una persona que no conocemos para abrir lo que hay de más íntimo dentro de nosotros e incluso respecto de cosas que ni siquiera nosotros sabemos?
Objetivamente, para empezar, una buena indicación es, al estar ante el profesional, procurar sentir dentro de nosotros si es posible confiar en aquella persona. La confianza en la ética del psicoterapeuta es la base para que la relación terapéutica pueda ser fluida.
Ariadna simboliza también lo femenino – tanto del paciente como del psicoterapeuta (sea hombre o mujer).
El ego – una instancia masculina de la psiquis humana – necesita de lo femenino para que, juntos, unidos, puedan resolver las cuestiones pendientes del paciente.
Es la objetividad del Ego en querer resolverse, más la fuerza de la sensibilidad de lo femenino, lo que hace que el proceso ocurra.
Entonces, el Ego “entra” en su inconsciente y valerosamente va a enfrentarse a su monstruo que está en el centro, lo mata, y sale libre, auxiliado por el psicoterapeuta.
Sin embargo, el propio Jung nos dijo que el Self es el Centro de la psiquis.
Y que el Self vendría a ser nuestra esencia, fuente de luz y vida…
¿Cómo puede entendérsele como “un monstruo devorador”?
Cuando el Ego, que de manera irreal se considera dueño y señor de su castillo (de su vida), piensa que puede haber otra entidad más poderosa que él, puede ser, sí, muy asustador.El Self, para Jung, es el Todo y también el Centro Ordenador de la psiquis humana; ya hemos nacido con él. Y, tan pronto como nacemos, el Ego comienza a formarse a través de nuestra interacción con el medio ambiente, mientras todavía somos un pequeño bebé.
Bajo el punto de vista de la psicología junguiana, el Ego nació del Self y es, por tanto, tan sólo expresión suya. Debe, por ello, seguir sus orientaciones para mejor expresarlo. Y cuando no atendemos al Self se nos penaliza con la pérdida de energía para la vida.
En un trabajo psicoterápico junguiano, la meta es que la persona se abra a su esencia. Cuando realmente consigue llegar hasta el centro, conectarse más conscientemente con su propio Self, es cuando tiene lugar el proceso de Individuación.
La Individuación, para Jung, es que la persona viva su individualidad de una forma más pura y fiel a su esencia. Por lo tanto Ego y Self, conectados en fina sintonía. Ahí reside el poder personal.
Cuando Teseo mata al monstruo y sale del Laberinto, para nuestra lectura entendemos que ha habido una transformación; porque muerte es símbolo de transformación. Esto significa que la persona (Ego) ha conseguido abrirse a su esencia, y ya no tiene nada más de que defenderse; entonces, tiene lugar la transformación (muerte) del antiguo Ego (lleno de miedos e inseguridades) y nace un nuevo Ego (más lleno de confianza en sí mismo y de luz). Al fin y al cabo, toda muerte genera una nueva vida. La salida de Teseo del Laberinto representa su renacimiento como héroe vencedor.
Lo que el mito no cuenta es que, en verdad, no existe tan sólo un único monstruo habitando nuestro inconsciente (aquél era el mayor y más poderoso y asustador); sin embargo, en la psicología junguiana aprendemos que existen otros monstruos, a los que Jung denomina Complejos, que también absorben nuestra energía para la vida.
Los complejos generan varios sentimientos y comportamientos automáticos e inconscientes, como por ejemplo, el de superioridad y el de inferioridad. Ellos se ocultan en aquellos rincones oscuros de la psiquis (laberinto) y antes de concluir el trabajo mayor, que es “matar” al gran monstruo allá en el centro, está el trabajo de matar también a esos otros monstruos. Por ello el Ego es nuestro “héroe”; pero, para convertirse en nuestro “héroe”, necesita, antes, matar a muchos monstruos.
Forma parte del proceso de Individuación “matar” a todos los pequeños monstruos ocultos en nuestra psiquis y que, muchas veces, son también extremadamente poderosos y voraces, tanto como un Minotauro.
Las sesiones de psicoterapia sirven exactamente para esto: matar monstruos proyectados por todos los rincones de la vida. Así rescatamos la energía para la vida. Liberamos la energía que inconscientemente usamos para intentar dejar presos a los sentimientos indeseables y a los deseos inconfesables incluso para nosotros mismos.
Según vamos encarando a cada uno de nuestros monstruos, percibimos que ellos no son así tan feos ni tan monstruosos. Nos vamos fortaleciendo. Percibimos que somos más fuertes de lo que pensábamos; que somos capaces de soportar algunas frustraciones que la vida nos presenta. Descubrimos que nuestra vida depende de nosotros. ¡Nosotros somos el héroe de nuestra propia vida!
Rescatamos así el bien más precioso que está guardado dentro de nosotros: la auto-estima. Y de este modo tomamos posesión de nuestra vida. Aprendemos a usar nuestro poder personal.
Quién ya ha hecho psicoterapia con un buen psicoterapeuta sabe de sus beneficios, pues el hecho de conseguir, de forma segura y amorosa, librarse de los “monstruos” que habitaban su inconsciente y que lo atormentaban y, al mismo tiempo, abrirse para su “fuente de vida y de luz”, el Self dentro de sí, es absolutamente liberador.
Maria Aparecida Diniz Bressani é psicóloga e psicoterapeuta Junguiana,
especializada em atendimento individual de jovens e adultos,
em seu consultório em São Paulo.