Los filósofos tenían razón. El ser humano no sabe vivir en estado de libertad. Y digo esto con mucha tristeza, ya que traigo dentro de mí desde muy pronto un pensamiento libertario, consecuencia de la manera como me han criado (libertad con responsabilidad). Una de las cosas que me ha horrorizado en el curso de Derecho fue estudiar la filosofía en la cual se basa el curso y constatar que toda ella tiene por objeto manipular a las personas, sea como individuos, sea como clases sociales, y que el Derecho se expresa en su forma más clara en “El Príncipe” de Maquiavelo. Yo pensaba: ¡Estamos tratando de personas aquí! ¡Esto es inhumano! ¡Una elite pensando en cómo debe tratar al ganado... y ellos serán el futuro del país... ARGH!”.
Obviamente no lo soporté y me marché en mitad del curso.
También he estado siempre en contra de la manipulación de la Iglesias, sean ellas la católica, la presbiteriana o la evangélica. Apoyo la defensa del Estado Laico, de la libertad, igualdad y fraternidad, esas cosas... Pero sabes, últimamente estamos observando tal cúmulo de absurdos en lo que se refiere al respeto al ser humano, que me ha hecho pensar DÓNDE estaría la raíz del problema. Y la conclusión a que he llegado es: falta de cabestro.
Por cabestro entendemos algo muy malo (incluso porque el término ha sido empleado en los tristes tiempos de la dictadura en el Brasil), pero creo que, valiéndome de una frase de Jesús, podré definir mejor mi pensamiento:
Venid a mí, todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave, y mi carga es ligera.
Mt 11:28-30)
Aquí no dice Jesús: Eh, vosotros los que estáis cansados y oprimidos, venid para mi grupo que aquí solamente vamos a tener pasarlo bien, flower power, conciertos de rock todo el día (esto sólo me hace recordar el episodio de South Park de los Hippies). Él les dice claramente a aquellos que soportan un peso enorme a sus espaldas (mucha culpa, mucha represión) que vengan a su doctrina, que tiene un peso menor (menos requisitos previos para la lista de control del cielo). Cuando Jesús establece su doctrina en el amor, en el perdón y en la caridad, tenemos tendencia a ver eso como algo “opcional”, al fin y al cabo, basta no hacer daño a los demás, que todo está bien, pero NO. Tú no haces lo que pide Jesús porque es bueno para ti en aquel momento, o porque estás por ello, sino porque es lo CORRECTO. Sin amor, sin perdón y sin caridad, tú no puedes siquiera llamarte Cristiano. Y aquí me acuerdo del artículo ¿Eres católico?, que tanta controversia trae, y enmiendo: ¿eres Cristiano? Al hacerme esa pregunta, he llegado a la conclusión de que soy un ‘protocristiano’, y aún estoy en el camino, y me da vergüenza admitir (pero lo admito) que ni siquiera Cristiano por entero puedo considerarme. Ese tipo de auto-evaluación me da una buena dimensión de cómo nos encontraremos a solas con nosotros mismos, tras la muerte; después que no seamos nada más que nuestro espíritu, que la suma de nuestras acciones. Es el momento en que nos haremos la pregunta: ¿Qué soy yo ahora? ¿Juez? Ya no. ¿Carpintero? Ya no. ¿Mujer? ¿Hombre? ¿Indefinido? La reencarnación tratará de deshacer esos “engaños”. No somos una profesión, ni un género, un nombre, un DNI... somos lo que HEMOS HECHO... y ¿qué es lo que hemos hecho en CONCRETO para DEFINIRNOS en el mundo ESPIRITUAL?
Por eso el mundo espiritual está lleno de “almas en pena”, gentes perdidas, deseando volver de alguna forma, muchas veces tan perturbadas que acaban perjudicando los moldes del periespíritu y causando deformaciones, problemas mentales, etc. ¿Culpa de Dios? Ciertamente no. ¿Culpa de la propia persona por acciones en la vida pasada? No tanto. ¿Culpa introducida en sí misma por cosas que ha dejado de hacer? Tal vez. La ley del Talión (que muchos espíritas confunden con la Ley del Karma, del tipo de “has hecho esto, pagas aquello”) cae por tierra frente a esas sutilezas. Y el microcosmos está hecho de esas sutilezas, como el aletear de una mariposa en China...
“Bien”, me preguntas tú, Cristiano convicto, “y ¿desde cuándo amar, perdonar y ser caritativo es un peso, un yugo? y yo digo “Pregunta a Chico Xavier”. Cuanto mayor sea la disposición verdadera, mayor será el trabajo (al fin y al cabo son pocos los trabajadores en la mies) y el desafío. Todo espírita querría ser como Chico Xavier, pero pocos (o ninguno) aceptarían pasar por lo que él ha pasado. Emmanuel esclarece: “Cuando nos sentimos ofendidos, queremos en seguida aplicar por nosotros mismos la ley del yugo – entonces nos enfrentamos muchas veces buscando punición para aquel que nos ha ofrecido el agravio de la ofensa... si no lo hiciésemos, se nos llamaría ingenuos o cobardes, pero el yugo suave del amor incluye el perdón para las ofensas. (...) A veces no podemos convivir con esa persona – porque el médico o el que hace de enfermero para con el enfermo, para ayudarle, no se acuesta con él en la cama; le ayuda a distancia, con pensamientos de paz, de comprensión... La Ley no manda que nos echemos en el suelo y esperemos a que los otros nos apedreen. Nos pide sí, una actitud de conciliación. Existe el yugo ligero, pero existe el yugo pesado, que está en la ley de causa y efecto. Cuando no aceptamos auxiliar, recordemos con amor, comprendiendo, justificando, para ante nosotros mismos, las faltas ajenas – ¡nosotros no podemos hacer la función de Dios! Cuando nos entregamos al yugo suave, no es indiferencia, es una energía con blandura. Cuando queremos el yugo fuerte, generalmente rescatamos nuestras actitudes infelices con problemas mucho más serios. Deberíamos educar a nuestros hijos en la ley del yugo ligero; no es creando costumbres innecesarias, no es llevándoles al amor por el desperdicio, a la superioridad... Enseñemos a nuestros hijos que no son mejores que los demás; que deben compartir la merienda en la escuela; llevar un poco del alimento de nuestra casa para los compañeros”... En fin, todo cuanto hemos aprendido en la novela “Malhação”.
Chico / Emmanuel nos esclarece más acerca del yugo pesado: “No es fácil salir del yugo fuerte; vivimos en él desde antiguas eras, cuando estábamos en el reino animal... Pero ahora tenemos el raciocinio, no podemos vivir como el tigre, el lobo, el perro rabioso... El propio buey, que nos sirve, ha sido domesticado en el yugo. Y hasta hoy sufre para darnos la propia carne, la propia leche (...) Todos los animales han sido domesticados a palos para ayudarnos – es el yugo fuerte. El yugo de Cristo es ligero. Desde el yugo fuerte hasta el yugo ligero hay un puente difícil de atravesar – la de nuestros hábitos”.
Acid é uma pessoa legal e escreve o Blog www.saindodamatrix.com.br "Não sou tão careta quanto pareço. Nem tão culto. Não acredite em nada do que eu escrever. Acredite em você mesmo e no seu coração." Email: Visite o Site do Autor