Tengo 2 hijitas, una de dos años y otra de 3 meses. La primera presenta rasgos de agresividad y nerviosismo, como patadas, cachetes, cabezazos, mordiscos. Yo le hablo, y cuando ya no puedo más acabo por darle una palmada. El problema es que después permanezco sintiéndome mal. Estoy rezando mucho por ella. ¿Qué consejo puedes darme?
Rita
He recibido este e-mail y me he sentido tentada a responder, no como profesional especializada en el tema, cosa que no soy, sino como madre de cuatro hijos, ya mayores, y como mujer...
Una amiga terapeuta me ha enseñado que las madres siempre se equivocan, es de la naturaleza de las madres equivocarse, porque si ellas fuesen perfectas los hijos jamás conseguirían cortar el cordón umbilical y hacerse seres humanos independientes y autónomos. El consejo, aunque haya sido dado como chiste, me ha venido ayudando muchísimo a lo largo de estos mis “años de maternaje”. Sobre todo en aquellos momentos negros en que dudamos de nosotras mismas, de la propia competencia e incluso del amor que se siente por el hijo...
Sí, porque estos momentos suceden, créelo. La madre se cansa, siente rabia, quiere desistir... algunas, pocas, gracias a Dios, desisten, pero no es de ellas de quien hablamos, ¿no es cierto?
Entonces, lo primero que te diría es: sentirte culpable por la rabia y por haber dado una palmada a tu hija no es realmente, ni una solución para el problema, ni demasiado justo para contigo misma.
Pero solamente rezar por ella tampoco es propiamente una solución. Una de las grandes estudiosas del desarrollo de los bebés, Laurence Pernoud, explica que “dos años es una especie de adolescencia” . Y, si lo piensas bien, ciertamente lo es, ¿verdad? Tu hija, con dos años, ya sabe hacer tantas cosas... ¡Y dos años es tan poco tiempo, al fin y al cabo! Ya ha aprendido a comer sola, a caminar, a hablar, sabe reconocer cantidad de objetos y de seres; despacito comienza a separar el ayer del hoy, el antes y el después. Prueba a detenerte durante cinco minutos y haz una lista mental de todo cuanto tu hija ha tenido que aprender desde que nació, cosas sencillas, cosas muy complejas... La lista parece no tener final...
De todos los desafíos, no obstante, tal vez el mayor sea aprender que ella es una cosa diferente de ti y que eso es bueno, pero no siempre... Ora se considera un bebé, ora quiere ser una “niña grande”, ora tú la tratas como a un bebé, ora como a una niña grande. Peor, hay momentos en que ella realmente desea ser grande, partir para otras aventuras, cruzar la calle sin tu mano, correr sin tener que oír “cuidado”... pero están aquellos otros tantos momentos en que echa de menos ser pequeña y toda su valentía se acaba... ¡No, nada, nada fácil la vida a los 2 años! Es pena que, creciendo, ya no nos acordamos...
Comprender lo que pasa por la cabeza de tu hija, ayuda, está claro. Comprender que a ella le gustaría hacerlo todo ella sola, pero no lo consigue y que debe ser verdaderamente horrible ver a los adultos reírse de sus tentativas desmañadas, es sin duda una buena manera de comenzar.
Pero vas a necesitar más que eso. “Límite” es la palabra de moda y los especialistas, las ‘superniñeras’, incluso, no se cansan de decirla a las madres.
Tan sólo por continuar con Laurence Pernoud, la recomendación es clara: “no te dejes tiranizar, si ella pide algo imposible, di que no firmemente y mantén el no”. Fácil, ¿cierto?
No. Primero porque las madres a veces exageran con el “no”. Es taaaaan más rápido y fácil atarle el tenis al hijo que dejarle probar a hacerlo él solo... ¿Y comer, entonces? ¡Tuve una amiga que dio la comida en la boca a su hija hasta los cinco!!! ¡Y protestaba que a la niña no le gustaba comer! Aprender a comer es un entrenamiento que como mínimo dejará marcas en tu cocina, en la ropa, en el sillón, pero, aquí entre nosotras, la mejor foto que tengo de mi hijo mediano es una en que él exhibe la sonrisa más orgullosa del mundo ¡en su carita toda embadurnada de yogur!
“No” es palabra fácil de decir y difícil de honrar. Para mí, el toque de atención llegó de mi marido: “tu ‘no’ ya no vale nada”, me dijo un día, “¡estás diciendo que no a todo!” Tenía razón...
Después, porque tener hijos es un ejercicio fabuloso de negociación. “María, ¿vienes a cenar?”. “No” (ella me imita). Dos alternativas: “Ven ahora mismo” y entonces, el riesgo de una escena empieza a crecer peligrosamente. O “¿Qué estás haciendo?” “Jugando con la Barbie”. “Hummm, ¿tendrá hambre ella, la Barbie?” Las posibilidades de que María, sintiéndose tratada como una “niña grande”, esté de acuerdo en que al fin y al cabo cenar puede ser de veras una buena idea aumentan mucho, ¿no parece?
¿Necesitas ejercitar la imaginación? ¿No siempre consigues mantener el ritmo después de trabajar todo el día? ¿No siempre funciona? Todo verdad, pero, nadie ha dicho que sería fácil. Pero toda madre, cuando llega a mi edad y ve a los hijos salir de casa por los caminos del mundo, siente en el fondo del corazón que cada minuto ha valido la pena, porque nada es tan estimulante, tan fascinante ni hace sentirse tan viva como ser madre de una criatura pequeña...
El libro de Laurence Pernoud está agotado en el Brasil, pero existen otros libros excelentes, Compreendendo seu filho de 2 anos (Comprendiendo a tu hijo de 2 años), de la Colección de la Clínica Tavistock, de Londres, es uno de ellos.
Adília Belotti é jornalista e mãe de quatro filhos e também é colunista do Somos Todos UM. Sou apaixonada por livros, pelas idéias, pelas pessoas, não necessariamente nesta ordem...
Em 2006 lançou seu primeiro livro Toques da Alma. Email: [email protected] Visite o Site do Autor