Tiempo de aromas, de colores, de la exhuberancia de las flores.
Un tiempo estupendo para percibir que la vida es un constante renovarse, en un ciclo interminable, que comprende las estaciones del año; los ciclos lunares, los menstruales; ciclos que van desde el sembrar hasta el florecer, desde el fructificar hasta el morir; el tiempo de llegar y el tiempo de partir.
Todos los placeres y los dolores inherentes a la vida en un planeta como el nuestro, por más intensos que sean, son pasajeros.
Si no existiese la estación del otoño, con sus vientos y la caída de las hojas de los árboles con sus tonos envejecidos, ni la estación del invierno, gris y fría, no sería posible la vida exuberante de la primavera, con toda su profusión de vida y fertilidad, ni tampoco la estación de los frutos, del tiempo cálido y envolvente del verano.
Esto vale también para nosotros... En nuestras vidas hay períodos de recogimiento, de silencio, en que nada parece ocurrir fuera de nosotros; otros, de pura creatividad y risas, en que nos sentimos fértiles y jóvenes; vivimos además algunos períodos que son de pérdidas y lutos y, otros de fuerza y madurez, en que cosechamos los frutos.
Es natural de la vida que, de tiempos en tiempos, lleguemos a sentir deseos inaplazables de recogernos, de bucear dentro de nosotros mismos, para desvendarnos, o bien para hacer el recuento de las heridas, mirar para los sueños deshechos, para las penas, tristezas y sombras, en un movimiento de interiorización. En esos momentos sentimos una llamada de nuestra naturaleza que requiere de nosotros adentrarnos en nuestros inviernos emocionales, para descubrir más acerca de quiénes somos, para que tomemos conciencia de nuestros temores, de nuestro lado más misterioso o enfermizo.
Esta “llamada” a la interiorización, puede ocurrir a través de la apelación del sufrimiento y del dolor y también mediante el hábito saludable de la meditación y de la búsqueda del auto-conocimiento.
El llamamiento para el mundo surge cada vez que durante este “buceo” contactamos dentro de nosotros, además de algún sufrimiento y dolor, la fuerza que se encontraba adormecida, cualidades inesperadas, talentos únicos, y principalmente cuando tocamos lo Divino que manteníamos apartado de nuestras personalidades.
Mantener la esperanza y la fe, mientras enfrentamos esos momentos de invierno en el alma, es una actitud vital y equivale a activar la capacidad de tener acceso a la memoria de nuestro futuro, de nuestra destinación rumbo a una felicidad posible, en que sabemos que se habrán superado los desafíos.
Podemos siempre aprender con el sufrimiento y con la interiorización, y con ello fortalecernos, a fin de estar más aptos para trazar una nueva trayectoria de vida, rumbo a períodos de más luz, dando comienzo a nuevos ciclos de esperanza, de renovación y de revivificación de la existencia, resurgiendo con más madurez, más bellos y preparados para proseguir viviendo e, incluso, enfrentarnos más adelante con los nuevos desafíos que aparezcan.
Y es bueno saber que podemos siempre contar con el apoyo que la propia naturaleza nos ofrece a través de las bendiciones de las flores, de las que se extraen las esencias florales, con sus extraordinarias cualidades vibratorias de cura, que nos auxilian a renovar la esperanza, y a estimular nuestra memoria en cuanto a nuestra destinación futura, favoreciendo el proceso de renovación de las ganas de vivir, para que podamos recrear para nosotros mismos una vida que tenga más “alma” y sentido.
Hoy es tiempo de Primavera, tiempo del resurgir de las flores con más fuerza en la naturaleza, tiempo de que optemos por renacer para nuestras propias vidas de forma más creativa, fértil y vigorosa.
¡Un tiempo para florecer y para ser feliz!
Lee más sobre este tema, en los capítulos destinados a Perséfone y a Deméter en los libros: A Deusa Interior, de Jennifer B. Woolger y Roger J. Woolger – Ed. Cultrix; y, As Deusas e a Mulher, de Jean S. Bolen – Ed. Paulus. O bien, sobre este tema, vía Internet, lee más en la página “Pesquisa” del sitio web de Thais Accioly: www.momentofloral.com.br/_site/pesquisando.html, haciendo clic en el tema “Introducción” y en el subtítulo “A dimensão de ser mãe de uma filha sindrômica”.
En la historia de Perséfone encontramos esta jornada de transformación simbólicamente retratada por la Mitología Griega. En que Perséfone, joven y distraída de sí misma, es raptada por el dios Hades y llevada al Tártaro Profundo, y tras cierto tiempo de depresión retorna a la Tierra, a los brazos de su madre Deméter, pero resurge modificada, no presentándose ya como la inocente o la sufridora joven raptada; de esta vez es Perséfone la diosa que ha madurado, que en su período de vida con su madre sobre la Tierra pasa a ser reconocida como la joven y exuberante Señora de las Flores y, cuando llamada a retornar al Mundo de las Sombras, es la diosa repleta de sabiduría la que baja al sombrío Tártaro y ayuda, incluso, a otros héroes en esa andadura, para que encuentren lo que buscan en aquel Mundo y salgan de él victoriosos y con vida.
Thais Accioly é especialista em Terapia Floral pela Escola de Enfermagem da USP.
Professora da Pós Graduação em Terapia Floral na Escola de Enfermagem da USP.
Professora da Flower Essence Society/CA EUA no Brasil.
Professora da Bush Flower Essences/AU no Brasil.
Consultora em Cultura de Paz.
11 3263 0504 Visite meu blog e Conheça o Interativo dos Florais. Email: [email protected] Visite o Site do Autor