Es incontestable que el afecto desempeña un papel esencial en el funcionamiento de la inteligencia. Sin afecto no habría interés, ni necesidad, ni motivación; y consiguientemente, ninguna pregunta o problema serían formulados nunca y no habría inteligencia.
La afectividad es una condición necesaria en la constitución de la inteligencia, pero en mi opinión, no es suficiente. Jean Piaget.
La afectividad comprende el estado de ánimo o humor, las emociones y los sentimientos, y refleja siempre la capacidad de experimentar y aprender con todos sus matices. El humor es una tonalidad afectiva que acompaña a los procesos psíquicos, dando colorido a la cognición, a las percepciones, a los conceptos, etc.
El estado psíquico global en que vive y se presenta la persona, refleja su afectividad. Tal estado interfiere en la realidad percibida por cada cual, más precisamente, en la representación que cada persona tiene del mundo, y de sí misma.
La afectividad es lo que desencadena los impulsos motivadores o inhibidores, percibe los acontecimientos a través de una óptica optimista o pesimista, con entusiasmo o indiferencia, y bajo una carga emocional que puede oscilar entre dos polos, cuyos extremos son la depresión y la euforia.
La afectividad es lo que sustenta (nutre) la forma en que la persona se relaciona con la vida y, será a través de la tonalidad del afecto (ánimo o humor) como la persona percibirá el mundo y la realidad. Directa o indirectamente la afectividad ejerce profunda influencia sobre el pensamiento y sobre toda la conducta del individuo.
Si lo que vivenciamos en cada momento está siendo agradable o no, placentero o no, etc., todos los sentimientos son “significados” por la afectividad.
A través de nuestra capacidad de afecto llega el mundo, en el cual vivimos, hasta nuestra consciencia con el significado emocional que tiene para nosotros.
La afectividad puede ser comparada a las lentes de las gafas, por las cuales contemplamos emocionalmente nuestra propia realidad. A través de esas lentes podemos percibir la realidad con más o menos claridad, con más o menos dolor, y así sucesivamente.
Existen estados afectivos en que la persona “contempla” su realidad vía gafas oscuras, o sea, todo se percibe como gris, oscuro y nublado.
Y, existen estados en que la realidad se percibe como si la persona llevase gafas de color de rosa, con las que todo es más colorido, exuberante y brillante.
Algunos ven el mundo por una lente de aumento, con que las cuestiones adquieren dimensiones desmesuradamente ampliadas. Y a otros, nada les afecta.
Teniendo en vista el hecho de que la afectividad (lentes de las gafas) es diferente para cada persona, algunas sufrirán más que otras frente a un mismo desafío. Debido a esa subjetividad afectiva, cada persona reacciona frente a la “realidad” de manera muy personal y distinta.
Podemos pensar en la afectividad como siendo el tono energético capaz de impulsar al individuo hacia la vida, como una energía psíquica dirigida a la relación del ser con su propia vida y el humor necesario para conferir una determinada valoración a sus experiencias. La afectividad pinta con matices variables (humores) toda relación del sujeto con el objeto, hace que los acontecimientos sean percibidos de esta o de aquella manera y que despierten este o aquel sentimiento.
¿Qué es normal?
En condiciones normales, en cada situación de la vida, siempre estamos viviendo un “estado afectivo momentáneo” (un estado de humor o de ánimo). Cada persona imprime valores a sus vivencias, bien tristeza ante una pérdida o alegría por una conquista. Este estado afectivo momentáneo es variable en cada momento de la vida de la persona: por la mañana su humor estaba elevado, y por la tarde se desplomó. Dependiendo del día, de la persona y de la hora, un mismo acontecimiento puede producir en nosotros diferentes humores (ánimos).
O sea, es normal que nuestro humor oscile según el afecto esté rebajado (deprimido), normal o elevado (eufórico). Y esta oscilación, siempre que se mantenga dentro de ciertos límites, es la afectividad momentánea.
No obstante, cuando estos cambios de humor son extremos, inesperados, destructivos y enfermizos, tal como en los casos de Trastorno Afectivo Bipolar (oscila de lo profundamente deprimido a lo exageradamente eufórico), de la depresión y mal humor crónicos, deja de ser normal para ser cuadros psicóticos y enfermizos.
Ha de quedar claro que la afectividad no puede ser simplemente sometida a la influencia de la voluntad, por tanto, nadie desea voluntariamente tener un afecto depresivo, de igual modo que, asimismo, difícilmente alguien conseguirá mejorar su estado afectivo simplemente porque un amigo o persona de su intimidad le dé buenos consejos y palabras de optimismo.
La afectividad puede ser mejorada y tratada mediante dos procedimientos:
*mediante prácticas psicoterápicas y psicopedagógicas de perfeccionamiento de la personalidad.
*con la utilización de medicamentos que actúan en los neurotransmisores y neuro-receptores cerebrales o bien,
En primer lugar, el objetivo es que la persona pase a conocerse mejor y reconozca las dinámicas distorsionadas de sus emociones, que conducen a la depresión. A través de ese auto-conocimiento se pretende que la persona empiece a mejorar su relación con la realidad y consigo misma.
En los trastornos de afectividad y humor, la alteración psicopatológica encontrada se caracteriza por el hecho de que el paciente tiende, de manera constante, a colocarse en uno de los dos polos afectivos de forma más intensa.
Polo expansivo: los afectos son superficiales, el individuo está optimista, presenta resonancia al placer, hay sentimiento de omnipotencia, con vivencias de vitalidad, éxito, ganancia, etc.
Polo depresivo: los afectos son profundos, hay tendencia al pesimismo, la resonancia afectiva se da con el desplacer. Hay sentimientos de impotencia, insuficiencia, minusvalía, las vivencias se ligan a temas de muerte, pérdida, culpa, fracaso, etc. Los individuos se quejan de que vivir es una “pesadilla difícil, que se arrastra y en que las horas no pasan”.
Estados patológicos del humor:
Depresivo (hipotimia): los pacientes se quejan de que todo está más difícil y pesado que antes.
Disminución de la intensidad de los afectos, del ánimo y, por lo regular, asociada al retraso de la excitabilidad afectiva, que puede llevar a la incapacidad para sentir placer (anhedonia).
Hay un persistente aumento en la duración de ciertos sentimientos de matiz sombrío y desagradable.
Ocurre en los síndromes depresivos: en los trastornos del humor, en los trastornos mentales orgánicos con síntomas depresivos (hipotiroidismo, tumor de cabeza y de páncreas), etc.Eufórico (hipertimia): los pacientes refieren que “todo está más colorido, ligero, fácil y rápido. Tienen el ánimo elevado. Presentan aumento de la resonancia al placer, optimismo inmotivado y se envuelven en actividades de riesgo.
Puede haber irritación, omnipotencia, delirios de grandeza, etc.
El aumento de la intensidad y duración de los afectos, se presenta asociado a la aceleración de la excitabilidad afectiva, ya sea espontánea o mediante estímulos.
Ocurre en los síndromes maníacos: en el trastorno bipolar, hipertiroidismo, al comienzo de intoxicaciones exógenas (alcohol, anfetaminas, cocaína), etc.
Ansioso: temeridad inmotivada, aprensión. Provocado por trastornos de ansiedad, hipertiroidismo, cafeinismo, etc.
Delirante: Los pacientes relatan “que hay algo extraño en el aire”. Hay una modificación y un aumento del sentimiento de significado de las cosas. Puede ocurrir al comienzo de la esquizofrenia.
Conceição Trucom é química, cientista e escritora sobre Alimentação Baseada em Plantas, considerada como Alimentação do Futuro: vitalizante e regenerativa.
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