Pues sí... la sensación que he tenido, en los últimos tiempos, es que esa búsqueda del gran amor, de la pareja ideal, del príncipe encantado, de la felicidad infinita – que debería haberse configurado como un camino edificante y ennoblecedor – ha servido mucho más para convertir la vida de un gran número de personas en una insania absurda.
Basta fijarnos un poco más atentamente en la enorme confusión en que se convierten tantas relaciones (con sus interminables tentativas de denominación) y acabaremos llegando a la conclusión de que en todo esto hay algo que necesita ser urgentemente revisado, reevaluado y reconducido.
Si estudiamos un poco más profundamente la historia de la humanidad, no tardaremos en descubrir que el comportamiento entre hombres y mujeres, incluyendo el deseo sexual y sus más diversas manifestaciones, ha pasado por algunas transformaciones significativas antes de llegar a este escenario en que vivimos actualmente.
Si al principio todo era una cuestión de supervivencia y perpetuación de la especie, no hace mucho tiempo nació el deseo de confort, abundancia, bienestar. He ahí también el nacimiento del amor romántico y de esa tan visceral búsqueda de la felicidad, que adquiría – a partir de ese momento – un significado bastante más amplio y refinado del que hasta entonces tenía.
De esto a alcanzar este ritmo alucinante de cambios, no hemos tardado casi nada. Bastante menos de un siglo, tan sólo. Y en este momento vivimos como que en medio a un huracán, repletos de dudas, incertidumbres, inseguridades, expectativas y perspectivas cuyas bases están resquebrajadas, en plena reforma...
Y la pregunta se repite, incesantemente: ¿Por qué resulta tan difícil vivir ese tal gran amor? ¿Por qué, aunque ese parezca ser el mayor deseo de la gran mayoría, lo que reina son los desencuentros?
Tal vez tú también hayas vivido ya contradicciones profundas como estas. Tal vez hayas creído ya píamente que todo cuanto más deseabas era amar y ser amado y, ante esta posibilidad, no has sabido qué hacer, o lo has hecho todo mal...
Tal vez ya te hayas dicho a ti mismo, incontables veces, que prefieres permanecer solo, disfrutar de tu libertad, preservar tu espacio y tu individualidad y, cara a cara con tu espejo, has sentido miedo de la soledad o el peso casi insoportable de la falta de un abrazo...
Y en esos momentos, convencido (¿?) por la actual corriente de pensamiento que afirma que todo depende solamente de ti, el conflicto interno te es prácticamente inevitable: ¿qué es lo que yo realmente quiero? Si depende tan sólo de mí, ¿por qué las personas influyen tan directamente en cómo me siento? Y si la responsabilidad por lo que me sucede es solamente mía, ¿por qué no siempre alcanzo los resultados para los que tanto empeño he puesto?
No lo sé... Pero ante todos estos interrogantes, me inclino por la conclusión de que este es un momento de completa metamorfosis en la historia de las relaciones. Lo que era antes ya no lo es. Lo que llegará a ser, todavía no lo sabemos. Ahora mismo somos hombres y mujeres repensando sus papeles, sus deseos, sus puestos dentro de los encuentros amorosos, de la familia y de la vida en general.
El problema, pues, puede que sea el apego y el anhelo de una idea de gran amor que es incompatible con la realidad actual. Un gran amor que no sea castrador y sumiso como el que han vivido nuestros abuelos, pero que tampoco sea tan libre y sin compromisos como este que hemos venido experimentando en las últimas décadas. Preferentemente, que sea intenso, romántico, perfecto, lleno de encanto y pasión, como lo describen los poetas y compositores o lo muestran las películas en las pantallas de los cines... De aquellos que al llegar nos arrebatan de una vidilla cuya carga se nos ha hecho insoportable en soledad (porque es exactamente así como he visto a mucha gente esperar por un gran amor). ¡Ah! ¡Y que sea para siempre, claro!
No nos damos cuenta de que esa búsqueda no es coherente con las actitudes y el modo de vida que hemos venido adoptando. Los engranajes externos están totalmente desencajados de los internos. Los ritmos están desencontrados. Lo que se desea comprar no es lo que está a la venta y, aún así, pagamos el precio para tener lo que está en los escaparates. ¡Estamos perdidos entre sentir, querer, hacer, parecer y, en fin, ser!
Vale... incluso me parece que no sería posible que fuese muy distinto de como es, ya que la fase es de profundas modificaciones, pero apuesto a que el camino podría ser bastante más suave y placentero si dejásemos de creer que el “gran-amor-de-los-cuentos-de-hadas” es la solución en que debemos invertir toda nuestra existencia.
La insania (que a decir verdad es lo que mando a paseo) es debida a esa insistencia en creer que el amor es un ‘estado civil’ cualquiera que debemos alcanzar y, una vez en él, la felicidad está asegurada. ¡No es así! La felicidad es lo que habremos de ofrecer y no aquello por lo que hemos estado esperando. Y es también bastante más incierta, imperfecta e inconstante de lo que nos imaginamos. Simplemente porque somos gente y la gente es así: incierta, imperfecta e inconstante.
Y cuando, al fin, aceptemos ese hecho, creo que habremos empezado a comprender qué es el amor...
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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