La Bulimia Nerviosa y la Anorexia Nerviosa son los más conocidos de los trastornos alimentarios, además del trastorno del comer compulsivo. La alimentación, en estos casos, se convierte en válvula de escape para las más variadas dificultades emocionales.
Para explicarlo de forma didáctica, el acto de comer está relacionado con una necesidad física y con una necesidad emocional. Cuando nos alimentamos, añadimos el placer oral de la alimentación a la necesidad del organismo de sales minerales, proteínas, carbohidratos, en fin, de toda fuente de energía que necesitamos para pensar, actuar y amar. Se trata además de una necesidad emocional, porque implica ofrecer atención, cuidado y amor a quien estamos alimentando.
Asistimos en todo tiempo a individuos sirviéndose de la alimentación para colmar espacios vacíos en su vida. ¿Quién no tiene una amiga, un amigo (o incluso tú mismo), que no se ha atiborrado de chocolate o de cualquier otra golosina por estar apenado, triste, principalmente después de un disgusto de amor? Ahora imaginemos esa situación ampliada... Encontramos a alguien que no consigue elaborar y expresar sus emociones, cambiando esa actitud por un comer compulsivamente, por ejemplo.
Desde nuestro nacimiento hasta la vida adulta, en casi todas las sociedades humanas el aprendizaje alimentario se organiza según complejas normas que definen lo que puede o no puede ser comido. Estas prácticas están directamente relacionadas con los mitos y creencias religiosas, influenciando el comportamiento del individuo y su aceptación social. Siendo así, la comida tiene relación con la cuestión del poder y del control sobre uno mismo y muchas veces sobre los demás.
La persona que padece Anorexia Nerviosa mantiene su peso corporal más abajo de lo esperado para su franja de edad mediante la abstención de alimentos que engordan, los vómitos y las purgas auto-inducidas; algunas llegan a practicar ejercicio en exceso siempre teniendo como objetivo la pérdida exagerada de peso. Estos síntomas van acompañados de una imagen corporal distorsionada, lo que significa que la persona, aun siendo delgada, se percibe como gorda y con exceso de peso, evitando alimentarse a fin de alcanzar su “peso ideal”. Cuando hablo aquí de peso ideal, no me refiero a aquella búsqueda de los tres kilitos de menos, que toda mujer parece estar siempre deseando, sino a un miedo obsesivo de ganar peso que lleva a la persona a abstenerse de comida, poniendo en riesgo la propia vida.
La Bulimia Nerviosa se presenta como una preocupación persistente con el “comer” y un deseo irresistible de comida; la persona sucumbe a períodos de hiperfagia, en los cuales consume grandes cantidades de comida en cortos períodos de tiempo. Sin embargo, intenta neutralizar los efectos de “engorde” de los alimentos mediante vómitos auto-inducidos, abuso de purgantes y períodos alternos de inanición.
La Anorexia y la Bulimia, la mayoría de las veces, caminan juntas, siendo común que algunas personas presenten alternancia de los dos síntomas.
En esta intensa búsqueda de la pérdida de peso es frecuente el uso de anorexígenos y / o diuréticos o preparados tiroideanos, convirtiéndose muchas veces en dependientes de estas sustancias.
En el trastorno del comer compulsivo, el individuo sufre ataques de hiperfagia, o sea, tiene momentos en que no consigue parar de comer y nota literalmente la sensación de que no va a soportar tanta comida. Difiere de la bulimia en que no se provocan necesariamente vómitos auto-inducidos. Generalmente estos accesos de hiperfagia son precedidos por sentimientos de grave tensión y seguidos de relajación, aunque todo ello se acompañe de culpa y vergüenza. La característica central es la dificultad de controlar el deseo insaciable de comida; es frecuente que surjan síntomas depresivos acompañando el cuadro. Otras características importantes son la sensibilidad a las críticas, la baja autoestima, dificultades para establecer relaciones íntimas y la creciente evitación de actividades sociales debido al miedo a las críticas y al rechazo.
La función primaria del acto de alimentarse es, de modo general, proporcionar energía para el sostenimiento de la vida, pero en estos casos se convierte en secundaria y algunas veces no llega siquiera a ser considerada.
Se ha notado que los trastornos alimentarios ocurren predominantemente con mujeres. En esos casos, están en directa relación con la propia identidad femenina, con su modo de entender el ser mujer en el mundo, con su capacidad de ser apreciada, amada y deseada. Para los hombres, de la misma forma, se relaciona con cuestiones profundas de su identidad y auto-aceptación. Tal vez esto explique en parte su gran incidencia entre los adolescentes, que están precisamente en la fase de elaboración de estas cuestiones. Una de las características de las mujeres que padecen este trastorno es que poseen un ideal de belleza inalcanzable, gran rigidez y aguzada capacidad de crítica respecto de sus actitudes y de las actitudes de otros.
La influencia de la relación familiar en los síntomas de dependencia alimentaria es muy grande, visto el lugar de la familia como conductora del proceso de desarrollo emocional, a través de las relaciones establecidas en la Matriz de Identidad, o sea, en sus primeras relaciones. En todo ese proceso existen muchas variables que interfieren directa o indirectamente en la disponibilidad que la madre, el padre o simplemente el cuidador, tendrán para con ese ser que acaba de nacer. Aquí no estoy hablando de tiempo disponible, tan escaso en los días de hoy, sino de la calidad de las relaciones afectivas y del clima emocional que ese niño estará vivenciando, que sumada a las características genéticas innatas, habrá de interferir directamente en la disponibilidad para la salud o para la enfermedad emocional.
Ciertamente entendemos que hablamos de un tipo de comportamiento que sería atribuido, no solamente a las cuestiones alimentarias, sino a una amplia red de cuidados, repletos de no confirmaciones, a que está sometida la criatura durante toda la infancia. Varias disfunciones emocionales de distintos grados tienen su origen en esta fase del desarrollo.
Los registros que el niño pasa a tener traen consigo este doble mensaje: amor relacionado con odio, placer mezclado con desplacer, cuidado asociado con agresividad – embarullados y fundidos – estableciendo un carácter de paradoja en las relaciones trabadas, sobre amar a aquellos que te hacen sufrir y hacer sufrir como sinónimo de amar. La respuesta encontrada por el dependiente alimentario, para resolver ese confuso intercambio de comunicación, es la auto-penalización, haciendo sufrir a quien debería amar.La anorexia, la bulimia y el comer compulsivo, son trastornos que necesitan de tratamiento médico y psicológico, pero la dolencia trae en si la cuestión del todo o nada, total omnipotencia o total impotencia para lidiar con la situación, lo cual dificulta en muchos casos que la persona pida ayuda psicológica / psiquiátrica.
Muchos de los que buscan tratamiento consiguen llegar hasta una consulta médica, pero muchas veces no consiguen buscar la ayuda psicológica. El miedo de hablar sobre los dolores que le afligen, la vergüenza de contar sobre los ataques de hiperfagia, sobre los largos períodos de inanición, sobre el uso de laxantes, los vómitos auto-inducidos o incluso las auto-mutilaciones, cuando ocurren, llevan al individuo a aislarse optando por callarse y sufrir en soledad. Desgraciadamente esa actitud solamente acarrea un agravamiento de la situación.
El sufrimiento aparece porque todo este proceso de comer en demasía o no comer comporta en sí mucha dificultad en aceptarse, la auto-estima se encuentra muy debilitada. Generalmente son personas que no poseen confianza en sí mismas ni tampoco en los demás, para entregarse y permitir ser cuidadas.
Todo ese sufrimiento pone en riesgo la vida del individuo. Tiene que parar; y para eso es imprescindible el tratamiento médico y psicológico, con la mayor urgencia. El médico psiquiatra hará el diagnóstico y proporcionará la medicación necesaria para ayudar a controlar los síntomas físicos, y el Psicólogo, a través de la psicoterapia, ayudará al individuo a trabajar su autoestima y su capacidad de cuidar de sí mismo, aprendiendo a nutrirse de auto-aceptación y afecto. Sus mitos y verdades sobre sí mismo serán examinados a fondo, ayudándole a reconstruir su historia de forma más positiva y generosa. Esta asociación medicamentosa y psicoterápica es muy importante para la resolución del problema y es la que aporta los mejores resultados.
Sirley Bittú é Psicóloga Especialista Clínica pelo Conselho Federal de Psicologia
Psicodramatista Didata Supervisora
Terapeuta em EMDR pelo EMDR Institute/EUA
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