Por naturaleza somos seres complejos, pues tenemos varios campos de la vida y de la personalidad para desarrollar, y la sociedad nos exige un desempeño excelente en todos ellos; siendo que, por lo regular, la necesidad de realización y satisfacción personal se antagonizan. Al fin y al cabo, el ser humano es multifacético: necesita realizarse en la vida personal como padre o madre, hijo o hija, marido o esposa, amante, amigo o amiga, y tiene el lado profesional... ¡Todo ello en perfecta armonía consigo mismo!
¿Cómo podemos mantener una relación afectiva profunda e intensa y al mismo tiempo alcanzar plena realización material y / o profesional?
Lo que hacen las personas generalmente es sacrificar, en mayor o menor grado, algunas facetas de sus necesidades, dando entonces lugar a aquella sensación fluctuante o intensa de frustración, lo que origina dolencias psicosomáticas y / o emocionales.
Generalizando, las personas corren de un lado para otro; se relacionan con otras muchas personas; hacen varias cosas al mismo tiempo; tienen sueños, luchan para realizar algunos de ellos, pero viven en un sopor de autómata, que origina un sentimiento de frustración constante.
Las personas se relacionan con el mundo exterior bajo el prisma de aquello a lo que acreditan valor. El grado de satisfacción personal consiguiente es proporcional a la percepción de que tales valores estén o no manifestándose en sus vidas.
Por eso, todo cuanto un individuo hace se basa en sus creencias y valores, sean ellos conscientes o no. Cuanto más consciente, más asertiva y feliz es la persona. Cuanto menos consciente, más equivocadas serán sus actitudes, dando origen a frustraciones y decepciones consigo misma y con la propia vida.
Para lograr la tan anhelada felicidad debemos simplificar la vida lo máximo posible.
Para simplificar la vida, el primer paso – y base para todo – es conocernos a nosotros mismos: saber cuáles son nuestras reales necesidades, no aquellas que nos son dictadas por las personas que conocemos o por la sociedad.
Tan sólo a partir del auto-conocimiento podemos saber qué es lo realmente importante para nosotros y por qué; y solamente entonces tendremos objetividad y enfoque. De esta forma podemos encauzar nuestra energía sin sufrir ningún tipo de estrés, ansiedad o angustia.
Estrés, ansiedad y angustia son hijos del desconocimiento de uno mismo y de nuestras potencialidades individuales, y de la consiguiente dispersión de energía.
Cuando yo sé quién soy y qué es lo que quiero, me apoyo en mi fuerza interior, tengo confianza en mí mismo y me entrego por entero – “en cuerpo y alma” – a lo que estoy haciendo en ese momento. Procedo sin vacilaciones ni dudas, pero atento. El resultado es la excelencia y la satisfacción personal.
El segundo paso es: sé optimista. Cree en ti mismo y en que aquello que deseas es importante y válido y, principalmente, posible. El optimismo genera buen humor, una ancha sonrisa en los labios y fe en la vida y en el futuro.
Tercer paso: da tiempo al tiempo. Toda fruta tiene su tiempo para madurar. Toda semilla tiene su tiempo propicio para germinar, brotar y desarrollarse como la planta que está destinada a ser.
Nosotros, seres humanos, somos como una semilla y nuestro destino es convertirnos en individuos. Para ello tenemos potenciales ilimitados que han de ser desarrollados.
Simplificar la vida es volverse auto-centrado a través del auto-conocimiento y del optimismo, a fin de convertirnos en el individuo que estamos destinados a ser.
Esos ingredientes – auto-conocimiento, optimismo y tiempo – han de ser aplicados en el día-a-día, con la atención enfocada en el momento y al mismo tiempo dirigida hacia el futuro.
Debemos establecer metas a corto, medio y largo plazo. Una meta es algo abstracto en el momento de establecerla, pero debe ser una realidad a alcanzar y concretizar.
Para que se concretice una meta es preciso trabajarla en el día-a-día. Un ejemplo obvio es la meta de obtener un diploma. Para conseguirlo es necesario ir a las clases regularmente, hacer los trabajos y las pruebas, o sea, dedicarse durante cierto período – día tras día – de forma enfocada y objetiva.
Cuando se tiene claro que eso es lo que se quiere, hay gran empeño y nada es obstáculo para alcanzarlo. No existe cansancio, falta de tiempo o cualquier otro impedimento.
Saber exactamente lo que se quiere forma parte del auto-conocimiento y esto simplifica la vida, pues nos vuelve más objetivos y asertivos y no dispersamos energía.
Tener optimismo también forma parte del auto-conocimiento, ya que sé que puedo y creo en mí mismo. Esto también simplifica la vida, pues nos hace más positivos y con más confianza en nosotros mismos.
Y dar tiempo al tiempo, sin nunca perder el enfoque de tus metas, también simplifica la vida, puesto que son nuestros sueños y proyectos de vida lo que nos impulsa hacia adelante y hacia el futuro.
Simplificar la vida es, sobre todo, vivir en el aquí y ahora, atento al momento presente y a uno mismo y a la relación que se tiene con la situación de este momento presente, porque el futuro te aguarda y será tu fruto. Es liberarse de las preocupaciones, de los problemas y trabajar con el objetivo de resolverlos a tu favor, teniendo en vista su resolución.
Simplificar la vida es dar lugar al desarrollo de la paz interior y del discernimiento, a través del auto-conocimiento, para que seamos capaces de hacer efectivas las mejores opciones en el día-a-día, en función de la meta mayor, que es tornarnos individuos plenos y realizados.
Maria Aparecida Diniz Bressani é psicóloga e psicoterapeuta Junguiana,
especializada em atendimento individual de jovens e adultos,
em seu consultório em São Paulo.
Publicado dia 12/11/2007 3:32:32 PM em STUM WORLD
