En la última lección hemos visto que conectarse con nuestro propio cuerpo es la clave para mantenernos presentes en el aquí y ahora, anclados en la sabiduría de los millones de años de existencia que él trae en sí. Una vez más, la respiración consciente, la atención presente en cada acción, la práctica de la meditación y de algunos ejercicios físicos constituyen los primeros pasos. Recordando siempre que las prácticas corporales sólo pueden contribuir de veras a una vida más saludable si están aliadas a la conciencia de que cuerpo y mente caminan juntos en ese proceso. Es preciso librarse de los gestos automáticos y condicionados. Cuando iniciamos esa inmersión en el propio cuerpo, empezamos también a abrir y ensanchar las puertas de la percepción que son nuestros cinco sentidos, aparte de la intuición, pues también estamos activando el lado derecho del cerebro que comanda las funciones cognitivas no racionales.
Los órganos de los sentidos, juntamente con la respiración, cumplen funciones de mediación entre nuestro mundo interior y el mundo exterior. Cuando inspiramos, absorbemos el prana, la energía que da sustentación a la vida y el oxígeno que purifica la sangre. Cuando espiramos, eliminamos el gas carbónico y las toxinas que se han formado en el interior de nuestro cuerpo. Los ojos, oídos, nariz, boca y piel poseen terminales nerviosas que registran las informaciones provenientes de fuera, que son interpretadas por el cerebro y a partir de ellas expresamos nuestros sentimientos, sensaciones de placer o dolor, comprensión, etc.
Cuando nos anclamos en el propio cuerpo y pasamos a observar atentamente nuestras sensaciones y reacciones, es decir, cuando permanecemos presentes en el aquí y ahora en vez de “estar haciendo una cosa y pensando en otra” los sentidos se tornan más aguzados: pasamos a ver los colores más vivos y las formas de los objetos diferenciadas; a reconocer distintos sonidos, próximos y distantes; a captar detalles que antes pasaban desapercibidos; incluso a saborear mejor los alimentos. No es preciso decir que esa ampliación de la capacidad de percepción nos ayuda considerablemente en nuestras relaciones personales y en nuestra comprensión de las cosas.
Ejercicio:
Cierra los ojos y pon la atención en tu cuerpo. Percibe la postura en que él se encuentra: sentado, de pie o acostado. Percibe los puntos de apoyo o sustentación, es decir, el contacto que tu cuerpo hace con el suelo, la silla o cualquier otra cosa. Observa tu respiración: ritmo, fluidez y profundidad. Visualiza el contorno de tu cuerpo e intenta percibir el espacio interno que ocupa, es decir, la dimensión en los límites internos de la extensión de tu piel. Ahora acerca esta sensación a los límites externos intentando percibir el espacio externo que él ocupa y la relación espacial con el ambiente que lo rodea. Visualiza tu posición y la figura de tu cuerpo dentro de ese ambiente y la disposición de todos los objetos circundantes.
Ahora, sin perder esta conciencia adquirida sobre ti mismo, abre los ojos y observa atentamente el ambiente y tu relación con él, comparándolo con la imagen que has creado cuando tenías los ojos cerrados.