Vida es movimiento. Rigidez es muerte. La movilidad de nuestro cuerpo se manifiesta más directamente en la desenvoltura de las articulaciones. Claro que aparte de éstas, la elasticidad de los músculos también es un factor determinante. Pero todo en el cuerpo está en perfecto ensamblaje y unas articulaciones rígidas ciertamente indican músculos rígidos también.
Muchas veces la rigidez se va cristalizando en nuestro cuerpo con las limitaciones de los movimientos cotidianos y habituales, tales como los condicionados al tipo de trabajo que ejercemos, pero también, y principalmente, con la rigidez de posturas que adoptamos frente a la vida.
Cuando niños, somos seres libres y espontáneos: jugamos, saltamos, reímos a carcajadas, lloramos, damos volteretas y decimos todo cuanto se nos pasa por la cabeza, sin censura. La autocrítica, la auto-condenación y la pérdida de la espontaneidad empiezan a surgir y a fortalecerse a medida que nos vamos identificando con ciertos valores culturales, creencias y normas sociales de conducta.
Es obvio que la convivencia humana exige el aprendizaje y ejercicio de la ética social, pero, frecuentemente, las normas adoptadas vulneran la libertad del individuo, impiden el desarrollo de sus potencialidades y acaban convirtiéndose en amarras para la evolución de la propia sociedad.
Vida es movimiento. Rigidez es muerte. Incluso cuando estamos inactivos podemos percibir la pulsación de la vida en el interior del cuerpo a través de la respiración, de los latidos del corazón y en los movimientos de los órganos internos.
Hacer movimientos no acostumbrados, es decir, hacer algunos ejercicios o prácticas que ensanchen el abanico de los movimientos que realizas en tu rutina diaria es fundamental, no sólo para aumentar la elasticidad y la desenvoltura corporal, sino además para disolver los condicionamientos mentales que inflexibilizan nuestra personalidad.
Danzar puede ser un buen camino. Puedes danzar solo, libre y espontáneamente y experimentar algo muy especial. Elige una música que te agrade y que te inspire a bailar. Sumérgete en las imágenes sugerentes que ella te pueda evocar y deja que tu cuerpo se mueva libremente, de un modo no preconcebido. Permite que las emociones guíen tu cuerpo y sírvete de la danza como camino de liberación.