Me asombra que, aun estando en el siglo XXI y teniendo disponible una extraordinaria variedad de informaciones, aún existan tantos prejuicios y malentendidos acerca lo que es y para quien es la psicoterapia.
Lo que existe comúnmente es una pseudo-preocupación, donde la gran ansia es apenas quitar la angustia, la ansiedad, el malestar o cualquier otro síntoma, y no el resolver, efectivamente, la causa de tales síntomas.
Cuando sugiero a alguien la conveniencia de someterse a psicoterapia siempre viene aquella pregunta: “¿Tú crees...?”, juntamente con aquella mirada interrogante como completando la pregunta “¿... que yo lo necesito?” Como si en mi indicación hubiese alguna insinuación de que la persona está loca o cosa parecida.
Y debido a este prejuicio la persona va arrastrándose por la vida y arrastrando las situaciones en que vive, sin conseguir resolverlas con eficacia y a su favor.
Yo incluso entiendo que lo que está detrás de este prejuicio contra la psicoterapia es el miedo del encuentro consigo mismo, de verse cara a cara y, por consiguiente, de percibir sus equivocaciones y sus ilusiones acerca de sí mismo. Sé también que, además, la mayoría de las personas no ha sido educada para percibirse y tomarse en serio (¡nuestra cultura aún tiene dificultades para contemplar a un niño como alguien perceptivo!)
Otro gran problema que impide a las personas ir en busca del proceso de psicoterapia es la baja disponibilidad para si propios – precisamente por no tomarse en serio y tampoco a sus reales necesidades.
Es difícil que la persona se coloque en disponibilidad para sí misma, pues recela cortar los hilos de la malla en que está presa, ya que tiene miedo de caer en un vacío más grande que aquel en el que siente que ya está. Por ello crea justificativas lógicas y plausibles (racionalizaciones) que, la mayoría de las veces, la presentan como víctima de la propia vida, sin darse cuenta de su cuota de responsabilidad sobre la misma.
Existe por parte de las personas, de forma general, una seria dificultad para comprender que la psicoterapia es algo que tiene como función ayudarles en el proceso natural de la vida, que es desarrollarse. Siendo así, aún existe cierto encogimiento en cuanto al por qué de la necesidad de la psicoterapia.
Nacemos con un “proyecto de vida”, que muchas personas llaman “destino”. Y ¿cuál podría ser éste sino el propio desarrollo de la conciencia y el colaborar en el avance de nuestra propia especie?
Lo queramos o no estos desarrollos se producen (el de la conciencia y el de la especie) de la misma forma que también se da el desarrollo físico.
El proceso de psicoterapia ayuda en el curso natural del adelanto de la conciencia, elevándola más rápidamente y, muchas veces, más allá de la media; eliminando así el sufrimiento y las angustias vividas a lo largo de la vida. Esto no significa que ya no habrá más problemas, sino que la persona aprende una nueva forma de contemplarse a sí misma y a la vida, proporcionándose satisfactoria salud emocional y buena calidad de vida.
La psicoterapia es la posibilidad de encontrarte con tu verdadero Yo – el que Jung denominó Self. Es la posibilidad de deshacer las ilusiones y las racionalizaciones sobre tus comportamientos, además de poder comprender las reales motivaciones que los han producido. Es la posibilidad de redirigir positivamente el flujo de energía de la vida – que la mayoría de las veces está represado o encauzado hacia situaciones negativas o incluso destructivas y no proporcionan la verdadera sensación de bienestar y realización personal. Es la posibilidad de salir de la malla, ese enmarañado de hilos de “verdades absolutas” establecidas (que no lo han sido necesariamente por ti mismo, sino, muchas veces, “heredadas” de la familia, vía educación).
Normalmente, cuando esas “verdades” son heredadas y vividas, o cuando la persona las sigue íntegramente, o hace exactamente lo contrario por considerar que así está siguiendo su propio camino (lo cual no es cierto, puesto que los parámetros continúan siendo los familiares), lo que resta es la sensación de insatisfacción y de vacío constante.
Creo en el trabajo de la psicoterapia, precisamente porque también ya estuve en el “lado de allá” – en mi propio proceso de psicoterapia – además de mi trabajo como profesional, donde soy testigo del bien que este proceso de desarrollo de la autoconciencia promueve en la calidad de vida de una persona.
Por ello considero que la psicoterapia es una modalidad de proceso de auto-conocimiento que sirve para todos, a larga escala, sin restricción de edad o creencia.
La psicoterapia promueve el ensanchamiento y expansión de la conciencia acerca de uno mismo – elevando el nivel de autoconciencia – sobre el verdadero Yo – y, consiguientemente, sobre sus reales necesidades y motivaciones.
Ese ensanchamiento y expansión de la conciencia conducen a un camino de luz; pues conciencia es exactamente eso: Luz. Mientras que cuando vivimos ignorantes de nosotros mismos (¡sin saberlo!), vivimos en las sombras cuando no en la propia oscuridad; andando por la vida como sonámbulos, con comportamientos – movimientos, acciones y reacciones – “en lo automático”.
La psicoterapia es el camino para el desarrollo de la luz en la propia vida, o sea, sirve como cauce para que la persona descubra en su interior todo un potencial aún desconocido de sí misma para, a partir de ahí, aplicarlo en la propia vida. ¡Al fin y al cabo solamente podemos utilizar lo que sabemos que tenemos!
Tan sólo cuando descubrimos nuestros potenciales podemos administrar con tranquilidad nuestras limitaciones individuales y acercarnos a nosotros mismos, en cuanto seres humanos que somos.
Tan sólo cuando disipamos nuestras equivocaciones e ilusiones sobre nosotros mismos podemos tomarnos en serio y entonces sí nos ponemos a nuestra disposición – nos tornamos auto-disponibles y más abiertos a la vida y a los demás.
Tan sólo cuando podemos mirar en nuestros propios ojos – sin miedo de lo que vamos a encontrar en el fondo de ellos – conseguimos vivir una vida más personal y plena, con aplicación adecuada de nuestros mejores recursos, proporcionándonos una real y buena calidad de vida, impregnada de amor y respeto.
Y con eso todos ganamos: nosotros mismos, las personas a nuestro alrededor y la propia humanidad, de la cual formamos parte.
Entonces, bajo este prisma, ¿cómo puede alguien siquiera pensar que la psicoterapia es “cosa para locos”??
Maria Aparecida Diniz Bressani é psicóloga e psicoterapeuta Junguiana,
especializada em atendimento individual de jovens e adultos,
em seu consultório em São Paulo.