Ya hace algún tiempo que vengo observando la manera como muchas mujeres han venido conduciendo su vida. La causa de tantos comportamientos incoherentes y desencontrados sería irrelevante que la detallásemos aquí: conquistas y cambios que ellas mismas han venido provocando en todo el mundo a lo largo de las últimas décadas – bien sean los constructivos y dignos de méritos incontestables, o bien los desvirtuados y equivocados.
Pero mi propósito no es relatar la historia y sí la esencia de la mujer; es hablar del alma femenina y no de los estereotipos, máscaras y papeles que ellas vienen utilizando para “garantizar” su espacio y demarcar su capacidad de ir más allá de lo esperado.
Desgraciadamente, heridas por normas patriarcales, muchas mujeres han salido del extremo de la sumisión en busca de su real valor, pero se han perdido. Así, muertas de miedo a sentirse nuevamente atadas por las riendas del pasado, insisten en renegar de su alma acogedora, de su belleza encantadora, de su corazón fértil y receptivo…
¡En este momento, deseo enaltecer ese dulce corazón, provocar – en el buen sentido – el florecer completo de esta alma legítimamente sensible, tierna, plena!
Que podamos, especialmente hoy y a partir de ahora, bajar las armas, las defensas y las desconfianzas… y simplemente ser mujeres – ¡con todos los predicamentos que en ese lugar nos corresponden! Pero no con un comportamiento maquillado, afilado, dolorosamente sociabilizado. Propongo un comportamiento auténtico, con derecho a su notable delicadeza, a la dulzura que tantas veces es reemplazada por el espíritu de competición y comparación equivocada con los hombres.
Que dejemos, en fin, de luchar por una “igualdad” genuinamente imposible, que más nos desvalorizaría que ennoblecería. Que pasemos a asumir nuestras maravillosas y apreciadas diferencias y actuemos decididamente a partir de nuestra feminidad esencial, preciosa, sublime. Y que lo hagamos, sobre todo, en el ejercicio de conducir nuestras relaciones, bien en el ámbito profesional o personal.
Deseo que nosotras, mujeres, recuperemos nuestra capacidad de seducción y envolvimiento – en el sentido más amplio de esas expresiones – sin, no obstante, tener que proceder como los hombres. No somos hombres. No somos mejores ni peores. Somos mujeres, somos lo femenino divinamente complementario de lo masculino y viceversa.
No necesitamos igualdad, solamente nuestra singularidad. Por tanto, propongo que seamos firmes, justas y productivas, pero sin nunca renegar de nuestra naturaleza creadora y creativa. Y con certeros actos, que podamos, de hecho, conquistar el mundo.
¡No obstante, no hablo de una conquista cuyo adversario se llama hombre! No necesitamos adversarios, sino compañeros, aliados, protectores y amigos. Cuando propongo que nos comportemos femeninamente, estoy sugiriendo el ejercicio de la lucidez femenina, de la capacidad que tenemos de conciliar y comprender, de un gesto que perdona, un abrazo que envuelve, de una conducta que nutre y hace florecer todo cuanto está a su alrededor…
Sé que muchas mujeres están subyugadas y hasta desvalorizadas en su ambiente de trabajo e incluso en sus relaciones afectivas; sé que muchas de ellas no encuentran espacio para su expresión máxima y contundente. Por eso mismo, hoy especialmente, quiero defender la urgencia del dejar ser ¡y levantar la bandera en nombre del SER MUJER!
Que todos nosotros podamos reconocer lo femenino que hay en cada uno, lo femenino Gaia, lo femenino que genera y da a luz todo cuanto es vivo… ¡para que el mundo sea salvado de la agresividad, del abandono y de la carencia profunda de afecto que viene sufriendo!
¡La gentileza es femenina!
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Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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Publicado dia 4/9/2008 2:31:50 PM em STUM WORLD
