Estaba comentando con mi psicóloga acerca de mi problema con la autoridad.
Padres, profesores, jefes, policías, el gobierno chino, cualquier cosa que intente imponer moral. Decía que, en mi experiencia, las personas que están bajo la jerarquía, pero muy cercanas a donde emana el poder, consiguen ser más intolerantes y de mente cerrada que el propio “poder”. Fue entonces cuando tuve una percepción: ¿no será que en los libros religiosos se ha dado lo mismo?
Ahí entran los ángeles. Ellos son mensajeros, como su nombre indica, pero, nosotros que estamos acostumbrados a jerarquías de grandes empresas (y yo considero que el planeta Tierra es una gran empresa) podríamos denominarlos “abogados”. Al fin y al cabo, ellos permanecen allá por las nubes, tocando harpas, y de vez en cuando reciben una orden del Gran Barbudo que dice: “quiero que hagas esto” o “ve allí y arregla esa confusión allá entre los humanos” y allí se va el ángel, muy fastidiado por tener que dejar su Reino Angelical e ir a visitar nuevamente aquella raza de casi simios, ¡y detona en nosotros! Los ángeles se acercan más a los motherfuckers de la película Dogma que a los dibujos del Renacimiento. Si no, ¿cómo explicar la historia de Lucifer? ¿Sería un ángel con trastorno bipolar, para ir de la bondad absoluta a la maldad absoluta? En mi opinión los ángeles tienen que lidiar con la parte sucia del asunto, y por ello sufren problemas psicológicos a causa de la presión… Véase el caso de Iblis, el “diablo” musulmán. Alá le dio una orden para que los Ángeles se curvasen ante Adán (o, si lo preferimos, la raza humana). Iblis se negó, y esto acarreó su caída. Lucifer estuvo en la misma onda: “¿Por qué el Jefe trata mejor a los humanos que a nosotros?” Y entonces fue despedido…
Dios no quiere saber los detalles: él tiene galaxias y más galaxias para cuidar. Puede que incluso tenga de veras un brazo derecho permanentemente aquí en la Tierra, del tipo de un Secretario General para cuidar de todo, y que Él sólo de los pepinos más complicados se entere, por alto. Y entonces el Big Boss tiene ideas, como “vamos a implementar una religión aquí en Oriente Medio, que ellos ya están en condiciones de absorber un poco más de espiritualidad.” Entonces exige al Secretario General que vaya a reunirse con toda la directiva para resolver cómo será la mejor manera de conseguir transmitir algunos preceptos a aquel pueblo que, hasta el momento está pillando cogorzas, lleno de dioses (cada uno con sus “leyes”) y matándose a cambio de naderías.
En la cultura judaica tenemos toda una jerarquía de ángeles que sería el organigrama de la “empresa”:
1. Haioth Hakodesh – Serafines
2. Ophanim – Querubines
3. Aralim – Tronos
4. Hashemalim – Dominaciones
5. Sheraphim – Virtudes
6. Malakhim – Potestades
7. Elohim – Principados
8. Beni-Elohim – Arcángeles
9. Kherubim – Ángeles
¿Quién crees que tendrá que hacer el trabajo sucio de poner moral en aquel pueblo? ¿QUIÉN? Los Kherubim, popularmente conocidos como “Ángeles”, ¡claro! Y así despacharon a un ángel para tratar con Moisés, pero entonces él se da cuenta de que su mensaje no surtirá efecto en aquel pueblo, a menos que venga de la “boca” del propio Dios, ¡con derecho a espectáculo pirotécnico y todo lo demás! Y así tuvimos los 10 mandamientos, con un Yahvé bastante “disponible” en aquella época, dando instrucciones a Moisés por medio del Arca de la Alianza.
Tiempo después baja Gabriel (conocido en el Islam como Djibril), que viene a transmitir el mensaje de Dios a Mahoma (Muhammad) para que codifique el Corán. Por cierto, en el Corán vemos a Gabriel rememorando los acontecimientos con Moisés, y él hablando de Dios siempre en plural (tal como habla el Dios de Israel en el Génesis). Bien, si tuvimos un mensajero (o varios ¿quién sabe?) para hablar con los musulmanes, ¿por qué no puede haber sido así con los judíos? Por cierto, hay una teoría interesante sobre Yahvé en la serie de libros La saga de los Capelinos, de Albert Paul Dahoui, en que él sería, en realidad, un Capelino, tan orgulloso y feroz como los otros que estaban encarnados en la Tierra, pero con moral para comandarlos y disposición para redimirlos, conforme a las orientaciones de lo Alto.
Pero, según mi teoría, hubo un fallo de comunicación entre el presidente y el abogado. Es como si un director de escuela les dijese a los profesores: “educad a esos críos de la mejor manera posible”, y cuando la información llegase al celador, fuese: “mantén a raya a esos mocosos, como sea. El director no quiere jaleos por aquí.”
Si la única herramienta que tienes es un martillo, tenderás a tratarlo todo como si fuese un clavo (Abraham Maslow)
Esto nos conduce a una extensión de mi teoría, en que ya no tratamos de los ángeles, sino de quien lleva el tirón de orejas de los ángeles: ¡El profeta! Una vez sometidos a la “olla de presión” que es ser investido de la responsabilidad de sacar adelante, aquí en la Tierra, el mensaje de Dios, y ser requerido por un ángel sin mucha paciencia (investido de la “autoridad” de un Dios vengativo), ¿qué ocurre? Endurecimiento, ¡claro! Por eso estas religiones tienen más prohibiciones que otra cosa, todas con sus debidos castigos o penalidades. Moisés ya ha bajado del Monte Sinaí echando brasas al pueblo que adoraba el becerro de oro. Mahoma tampoco se ablandó frente a los opositores.
Pero hubo un profeta que escapó radicalmente a este concepto: Jesús. Él ha sido, aparentemente, el único que ha podido driblar la burocracia de la “empresa Tierra” y conversar con el presidente cara a cara. Y percibió que Él era un tipo guay, lleno de ideas, y que sólo quería implementar cosas para nuestro propio bien, sin mucho apego al CÓMO hacer. Y Jesús, impresionado con la conversación, pensó: “Tío, yo tengo que contar esto a la panda de la Tierra”. Y lo contó. Como era un anti-burócrata, pasó a llamar al presidente “papá”, sin pelos en la lengua. Y detestaba a los aprovechados, que se decían “uña y carne” con el presidente (mientras que en realidad mal lo conocían) para dar órdenes a los otros y “carterazo” para entrar de balde en los cines y en las fiestas. Y cuestionó toda la lógica de aquella época con frases como: “¿Cuál de entre vosotros es el hombre que, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O, si le pide un pez, le dará una serpiente? Si vosotros, pues, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre, que están en los cielos, dará cosas buenas a los que se las pidan?” Esto era poner patas arriba el concepto de autoridad de aquella época. Así, en verdad fue él execrado por la jerarquía establecida aquí en la Tierra.La ironía es que, una vez asesinado el tío más desarrollado en términos de religión que el mundo haya visto, surgió un abogado (que era de la competencia, pero cambió de bando) que, según él, tenía una procuración para hablar en nombre de Jesús(®). En esto surgieron las prohibiciones mil, las penalidades y el retorno de la jerarquía, que redundó en más burocracia…
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