Uno de los grandes dones del ser humano es la posibilidad de comunicarse, de transmitir a otra persona sentimientos, ideas, aprendizajes, deseos, opiniones. A través de palabras y gestos consideramos que podemos hacernos entender. ¿Será que conseguimos esto de modo tan eficaz como pensamos?
Vamos a ver cómo coloca esta cuestión la Programación Neurolingüistica. Percibimos el mundo a través de los sentidos (vista, audición, gusto, tacto y olfato – los tres últimos englobados con el nombre de sinestesia) pero nuestro sistema selecciona nuestra percepción – nos veríamos imposibilitados para lidiar con la inmensa cantidad de estímulos que nos rodean caso esto no se hiciese. ¿Te imaginas registrando al mismo tiempo el sonido de una conversación, el ladrido del perro del vecino, ruido de coches que pasan, la sensación de tu oreja izquierda, el peso de tus piernas en la silla, la temperatura ambiente, todas las tonalidades de los colores del ambiente en que estás, los movimientos de las otras personas del entorno?
Seguramente, no comprenderías nada de lo que habías oído.
Nuestra mente entonces hace una filtración para seleccionar qué elementos de la realidad serán percibidos. Nuestros objetivos son un tipo de filtro – un ejemplo de esto es aquel caso de una persona que busca un apartamento para vivir y parece que el mundo se puebla de cartelitos de ‘se alquila’. O el de la mujer embarazada que descubre que una cantidad enorme de mujeres de su pueblo ha decidido tener un hijo en la misma época que ella. Otro tipo de filtro, muy poderoso porque es generalmente inconsciente, son nuestras creencias, el significado que damos a determinadas situaciones o el modo como interpretamos algo. Ellas se forman a lo largo de nuestra infancia y constituyen el telón de fondo de cómo evaluamos o entendemos los acontecimientos. Dos personas con creencias diferentes pueden percibir la misma situación de modo completamente opuesto. Una persona que haya desarrollado una creencia de que las personas no la aprecian, probablemente se incomodará si, al acercarse a un grupo de amigos, uno de ellos se marcha inmediatamente. Su pensamiento será: “Se ha ido porque llegué yo.” Y este pensamiento reforzará su creencia de que no es apreciada. Otra persona que no tenga este tipo de creencia y se sienta alguien digno de amor, en una situación análoga, tiene mayor probabilidad de creer que el otro se fue porque tenía algún compromiso. La “verdad” de esta situación será bastante diferente para esas dos personas.
Un tercero e importante filtro es nuestra historia de vida – tan sólo pensad en la diferencia entre la percepción del mundo de una persona que ha sido creada en contacto con la naturaleza, y la de otra nacida y criada en una ciudad grande; o entre la de alguien que nunca ha salido del lugar en que nació, y la de otra que vivió en varios lugares del mundo. Pues bien, tenemos la realidad y tenemos esa gran cantidad de filtros – y es lo que se cuela en esta filtración lo que queda archivado en nuestro sistema y forma nuestro modo de entender el mundo. Así, tenemos, cada uno de nosotros, un modo único de percibir la realidad – nuestro mapa interno de la realidad. Puede ser y muchas veces lo es, coincidente en algunos aspectos con el de otras personas, pero al igual que la impresión dactilar, no existen dos exactamente iguales. Por tanto, lo que para mí es claro, obvio, puede parecerle a mi interlocutor una ecuación, un laberinto. ¿Convierte esto a la comunicación en algo imposible o muy difícil? La respuesta, felizmente, es no. Si sabemos identificar elementos que nos guíen, podemos recorrer el mapa del otro de manera a saber cuál es el mejor camino para alcanzar un verdadero entendimiento.
Reconocer las pistas del mapa y avanzar en la senda – esto es lo que nos ofrece la PNL.
Marilia Reis es Psicóloga y trabaja con Programación Neurolingüística. Atiende a adolescentes y adultos en su consultorio en São Paulo.