El Espíritu Santo es la bendición de todos nosotros. Lo que él significa es la luz interna que hace posible a todos la vista de planos más altos de la espiritualidad. Todos lo tenemos dentro de nosotros. Sólo hemos de abrir los ojos y la mente para que esta luz se manifieste y nos dé la paz que tanto esperamos, aun dentro de las mayores tempestades. La entrega a Dios es lo que nos posibilita resolver los problemas más difíciles. La solución siempre viene de lo Alto incluso cuando nos parece que es nuestra. Pero esto no significa permanecer parados, sino actuar dentro de nuestras posibilidades dejando que los cielos providencien la mejor solución. Esta es la verdadera sabiduría y sólo entonces encontraremos equilibrio y paz. Sólo entonces nuestras vidas fluirán conforme a lo que ha sido programado para ellas.
La misión curativa de una persona es muy seria e importante, ya sea como médico curando el cuerpo físico, ya lidiando con energía, curando los cuerpos sutiles que causan todas las dolencias físicas. Actualmente se está empezando a rescatar conocimientos que ya fueron del Planeta Tierra en los tiempos de la Atlántida, cuya ciencia se equiparaba a la de los planetas más avanzados. Dentro de poco tiempo todo cuanto hoy está en el campo de la magia y de la religión será demostrado científicamente, lo cual hará posible a este planeta encuadrarse en otro nivel de evolución, pues las personas comprenderán su misión y ya no tendrán necesidad de enfermedades físicas que les hagan recordar el motivo por el cual se han encarnado. La evolución en el Planeta Tierra se hará de manera más suave y menos dolorosa. De ahí la importancia de aquellos que han sido designados para emplear ese conocimiento recién rescatado en la ayuda al prójimo.
Hay que seguir algunos cuidados. Primero, cuidar de uno mismo, procurando encontrar su punto de equilibrio y mantenerse en él o lo más cercano posible, para que con eso se transmita al otro la mejor vibración. Segundo, respetar siempre el libre albedrío, pues incluso en cuestiones de salud, solamente cada individuo tiene el poder de elegir si desea curarse o no. Tercero, saber que el curador hace lo que está a su alcance, pero depende de los factores kármicos y del libre albedrío la cura - o no - de determinada dolencia.
Sabed que todo poder viene de Dios. Aquel que tiene el deber de ayudar en la tentativa de cura solamente sirve de canal para designios más altos. Por tanto, no debe sentirse vanidoso o desesperado, sino dar lo mejor de si, esperando que Dios pueda actuar a través de él.