Ellas quieren saber dónde están sus compañeros y qué hacen sus hijos “a esta hora aún fuera de casa”, se preocupan excesivamente por la salud de sus padres y de otros familiares queridos. Las mujeres controladoras temen que cualquier titubeo o desatención traiga consecuencias desastrosas. Consideran que las cosas están en calma gracias al empeño que ponen en concentrarse todo el tiempo en ellas. Saben que gastan enorme energía en ese esfuerzo, pero les parece que su sacrificio es responsable por la conquista de largos períodos de concordia y bienestar.
Esa tendencia no es exclusiva de las mujeres, pero aquí voy a reflexionar sobre esa cuestión considerando apenas el aspecto femenino. Las mujeres controladoras tienden a ser muy celosas en relación a sus maridos. Por la noche hacen aquellas preguntas aparentemente sin importancia, pero que expresan un deseo enorme de saber exactamente por dónde anduvieron esos hombres – que según ellas están siempre dispuestos a vivir aventuras románticas y eróticas. Son posesivas también con los hijos, a los que intentan mantener bajo sus alas.
Ante cualquier sospecha de que algo ha escapado a su control, entran inmediatamente en pánico. Experimentan un deseo brutal al imaginar a sus maridos con otras mujeres y terribles desastres envolviendo a sus hijos. Todo esto ocurre siempre que alguno de ellos se retrasa unos pocos minutos. Sus mentes son catastróficas y pesimistas.
La verdad es que no sabemos nada de lo que realmente importa. No sabemos de dónde venimos, hacia dónde vamos, por cuánto tiempo estaremos aquí en la tierra, ni cuáles son las cosas buenas y malas que todavía están por suceder. No todos toleran bien esa falta de respuestas. Por cierto, aprender a lidiar con la incertidumbre en torno a nuestra condición es fundamental para que consigamos vivir de forma más feliz. Quién lo acepta así sabe que el futuro es desconocido y lo compara a un juego, como si estuviésemos en un gran casino donde, todos los días, se puede ganar o perder.
Las personas que no soportan la idea de la incertidumbre viven en un estado de permanente amenaza, a un paso del pánico y de la desesperación. Son criaturas frágiles, pues no se sienten con fuerza para soportar las frustraciones y decepciones que la vida puede imponernos en cualquier momento. Viven eternamente preparadas para lo peor. Como no pueden asegurarse de que las cosas van a salir bien, optan por la certeza de que van a salir mal. Y esa certeza llegaremos a tenerla, toda vez que inducimos los acontecimientos por la dirección negativa con mucha más facilidad que por la positiva. Por ejemplo, la mujer que teme ser abandonada por un hombre podrá comportarse de modo tan desagradable y destructivo que contribuirá para que su pesadilla se convierta en realidad.
Es difícil convivir con mujeres tan negativas. Aunque no siempre sea su intención, ellas ejercen un control total sobre aquellos que les son queridos. Se transforman en tiranas, en criaturas que intentan mandar en todo y en todos, siempre con el propósito de impedir las desgracias. Disgustan a quienes más aman, además de convertir en miserable su propia vida.
Y, lo peor de todo, no logran impedir tragedia alguna. La única salida es aceptar la vida tal como es.