Que la luz del Divino Espíritu Santo brille entre vosotros. Con esa luz lo podéis todo. Acordaos de los apóstoles, que estaban tan escépticos, considerando que Cristo les había abandonado. Todos vosotros conocéis ese pasaje. Pero nunca está de más repetirlo. Los apóstoles estaban sentados, juntos, pensando en por qué Cristo les habría abandonado. Tenían miedo. Sabían que tenían una misión, pero no sabían por dónde empezar. Entonces recibieron el Espíritu Santo, aquel Espíritu de Luz que puede ayudar a todos. En ese momento, su miedo se acabó, habían visto la Luz Divina e inmediatamente sabían qué cosa hacer, cómo deberían predicar.
Así ha de ser también con vosotros. Cuántas veces tenéis miedo, no sabéis qué camino seguir, incluso conociendo cuál es vuestra misión. Falta fe, falta ánimo. En ese momento, orad rogando que el Espíritu Santo acerque la Luz Divina hasta vosotros. Veréis cómo estará claro, veréis vuestro camino o aceptaréis mejor aquello que tenéis que vivir. Habrá mejor comprensión.
Sin la Luz Divina ninguno de nosotros consigue seguir adelante. Ni vosotros los encarnados, ni nosotros, los desencarnados. Sólo que muchas veces os olvidáis de esto. Os debatís en la oscuridad, sin nada ver, cayendo a veces en la desesperación. Esto es muy corriente. Pero sabed, siempre, que sólo lograréis seguir adelante en la luz y esa luz os es dada por el Espíritu Santo, el Espíritu de la Fe.
Pensad en ello esta semana. Si algunos de vosotros estáis pasando por una fase en que las tinieblas parecen no tener fin, probad. Orad al Espíritu Santo rogando que Él os traiga Luz. Y veréis que la Luz siempre pone fin a las tinieblas y todo parecerá más fácil. Como cuando amanece los problemas y los dolores parecen menores.
Es lo que tenemos para enseñar a todos esta semana. Quedad con Dios y con la Luz del Espíritu Santo.