Es asombroso pensar que para muchas personas la palabra paz sea algo abstracto, meramente discursivo. Conquistar la paz es un ideal de todos los seres humanos, pero ella no se resume apenas en la ausencia de guerras y conflictos.
Es algo mucho más personal y subjetivo de lo que podemos imaginar, y sin su manifestación individual, la paz colectiva se hace cada vez más difícil. ¿Cómo alcanzar un estado de paz cuando vivimos rodeados de noticias alarmantes y tragedias cotidianas que son, por cierto, la demostración más evidente de la ausencia de paz en los corazones?
De hecho, en los días en que vivimos no es fácil obtener silencio, recogimiento y quietud para experimentar la paz. Pero ésta puede, sí, ser alcanzada con determinación y voluntad.
Si estamos plenamente conscientes de que la paz no es una dádiva, sino una conquista, podremos entonces tener acceso a un nuevo estado de consciencia, una atención permanente sobre nuestros propios humores y sentimientos, que puede llevarnos a vivenciar cada vez más esta energía.
Cuanto más precozmente iniciemos esa tarea, mayores serán las posibilidades de que las nuevas generaciones desarrollen el cultivo de la paz. Pero de nada sirven bellos discursos sin una demostración práctica, en todas las situaciones de nuestro cotidiano, de que somos defensores de la paz. El ejemplo aún sigue siendo el método más eficaz de educación que podemos utilizar.
Hemos de decidir, a cada momento, si reaccionaremos a una provocación con violencia o nos mantendremos centrados y en sintonía con nuestro verdadero yo, aquel al que no le importa tener siempre razón o la opinión que otros puedan tener respecto de él.
La auto-observación permanente es la única forma de combatir la reacción emocional instintiva, que nos impele a los actos inconscientes de violencia, de los cuales ciertamente habremos de arrepentirnos.
“Relajación y paz
Siempre que te acuerdes, relájate profundamente y tranquilízate siempre que sea posible, cada día. Sin acción alguna por tu parte, tras algunos días, sentirás que la paz se ha establecido. Ella te seguirá como una sombra.
Hay muchos niveles de serenidad. Hay uno que tú puedes producir apenas al sentirlo, apenas al darte a ti mismo una profunda sugestión de que te encuentras sereno; esa es la primera capa. La segunda capa es aquella de la cual súbitamente te haces consciente; tú no la creas, pero la segunda tiene lugar solamente si la primera está presente.
La segunda es real, pero es la primera la que ayuda a crear el camino para ella. La paz viene, pero, antes de que venga, como un pre-requisito, tienes que crear una paz mental a tu alrededor. La primera paz será apenas mental; será como una auto-hipnosis, creada por ti. Entonces, un día, súbitamente tú te darás cuenta de que la segunda paz ha aflorado. Ésta nada tiene que ver con tu acción o contigo. Verdaderamente, ella es más profunda que tú. Ella viene del propio núcleo de tu ser, del ser no identificado, del ser no dividido, del ser desconocido.
Nosotros nos conocemos solamente en la superficie. Un pequeño lugar es identificado como tú, una pequeña onda recibe un nombre, es rotulada como tú. Justamente dentro de esa onda, en el fondo, está el gran océano. Así, acuérdate siempre de crear paz en torno a todo aquello que estés haciendo. Ese no es el objetivo, sino tan sólo el medio. Una vez creada la paz, algo del más allá la llenará. Ella no vendrá a partir de tu esfuerzo.”
Osho, The Cypress in the Garden.