¿Sabías que el Universo se comunica con nosotros todo el tiempo y nos envía respuestas, mensajes y señales, conforme a nuestros deseos y necesidades?
Estas señales se manifiestan a través del fenómeno que conocemos como sincronismo, o sea, en el momento en que tú tienes necesidad de algo o de que alguna situación se produzca, esto se manifiesta repentinamente en tu vida.
Pero no se presentan solamente con soluciones grandiosas o espectaculares. Se manifiestan igualmente en los acontecimientos rutinarios.
La prueba incontestable de que estás viviendo y actuando en una complicidad armoniosa con la vida, es la presencia de estos sincronismos en tu día-a-día. Para percibirlos, es necesario que estés atenta y consciente de que el Universo siempre responde, de alguna forma, a todas tus peticiones.
Si venías recibiendo estos regalos y, de repente, han dejado de prodigarse, has de saber que algo se ha salido fuera del eje en tu plano de vida. Es indicio de que te has dejado perturbar por alguna forma de negatividad que ha generado un cortocircuito en tu equilibrio.
Esto es una señal de que es hora de reequilibrarte, armonizarte y reconectar con tu ser divino, aquel que endereza tus actos siempre hacia un camino positivo para ti y para el mundo.
Uno de los medios de evitar esta desconexión es cesar de juzgar, a ti mismo y a las demás personas. Esta actitud impide que lleguemos a crear nuevos lazos kármicos, generadores de sufrimiento.
Agradecer es la mejor forma de fortalecer nuestra conexión con lo Divino, pues cuanto mayor sea nuestra gratitud, más bendiciones de amor, alegría, paz, virtudes positivas y prosperidad nos enviará él.
“Juzgar a los demás es una reacción.
…Cierta vez, yo pregunté a mi padre: “¿Llegarás a decirme una vez, algún día, solo una vez: ‘Lo que estás haciendo está bien’? ¿Será que no puedes ver que es imposible que se haga todo mal durante veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año… todo mal? Si esto es verdad, yo realmente estoy realizando algo miraculoso. Haz una excepción – solo una vez, dime: Lo que tú estás haciendo está bien”.
Él se quedó chocado porque comprendió el significado de lo que yo estaba diciendo, que es imposible que yo pudiese hacerlo todo mal.
Pero a los padres les gusta la idea porque ella satisface bastante: es la sed de poder. Siempre que tú dices “No” a alguien, siempre que tú dices “Te equivocas” a alguien, tú te sientes poderoso. Alimentas tu ego y se alimenta el ego de todo el mundo – de los profesores, de los vecinos. Donde quiera que vaya el crío, todo el mundo disfruta de la sed de poder, y el niño es aplastado. Y cuando tanta gente está diciendo que el crío está equivocado, naturalmente, éste tiene que creerlo.
Pero recordad que, como una reacción, el chico empieza a juzgar a los demás. Cuando todos lo están juzgando, no hay ninguna razón para que él no juzgue también a los otros. Tú lo estás enseñando a juzgar, a juzgar a todos – y, tanto cuanto posible, a juzgar negativamente. Entonces, él empieza a juzgar que los demás están equivocados.
Y este es nuestro mundo… donde todos están juzgándose equivocados y juzgando a los demás como equivocados. ¿Cómo puedes tú ser amoroso, amigable, confiado? ¿Cómo puedes abrir tu corazón? Quedarás aislado, quedarás completamente encerrado, vivirás en un mundo al que condenas y el mundo te condenará.
…Deja de juzgar.
Sea lo que fuere que estés haciendo, si te gusta lo que haces, hazlo. No existe la cuestión del enjuiciamiento: ninguna otra persona tiene el derecho de decir que lo que tú estás haciendo está mal. Si te gusta hacerlo, si no hieres a nadie, si no perturbas a nadie…
…Desde mi infancia, siempre me ha gustado sentarme en un rincón, silenciosamente. Todo el mundo que pasase por allí, decía:
“¿Qué estás haciendo?”
Yo decía: “Nada”.
Y todo el mundo decía: “Eso no es bueno”.
Yo decía: “Qué extraño es esto: yo no estoy haciendo nada, no estoy haciendo daño a nadie – estoy sentado en este rincón – y tú dices ‘Eso no está bien’. Parece que se ha convertido en puro hábito tuyo, el condenar, el criticar. Pero yo estoy disfrutando el estar sentado aquí sin hacer nada, y voy a continuar, pese a tu juicio. No te he pedido consejo, y dar consejo sin que se haya pedido es insensato”.
Poco a poco la persona tiene que afirmarse, dejar clara su posición. A menos que yo pase por encima del derecho de otra persona… - si estoy haciendo algo que me está gustando y que no veo vaya a ser perjudicial en modo alguno, entonces, no permitiré a nadie juzgarme, porque no se trata solamente de la cuestión de este acto, se trata de una cuestión de toda mi vida. “Tú estás enseñándome una muy sutil enfermedad del juzgamiento”. Y, cuando yo me condeno a mí mismo, ¿cómo puedo dejar a alguien sin condenación?
…Así, lo primero es esto: deja de juzgarte. En vez de juzgar, empieza a aceptarte con todas tus imperfecciones, todas tus debilidades, todos tus errores, todos tus fracasos. No te exijas ser perfecto – esto es, simplemente, pedir lo imposible y, después, te sentirás frustrado. Tú eres un ser humano, a fin de cuentas.
…El juzgar es feo – hiere a las personas. Por una parte, tú vas haciendo daño, hiriéndolas; y por otro lado, deseas su amor, su respeto. Esto es imposible.
Ámalas, acéptalas y, quizá, tu amor y respeto pueda ayudarlas a cambiar muchas de sus debilidades, muchos de sus fallos – porque el amor les dará una nueva energía, un nuevo significado, una nueva fuerza. El amor les dará nuevas raíces para levantarse frente a los vientos fuertes, el sol ardiente, la lluvia fuerte.
Si tan solo una única persona te ama, esto te hace tan fuerte, que ni siquiera te lo puedes imaginar. En cambio, si nadie te ama en este vasto mundo, permaneces simplemente aislado; entonces, piensas que eres libre, pero estás viviendo en una celda aislada en una cárcel. Lo que pasa es que la celda aislada es invisible; tú la llevas contigo.
El corazón se abrirá por sí mismo. No te preocupes por el corazón. Haz el trabajo preparatorio.”
OSHO, The Transmission of the Lamp.