¿Cómo hacer para que nuestro mensaje sea más fácilmente comprendido por los demás?
En primer lugar, es preciso recordar que las representaciones internas de la realidad se organizan por medio de imágenes, sonidos y sensaciones archivados en la mente, denominados sistemas de representación. Pese a que todos tienen las experiencias archivadas en estos tres sistemas, es frecuente que las personas presenten uno de ellos más desarrollado. Y esto se manifiesta en diversos aspectos del comportamiento.
En cuanto al lenguaje, la Programación Neurolingüística ha percibido una relación que se establece automática e intuitivamente: las palabras que empleamos acompañan y reflejan nuestro procesamiento interno. O sea, si prestamos atención al aspecto visual de nuestra experiencia interna (aunque inconscientemente), la tendencia es a emplear una cantidad mayor de palabras que denoten características visuales, como mirar, ver, claro, perspectiva, enfoque, encuadrar, brillo, etc. Sin embargo, cuando procesamos auditivamente, empleamos palabras de connotación auditiva, como oír, preguntar, sonido, silencio, cuestionar. Y si operamos de manera más cenestésica, aparecen términos que describen sensaciones, como sentir, tomar, frío, pesado, sabroso, aroma.
Cuando se tienen sistemas preferenciales diferentes, su reflejo en la comunicación puede ser el siguiente: en una conversación en portugués, una persona hablará en “portugués visual” mientras que la otra lo hará en “portugués auditivo”. Y ahí es donde surgen situaciones en que se tiene la impresión de que “fulano hablaba en chino”.
Imagina una pareja de enamorados en que la chica, cenestésica, comenta con el novio que “siente la relación algo fría, que ellos ya no tienen aquellos momentos venturosos juntos y que está afligida por ello”. Él, visual, contesta que “no está de acuerdo y le parece que ella está mirando la situación desde una perspectiva muy negativa, que es mejor mirar desde otro ángulo y percibir que lo que ocurre es solamente que él está trabajando demasiado, pero que siempre le ha demostrado lo mucho que la quiere”. Por más que el muchacho intente calmar a su novia, si él habla de esta manera es probable que la joven no se sienta comprendida. Mientras ella habla de lo que siente sobre la relación, él dice cómo ve la situación. En esta conversación no existe parte acertada o equivocada. Lo que hay es una diferencia de sistemas preferenciales, que produce una conversación sin muchos puntos de contacto.
La PNL ha descubierto que los grandes comunicadores son personas flexibles, que tienen los tres sistemas de representación bien desarrollados. Operan igualmente en cualquier sistema y así pueden comunicarse de manera compatible con los demás. Es como si fuesen “políglotas en una sola lengua”.
Ocurre que todos podemos desarrollar las mismas habilidades de un buen comunicador. Eso porque ahora conocemos los ingredientes de una comunicación eficaz, siendo que uno de ellos es la capacidad de acompañar el sistema preferencial de nuestro interlocutor. Esta habilidad ha de ser entrenada, de la misma forma que entrenamos nuestros músculos cuando nos ejercitamos. Al comienzo puede parecer extraño emplear palabras que no son muy habituales para nosotros. Pero a medida que vamos flexibilizando nuestra comunicación, esa actitud se hace cada vez más espontánea, hasta el punto de que ni siquiera necesitamos ya prestarle atención.