¡Amigo, agárrate a la Mano de Él!
Pero no es preciso extender tu mano.
Ni irte al cielo o hacer letanías.
Basta abrir el corazón…
Ya lo sabes: Él está en todo.
Antes de que pienses en algo, Él ya lo sabe.
Y Él jamás juzga o castiga.
Por cierto ¿cómo podría el Amor condenar?
Él no ha creado paraíso alguno, ni ningún infierno.
Eso son cosas del ego y del miedo de los mismos hombres.
Cielo y Tierra, espacio o abismo, en todo está Él.
Siendo el Todo ¿cómo podría no estar?
No es necesario arrodillarse o hacer oblaciones para encontrarlo.
Basta contemplar una flor o encantarse con una risa de chiquillo.
Es preciso encontrarlo en la propia vida.
¡El templo de Él es todo!
No hay quien pueda definirlo o ponerle nombre.
¡Él no pertenece a grupo alguno!
Por el contrario, todo es de Él.
Y su pueblo elegido es todo el mundo.
¿Cómo podrían las paredes de algún templo retener al Señor de los espacios?
¿Cómo podrían los dogmas creados por los hombres contener lo infinito?
Y algún tomo religioso ¿es más sagrado que la vida?
No, Él no está donde quieren los hombres. ¡Él está donde quiere Él!
¡Él es el Todo, El Gran ((Hierofante – dentro del contexto de las iniciaciones esotéricas de la antigüedad, era el maestro que sometía al neófito – novato – a las pruebas iniciáticas. Cuando se afirma que el Todo – Dios, El Supremo, El Absoluto, El Gran Arquitecto Del Universo – es el Gran Hierofante, se hace en el sentido de que Él es el Supremo iniciador de todos los seres ¡puesto que está en todo!)) Hierofante(*)!
Entonces, ¿cómo podría no estar en todo?
Amigo, agárrate a la Mano de Él.
Basta abrir el corazón…
P.D.: Es la Mano del Anciano de los días lo que sostiene todo y a todos.
Él, El Gran Arquitecto Del Universo, que engendró la vida…
Él, El Gran Espíritu, nuestro Gran Amor.
Él, El Padre-Madre de todos, que encanta nuestros corazones con su luz imperecedera.
Paz y Luz.
EN MANOS DEL ANCIANO DE LOS DÍAS II
Miro la inmensidad de la tapicería sideral y pienso en el Anciano de los Días.
Miro a las personas y veo, en ellas, a Él.
Miro a mis amigos, riendo de algo y veo, en ellos, a Él, riendo también.
Y entonces, empiezo a reír y paso a verlo, riendo juntamente conmigo.
En cada mirada, ¡Él!
En el brillo del sol, o en la noche clara de luna, ¡Él!
En lo alto de los grandes árboles, o en el seno de la Tierra, ¡Él!
En el corazón del lector y, también, del escritor, ¡Él!
En estos modestos renglones, ¡Él!
Él, El Gran Arquitecto Del Universo, la Primera Luz, el Primer Amor…
Él, El Todo que está en todo.