¿Por qué será que la mayoría de nosotros sentimos tanta necesidad de reconocimiento? Incluso cuando realiza un trabajo bien hecho, original, que le proporciona una satisfacción interior, el ser humano no logra sentirla completamente si no obtiene como resultado adicional el reconocimiento del mundo.
Muchas veces, aunque hayamos hecho lo mejor, y nuestra satisfacción sea grande, ésta queda inmediatamente minada si se nos dirige alguna crítica exterior. Es como si nuestra propia evaluación tuviese poco o ningún valor y tan solo la opinión y la visión que el otro tiene de nosotros fuese lo que avala nuestra competencia.
Visto que el enjuiciamiento del otro está siempre contaminado por sus propias expectativas, frustraciones o proyecciones, darle semejante peso solo puede tener como resultado muchos problemas para nuestra vida.
Hasta tanto no aprendamos a aceptar que nunca lograremos satisfacer a la mayoría de la gente y que nuestras cualidades deben ser respetadas, en principio, por nosotros mismos, seguiremos viviendo en la ansiedad de satisfacer a los demás en primer lugar.
¿Cuántas personas se sienten infelices, pero siguen llevando a cabo cosas que no les gustan tan solo para corresponder a las expectativas ajenas? Esta es la principal armadilla del ego, éste se alimenta de elogios, palabras no siempre sinceras, pero que le dan la ilusión de que está en el buen camino.
Al fin y al cabo, para obtener el respeto ajeno vale cualquier cosa en un mundo en que la vanidad y el orgullo predominan sobre cualesquiera otros sentimientos.
Solamente una autoestima sólida y una confianza absoluta en nuestra voz interior es lo que podrá ayudarnos a enfrentar las críticas ajenas con serenidad. Para tanto, es fundamental que nuestros actos sean aprobados, ante todo, por nuestra propia conciencia.
Es muy bueno recibir demostraciones exteriores de admiración y aprecio, no obstante, mejor todavía es cuando estos sentimientos brotan de nuestro propio corazón, pues ellos nos liberan de la dependencia de la aceptación ajena, que tanto nos esclaviza e impide nuestro crecimiento.
“…Es preciso recordar que la necesidad de obtener aprobación y de ser reconocido es una cuestión que afecta a todo el mundo. La estructura de toda nuestra vida es esa que nos ha sido enseñada: a menos que exista un reconocimiento, nosotros no somos nadie, nosotros no tenemos valor.
El trabajo no es importante, pero sí el reconocimiento. Y esto pone las cosas patas arriba. El trabajo debería ser lo importante – una alegría en sí mismo. Tú deberías trabajar, no para ser reconocido, sino porque disfrutas siendo creativo, porque amas el trabajo en sí mismo.
Y esta ha de ser tu manera de ver las cosas: tú debes trabajar si amas aquel trabajo. No pidas reconocimiento. Si éste llega, acéptalo tranquilamente; si no llega, no pienses en ello. Tu realización debe estar en el propio trabajo. Y si todos aprendiesen este sencillo arte de amar su trabajo, sea éste cual fuere, disfrutando de él sin esperar cualquier reconocimiento, tendríamos un mundo más bello y más celebrante.
Tal como es el mundo, habéis estado sujetos a un patrón miserable. Lo que tú haces es bueno, no porque te encanta hacerlo, no porque lo haces perfectamente, sino porque el mundo lo reconoce, le da una premiación, le da medallas de oro, premios Nobel.
…Ellos han venido quitando todo el valor intrínseco a la creatividad y destruyendo a millones de personas – pues no se puede dar premios Nobel a millones de personas. Y han venido creando el deseo de reconocimiento en todo el mundo, de modo que nadie consigue trabajar en paz, disfrutando de cualquier cosa que esté haciendo. Y la vida consiste en pequeñas cosas. Para las pequeñas cosas no hay premiaciones; ningún título concedido por los gobiernos, ninguna graduación honoraria dada por las universidades.
…¿Por qué habrías de preocuparte con el reconocimiento? La preocupación con el reconocimiento solo tiene sentido si tú no amas tu trabajo, en ese caso éste no tiene significado, entonces el reconocimiento parece ser un sustituto. Tú detestas el trabajo, él no te gusta, pero lo haces porque será reconocido, será apreciado y aceptado. En vez de pensar en el reconocimiento, reconsidera tu trabajo. ¿Te gusta tu trabajo? – entonces punto final. Si no te gusta, entonces ¡cámbialo!
…Observa en el fondo de ti mismo. Puede que no te guste lo que estás haciendo, puede que tengas miedo de reconocer que estás en el camino equivocado. La aceptación te ayudará a encontrar lo que está correcto. El reconocimiento te hará creer que vas hacia el objetivo correcto.
La cuestión concierne a tus propios sentimientos internos, y nada tiene que ver con el mundo externo. ¿Por qué depender de los demás?
…Para ser un individuo, vive en total libertad, apoyado en tus propios pies, bebe de tu propia fuente. Esto es lo que hace a un hombre estar verdaderamente centrado, enraizado. Este es el inicio de su florecer supremo…”