El sufrimiento es inherente a la vida, pero no es la única realidad que hemos de enfrentar en nuestra jornada en este planeta. Cuando es muy profundo, nuestro mayor anhelo es escapar, no entregarnos a él; por eso hacemos de todo para negarlo, arrancarlo de nosotros como la hierba dañina que retiramos de nuestro jardín.
Sin embargo, no hay otra salida para el estado de sufrimiento más que reconocerlo, mirarlo de frente, con el coraje de admitir nuestra fragilidad, visto que el sufrimiento no disminuye de intensidad cuando lo convertimos en inconsciente.
Al contrario, cuando lo negamos, todo cuanto hacemos o pensamos queda contaminado por esta energía. Pasamos entonces a irradiarla y ella se desprende de nosotros y es captada por los que están a nuestro alrededor.
Las personas más sensibles perciben claramente cuando entran en contacto con alguien que está tomado por el dolor emocional, incluso aunque no lo manifieste.
Aquel que lleva en sí un sufrimiento inconsciente, al entrar en contacto con otros que se encuentran en el mismo grado de inconsciencia, puede ser víctima de una proyección y ser dañado de alguna forma, o al revés, puede hacerles daño, en una proyección inconsciente de su sufrimiento. Al fin y al cabo, atraemos y transmitimos aquello que corresponde a nuestro estado interior.
Entonces, la salida es no huir del sufrimiento, sino sentirlo plenamente. Hablar de él un poco, si necesario, pero tan solo como forma de dejarlo marchar, salir de nosotros y seguir su camino.
Lo importante es permanecer atentos para que la mente no utilice el sufrimiento para mantenernos sujetos al papel de víctimas, ya sea del destino o de alguien en particular. Sentir pena de sí misma y querer obtener atención contando su historia a todo el mundo, solo hará que la persona permanezca paralizada en el sufrimiento.
La llama de la conciencia es la única defensa que tenemos para pasar por el sufrimiento, pues nos ayudará a atravesar este túnel oscuro y encontrar la luz que siempre ha estado allí, a la espera de nuestra mirada.
“Causa de la infelicidad
Felicidad o infelicidad no son dependientes de circunstancias externas. No hay ni felicidad ni infelicidad en las cosas externas; tu estado de alegría o de tristeza depende de tu reacción a esas cosas externas.
Verdaderamente, las cosas no importan; lo que importa es tu visión de las cosas; todo depende de cómo miramos las cosas. Así, en suma, la importancia es del individuo, y no del objeto: la importancia está en ti y no en el objeto que posees.
De ahí el poder decir que la felicidad o la infelicidad reside dentro de nosotros. Epicteto dijo: ‘Si tú estás infeliz, sabrás ciertamente que tú mismo eres la causa de eso’. Yo diría lo mismo. Nosotros somos la causa de nuestra miseria, porque sea cual fuere la forma en que estemos, nosotros mismos hemos creado esa condición.
Por favor, ten esta verdad en tu mente, porque no puedes transformar tu vida sin ella: si tú te sientes infeliz, has de saber que algo está equivocado en tu punto de vista. Una vida miserable es resultado de una manera equivocada de mirar las cosas; y una vida feliz es el resultado de un abordaje correcto en relación a la vida.
Por favor, siempre que te sientas miserable, intenta buscar la causa de tu infelicidad dentro de ti, no en el lado de fuera. Y entonces, gradualmente, descubrirás las causas de tu infelicidad, escondidas en tus propias reacciones. Entonces, una nueva vida empieza para ti.”