La naturaleza posee innumerables formas que se transmutan todo el tiempo. Nada permanece estático y todo posee la cualidad intrínseca de transformarse en su opuesto.
Con el ser humano no es diferente y esta ley puede ser empleada en cualquier situación de nuestra existencia. Tristeza puede ser transmutada en alegría, prisa en relax, ansiedad en serenidad, etc.
Sin embargo, nuestros sentimientos y humores solo pueden pasar por una transformación si estamos permanentemente conscientes de su existencia. Si, en cada momento de la vida, logramos percibir las raíces de donde surgen nuestras emociones, principalmente las negativas, ciertamente seremos capaces de promover el cambio a un estado diferente.
Pero no es necesaria una lucha desesperada para obtener este resultado.
La observación permanente de nuestro propio interior, y la firme decisión de querer cambiar, ya constituyen un paso fundamental para alcanzar ese objetivo.
Lo importante es saber que ninguna condición adversa tiene que durar para siempre, y que todos somos merecedores de vivir en un estado de paz y felicidad.
Al alcanzar la conciencia de esto, pasaremos a buscar nuevas maneras de lidiar con las situaciones de la vida, de modo a transformar aquellas que nos traen sufrimiento en oportunidades de liberación y crecimiento interior.
La bienaventuranza es el único criterio para la vida. Si tu vida no es bienaventurada, entonces has de saber que te estás moviendo erróneamente. El sufrimiento es el criterio de estar equivocado, y la bienaventuranza es el criterio de estar en lo cierto – no hay otro criterio.
No hay necesidad de preguntar a nadie más. Tú puedes emplear ese criterio todos los días, en tu vida cotidiana. El criterio es la bienaventuranza. Es el mismo criterio de poner el oro a prueba frotándolo contra una piedra: el orfebre echará a la basura todo lo que no sea puro y colocará lo que es puro en su tienda. Continúa chequeando, cada día, empleando el criterio de la bienaventuranza; distingue lo que está bien de lo que está mal.
Lo que sea que esté equivocado puede ser tirado a la basura, y aquello que sea acertado empezará a acumularse lentamente como un tesoro.
Osho, La Jornada Interior.