He resuelto contar algunas de mis experiencias personales, al objeto de dar al lector mayores informaciones sobre mi trayectoria espiritual y sobre los eventos que han culminado con la publicación del libro Viaje Espiritual.
El libro nació de una serie de experiencias parapsíquicas que se iniciaron en mí en el año de 1977. En aquella época yo tenía quince años y era un joven como otro cualquiera. Tenía los cuestionamientos interiores característicos de la edad, pero dos preguntas de difícil respuesta predominaban en mi mente de adolescente: ¿habría vida después de la muerte? Y, con tantas estrellas en el Universo, ¿existirá vida extraterrestre?
A pesar de tener esas preguntas en la cabeza, nunca había leído nada respecto de esos asuntos. Con todo, en una cálida noche, típica del verano carioca, empecé a vislumbrar algunos indicios de que había alguna otra realidad, además de aquella que yo percibía normalmente.
Me había acostado en torno a la medianoche, en el sofá de la salita, y estaba literalmente exhausto, pues trabajaba durante el día y estudiaba por la noche. Caí dormido instantáneamente. Horas más tarde desperté abruptamente y, con gran sorpresa, descubrí que ya no estaba tumbado en el sofá, sino volando a alta velocidad por sobre el océano. Es decir, me estaba ocurriendo un fenómeno parapsíquico que posteriormente yo vendría a conocer con el nombre de “experiencia fuera del cuerpo” o “viaje astral”.
Durante la experiencia, la sensación de ligereza y libertad era indescriptible. Del mar se exhalaban ondas de energía que penetraban en mí y me dejaban con una sensación de vigor nunca antes experimentada. Lo más significativo en todo esto era la sensación de libertad plena que me invadía. Era tan fuerte que perdí el control sobre mí mismo. Fui tomado entonces por una euforia arrebatadora y, ebrio de alegría, empecé a hacer piruetas en el aire.
Repentinamente, noté un tirón por la espalda y fui bruscamente succionado hacia atrás a alta velocidad. Fue tan rápido que, por un instante, me sentí desfallecer, para a continuación tener la sensación de estar cayendo desde gran altura. Momentos más tarde, me sentí literalmente “cayendo” dentro del cuerpo físico, o, mejor dicho, fundiéndome en él, que sufrió una fuerte repercusión a la hora de mi reentrada. Abrí los ojos inmediatamente, y noté con claridad la diferencia entre el estado extracorpóreo que yo había experimentado y el estado de vigilia física en que me hallaba ahora.
Ante la ligereza y libertad experimentadas, el cuerpo me parecía ahora una pesada “prisión de carne”. Esa restricción era flagrante debido a tres cosas: el peso del cuerpo, la sensación de estar comprimido dentro de él y la obligatoriedad de la respiración.
Pasé el resto de la madrugada intentando comprender lo que había pasado. En ningún momento tuve duda acerca de lo que había experimentado; tan solo no encontraba una explicación adecuada para lo ocurrido.
A partir de esa noche, el mismo fenómeno se repitió varias veces en noches diferentes, llegando a suceder una media de hasta dos veces por semana. Y siempre espontáneamente, sin que yo hiciese nada para que ocurriese aquello.
Cerca de un año más tarde, el fenómeno se intensificó y pasó a producirse casi todas las noches. En una de esas veces llevé un gran susto: desperté en medio de la noche y no logré mover mi cuerpo. Por más que lo intentase, no conseguía mover siquiera un dedo. La situación era angustiosa. Parecía que algo invisible me tullía los movimientos. Era como si hubiese un torno invisible sujetándome y presionando por todas partes. Intenté gritar, pero la voz no salía. Intenté por lo menos abrir los ojos, pero también fue en vano. De repente, sin que yo hubiese hecho nada para eso, me sentí flotar para fuera del cuerpo inmóvil. Me di la vuelta en pleno aire, cerca de unos tres metros por encima del cuerpo físico, y lo miré extendido allí abajo, en la cama. Él estaba en la posición de decúbito dorsal (barriga hacia arriba) y, sinceramente, parecía pálido y sin vida, como si fuese un cadáver. Al pensar en ello quedé seriamente preocupado: ¿y si realmente yo hubiese muerto?
Fui, entonces, a pedir ayuda a mis padres. Atravesé la puerta del cuarto y los vi acostados en la cama. Intenté llamarlos, pero fue en vano. Yo era invisible e intangible para ellos. Volví a mi cuarto y al acercarme a mi cuerpo fui literalmente aspirado energéticamente hacia dentro de él. Abrí los ojos y no volví a dormir más durante aquella noche, temeroso de que aquella parálisis sucediese nuevamente.
Con el paso del tiempo me fui acostumbrando a aquellas experiencias y traté de observarlas mejor. Gracias a eso he podido estudiar minuciosamente las varias facetas de ese fenómeno, llamado “experiencia fuera del cuerpo”.
En ese ínterin, pasé a buscar informaciones sobre aquella experiencia. En esa búsqueda me deparé con una infinidad de personas que hablaban mucho, pero no explicaban nada. Religiosos diversos me decían que aquello era cosa del demonio. Espíritas intentaban convertirme, ocultistas me decían que aquello era muy peligroso y que yo podría incluso morir en una de aquellas experiencias.
Empecé entonces a buscar en la literatura espiritualista libros que abordasen aquella experiencia extra-física. Compré los libros básicos sobre el tema y me zambullí profundamente en el estudio de los mismos. Con más informaciones, empecé a comprender mejor lo que me ocurría. A partir de ahí fui desarrollando cierto control sobre aquellas experiencias y, gradualmente, empecé a inducirlas conscientemente.
De experiencia en experiencia, me fui perfeccionando y he venido aprendiendo mucho sobre el viaje astral. He podido observar varias veces (y hasta tocar) el cordón de plata, su cúpula energética, su mecanismo de tracción y su pulsación energética. Analicé en mí mismo varias sensaciones de salida astral consciente, tales como: despegue del psicosoma, sensación de ensanchamiento del aura (ballonnement), estado de la vibración y otros.
Al mismo tiempo que me desarrollaba yo solo, procuré profundizar en el estudio del Espiritualismo. Empecé a devorar todos los libros que caían en mis manos. Leía de todo: Ocultismo, Espiritismo, Umbanda, Cábala, Yoga, Teosofía, etc.
A los 18 años, empecé a encontrarme, fuera del cuerpo, con espíritus desencarnados, principalmente un “médico astral”, llamado Luiz Raphael, que pasó a guiarme en trabajos de asistencia extra-física.
Con el paso del tiempo, otros espíritus fueron apareciendo y enseñándome varias cosas, entre ellos, otro médico llamado André Luiz. Al mismo tiempo, fui encontrando a otras personas que también hacían y estudiaban la proyección astral, entre ellas el Dr. Waldo Vieira, con quien he estudiado y aprendido durante muchos años. Paralelamente al estudio de la proyección consciente, desarrollé la mediumnidad y la clarividencia. Como médium, participé también en sesiones espíritas de desobsesión durante muchos años.
Incluso con la mediumnidad abierta nunca me interesé por la psicografía ni intenté desarrollarla. Sin embargo, en 1989, durante una experiencia extracorpórea, el Dr. Luiz Raphael me dijo lo siguiente: “Wagner, estoy haciendo algunas alteraciones en tus chakras y en tu doble etérico. Esto causará algunas repercusiones en tu sistema endocrino y te afectará físicamente durante algún tiempo.
Que no te extrañe la soltura energética que esto acarreará, puesto que eso es así. La finalidad de ello es darte condiciones de psicografiar esclarecimientos espirituales para el plano físico.”
Siendo así, este libro es el resultado directo de mis experiencias extracorpóreas, pues ha sido a través de ellas como los espíritus abrieron el canal mediúmnico de la psicografía, por donde entraron las ideas contenidas en el libro “Viaje Espiritual”.