En el proceso de auto-conocimiento, unión es integración, cuando todos los aspectos del ser conviven en armonía, generando un sentimiento de plenitud.
Sentirse pleno exige que los conflictos existentes dentro de nosotros estén plenamente armonizados.
Por ejemplo, si insistimos en negar nuestras emociones reales, o en racionalizar nuestros sentimientos, comienza a instalarse en nosotros un desequilibrio.
Éste puede, al principio, no ser percibido, y si seguimos pasándolo por alto, ciertamente se expandirá, alcanzando nuestro cuerpo físico en la forma de alguna dolencia.
Solamente una atención permanente que nos permita percibir, en cada momento, las verdaderas motivaciones que hay por detrás de nuestros comportamientos, puede llevarnos a evitar las armadillas del ego, aquella parte de nosotros que insiste en mantener una falsa imagen, incluso cuando algo no va bien.
Pero es preciso estar preparados, pues a veces pagamos un alto precio por mantenernos fieles a nuestra voz interior. Al principio puede parecer más cómodo hacer caso omiso de nuestra conciencia y actuar sin tenerla en cuenta para garantizarnos la simpatía del mundo.
Sin embargo, cuando esto se convierte en costumbre, podemos perdernos de tal modo que ya no sabremos diferenciar nuestro deseo real de aquello que se nos impuso como siendo lo mejor.
La unión mística solo tiene lugar cuando nuestra división interior desaparece e integramos los opuestos existentes en nosotros, lo masculino y lo femenino, de forma armoniosa. Esto presupone actuar con valor y determinación cuando es necesario, pero también mantenerse pasivo, amoroso y receptivo hacia lo que la vida quiera enviarnos.
Permanecer en silencio, esperando a que germinen las semillas que hemos plantado, en vez de intentar forzar su crecimiento con actitudes ansiosas y desesperadas, puede ser un signo de que estamos gradualmente penetrando en un nuevo nivel de crecimiento interior. Poco a poco, la verdad de nuestro ser pasará a predominar, hasta que por fin, un día, sustituya la falsa imagen que habíamos construido como defensa contra el mundo.
Causa de la infelicidad
Felicidad o infelicidad no dependen de circunstancias externas. No hay ni felicidad ni infelicidad en las cosas externas; tu estado de alegría o de tristeza depende de tu reacción ante esas cosas externas. A decir verdad, las cosas no importan; lo que importa es tu visión de las cosas; todo depende de cómo miramos las cosas. Así, en suma, la importancia es del individuo y no del objeto: la importancia está en ti y no en el objeto que posees. De ahí que se pueda decir que la felicidad o infelicidad reside dentro de nosotros… Nosotros somos la causa de nuestra miseria, porque sea como fuere que estemos, nosotros mismos hemos creado esa condición.
Por favor, ten esta verdad en tu mente, porque no puedes transformar tu vida sin ella: si te sientes infeliz, sabrás que hay algo equivocado en tu punto de vista. Una vida miserable es resultado de una manera equivocada de contemplar las cosas; y una vida feliz es el resultado de un abordaje correcto en relación a la vida. Por favor, siempre que te sientas miserable, intenta buscar la causa de tu infelicidad dentro de ti, no por el lado de fuera. Y entonces, gradualmente, descubrirás las causas de tu infelicidad, escondidas en tus propias reacciones. Entonces, una nueva vida comienza para ti.