¡Estoy tan feliz! Todas las noches antes de dormir contemplo el cielo de Lisboa todo iluminado por estrellas de todos los tamaños; me siento como la maestra de orquesta que rige estas lucecitas tan distantes – y tan próximas – y oigo agradecida la música que ellas cantan para mí.
Me sorprendo sonriendo, colmada, completa. Navegante del Espacio Infinito, totalmente desvestida de la sensación de pertenecer. Danzo por la casa al son de la música celestial que mis oídos captan del espacio.
Instalo en mis espaldas unas inmensas alas ligeras, rumorosas, como si de seda fuesen, y las pongo en movimiento hacia todos los lados en mi imaginación, donde todo es posible.
No tengo dudas, nadie me debe nada. Estoy cumplida con el Universo. He perdonado a todos los que me han hecho algún daño, he pedido perdón a cuantos haya causado algún mal. Tengo media docena de prendas de ropa, algunos zapatos, dos o tres bolsos y nada más. Tropiezo entre una montaña de libros, de direcciones de Websites que me interesan, cedés de buena música (para mi gusto). En torno a mí, por donde extiendo la mirada, veo tiestos de flores, plantas, algunos objetos que me transmiten la presencia de mis afectos.
No tengo coche aquí, he aprendido a andar en los transportes públicos, no tengo televisor, ni teléfono fijo. Cuento con mi móvil Vodafone que voy administrando con cautela para que no cueste más de lo que yo puedo pagar.
No tengo cables para Internet; uso un tipo de conexión móvil que llevo en el bolsillo y acoplo allá donde esté.
Cuando tengo hambre voy al Go Natural y como una pastita o una ensalada muy ligera.
¡Alegría, Aleluya!
Pero, ¿sabes una cosa?
Hoy, cuando volvía de mi almuerzo y empecé a escribir este artículo, he sentido una especie de mini vergüenza por estar tan pacificada con la vida.
Pensé: ¿será que debo contar que me siento feliz cuando algunas personas están tan tristes? ¿Será que puedo hablar de mí como si fuese alguien relevante que tiene derecho a exponerse así?
He dudado en escribir. He pensado que quizá fuese mejor no hablar sobre esto. He sentido, allá en el fondo de mi alma una especie de pequeña desazón por estar tan libre.
Después, he pensado: ¡rayos, niña! ¿Qué historia es esa que andas pensando por ahí?
Vas a cumplir 60 años y acabas de bajarte del huracán que el retorno de Saturno produjo en tu vida.
Este es el tiempo de celebrar el final de un ciclo que ha sido muy movilizador.
¡Qué caramba! Cuenta a los cuatro vientos tu alegría, quizá eso pueda dar coraje a aquellos que están en medio de alguna tempestad, de determinado ciclo que está ocurriendo en sus vidas.
Abaniqué mis alas sobre mis pensamientos de preocupación sobre el tema y pensé aquí conmigo:
- Qué fuertes son aún las marcas de los imprints que hemos tenido sobre la culpa de ser felices y libres.
¡Fuera con ellos, al gran volcán de fuego que quema todo cuando nos impide ser libres!
¡Y alegría y aleluya para todos nosotros!
Izabel Telles é terapeuta holística e sensitiva formada pelo American Institute for Mental Imagery de Nova Iorque. Tem três livros publicados: "O outro lado da alma", pela Axis Mundi, "Feche os olhos e veja" e "O livro das transformações" pela Editora Agora. Visite meu Instagram. Email: Visite o Site do Autor